No hablamos de los contactos necesarios, serios y prudentes, con el mundo, que sirven al fin mismo del apostolado, sino a esa corriente que tiende a identificar ante todo al sacerdote con el laico, a acortar distancias entre el estado clerical y el laical, como si ambos fueran lo mismo, como si no existieran exigencias a seguir en la conducta y hasta presentación, de los sacerdotes, del todo distintas a los simples seglares.


Es necesario hacer notar que muchos motivos de la "mundanización" del sacerdote, hay que buscarlos en la crisis de la espiritualidad sacerdotal. Muchos sacerdotes de hoy, muchos de los que son jóvenes, ven oscilar las bases teológicas que daban consistencia a su propia vocación. Hoy el sacerdocio ministerial es minimizado, desvalorizado, al par que se enfrenta al fenómeno de la exaltación teológica del mundo y del laicismo. Esta sensación que se les hace tener "de ser menos", de verse reducidos casi a una máquina administradora de sacramentos, reducido casi a la nada su legítimo valor de padres de las almas, es lo que quizá produce un desencanto de ánimo por parte de quienes han consagrado su vida, todo lo que son y poseen, a un ministerio que hoy no sólo desde afuera , sino desde dentro de la Iglesia, es atacado en sus verdaderos sentidos y expresiones. Como una compensación quizá, muchos se unen a la euforia de tipo "teológico" por el progreso, por el mundo, tratando de salvar distancias y aparecer más como hombres de ese mundo que les increpa por su presentación como "hombres de Dios".
La falta de una sólida vida espiritual basada en una espiritualidad verdaderamente sacerdotal, tiene que inclinar necesariamente las energías espirituales, psicológicas y hasta físicas, hacia el quehacer hoy mas ponderado, más predicado y más glorificado: el quehacer por el mundo, el interés por los hombres, no ya en cuanto almas salvables, sino en cuanto habitantes mejorables de la tierra.
Es así como se traduce la mundanidad, la crisis de la espiritualidad sacerdotal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario