lunes, 14 de marzo de 2011

LOS ODIOS DE LUTERO



Lutero fue uno de los hombres mas irascibles y violentos que hayan habitado la tierra. Su vida fue una cólera perpetua contra los monjes, los Papas y la Iglesia Católica. Decía que la cólera le hacía bien, y que lo refrescaba. En esto se parece a muchos contemporáneos nuestros que tienen al odio como el mejor valor humano, y lo demuestran en sus devastaciones y crueldades cometiendo en esta dolorosa guerra por todas partes donde llegan. 

"No tengo, -decía Lutero- mejor auxiliar que la cólera y la indignación; porque cuando quiero pensar bien, escribir bien, orar o predicar bien, es preciso que yo esté airado; esto refresca mi oración, agudiza mi entendimiento, y aparta de mí todos los pensamientos de desaliento y todas mis dudas"

Lutero fue el odio personificado. Jamás amó verdaderamente. No hablo del fuego impuro al que falsamente llaman amor, y en el que el heresiarca confiesa que se consumía.El amor puro y tierno le fue absolutamente desconocido. Se buscará vanamente en sus obras un grito del corazón noble, un anhelo de compasión por el sufrimiento humano, un eco de aquel misereor super turbam. Tengo piedad de la multitud. Siempre a vueltas con su yo cruel, con sus cóleras. No hay mas que hiel en su corazón, una sonrisa sardónica en sus labios, sarcasmos y maldiciones en sus palabras.

Jamás hombre alguno ha lanzado mayores y más frecuentes maldiciones. Es suya esta terrible frase que Milton o Dante hubieran podido poner en los labios de Satán: "Yo ya no puedo orar, pero al menos puedo maldecir". No sé si habrá otra frase que tenga más fuertes y expresivos los caracteres diabólicos.

¡No puedo orar! Su corazón estaba pues seco, no producía flores del cielo, esas flores del amor y de la oración, no brotaban en esa tierra sino los rencores y los odios, como esos cardos espinosos y venenosos que se producen en los desiertos de la tierra. "¡Pero puedo al menos maldecir"! ¡Que espantoso consuelo!

Pero el comentario que da a sus palabras el mismo miserable apóstata es verdaderamente horrible. Se puede llamar a este comentario: el Padre nuestro de Lutero. Oigámoslo:

"Puesto que no puedo orar, puedo al menos maldecir. En lugar de decir Santificado sea tu nombre, diré: maldito y execrado sea el nombre de los papistas. En lugar de repetir: Venga a nos tu reino, diré: que el papado sea maldito, condenado, exterminado. Y en realidad es así como yo oro todos los días sin descanso, sea con mis labios sea con mi corazón".

¡Que cristiano es esto! ¡Que digno de un reformador del Evangelio y de la Cristiandad, como se declara él mismo, y sus nuevos admiradores

Y he aquí el fundador del Protestantismo autenticando con su ira y sus rencores, como procedente del diablo, toda su doctrina. ¿Cómo ha habido hombres que lo hayan seguido en sus extravíos, creyendo así seguir al verdadero Cristo? ¡Dolorosos desvíos del corazón humano!


Naturalmente un hombre de corazón tan duro, debía tener un lenguaje correspondiente a su iracundia perpetua. Los humanistas alemanes no se distinguen por la pulcritud de su manera de hablar, pero Lutero los sobrepuja a todos. 


Declara frecuentemente en sus escritos llenos de orgullo y de hiel que todo lo que contra él se ha escrito no son más que burradas . En la primera fila de estos asnos cuenta siempre a los doctores de Lovaina y de París que lo condenaron.


"Los teólogos de Lovaina -dice Lutero textualmente- no son más que asnos groseros, truchas malditas, miserables bribones, panzas de blasfemias, incendiarios sedientos de sangre, fratricidas, puercos epicúreos, caldo maldito del infierno" 


En cuanto a la Sorbona de París, es para él "la sinagoga maldita del diablo, roída de los pies a la cabeza por la lepra blanca; contaminada de la peor herejía... Es la más abominable ramera intelectual, que jamás ha aparecido bajo el sol, la verdadera puerta del infierno, un lupanar..."


Y a los profesores de la Universidad, católicos en general, los llama "títeres del diablo, fantoches groseros, asnos panzudos, cuyos galones morados y rojos hacen el efecto de un collar de oro y perlas en el cuello de un cerdo bien cebado".


No es decente. El bienaventurado Tomás Moro, Canciller de Inglaterra, que murió por la fe católica en el cadalso en 1531 llamaba a Lutero latinarius nebulo, el policía de las letrinas, y justificaba su apelativo, diciendo que este hombre no tiene en su boca más que letrinas y estiércol.


Lutero, el miserable apóstata dice también que odia con todo su corazón al diablo. Pero su odio es de lo más curioso que puede existir. Para burlarse del diablo, y manifestarle su desprecio, aconseja a todos, y él lo practica primero, hay que cometer muchos pecados.


"Si el diablo te dice, escribe Lutero, no bebas, respóndele: Beberé por el contrario mucho más, porque tú me lo prohíbes; beberé en el nombre de Cristo"


Ésta es la conducta del fundador del protestantismo, y ésto es sólo una mínima parte de sus brutalidades, sus crápulas, sus indecencias y todo el cortejo de vicios y pecados que forman el tejido de la vida de aquél a quien los protestantes reconocen como el primero que les abrió el camino de la verdad y de la verdadera vida santa y que en 2008 el Vaticano "justifica" con ésta declaración.




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