sábado, 1 de diciembre de 2012

AL SERVICIO DEL REY DEL MUNDO


Después de dos guerras mundiales, el Concilio no podía dejar de hablar de la paz entre los pueblos. ¿Se ofrecerá el Papa, Vicario del Príncipe de la paz, como instrumento de Dios para establecer en el mundo la paz de Cristo? Es la función que cumplió el Romano Pontífice en la Cristiandad medieval, pero ahora se juzga eso imposible, porque el poder eclesiástico no debe obrar directamente en el orden mundano. Para explicar la relación entre ambas esferas se ha encontrado un nuevo concepto: el de «sacramento».

Las realidades espirituales deben obrar como causas ejemplares de las temporales, esto es, como signos eficaces.

La unidad y la paz de la esfera espiritual -entiéndase: la unidad de todas las religiones alcanzada por la pacificación del diálogo ecuménico, en lo que supuestamente consiste la paz de Cristo- debe ser un ejemplo que motive a las naciones a unirse entre ellas y alcanzar la paz en la esfera terrena: «La paz sobre la tierra, nacida del amor al prójimo, es imagen y efecto de la paz de Cristo que procede de Dios Padre» (Gaudium et spes n. 78); «la Iglesia, en virtud de la misión que tiene de iluminar a todo el orbe con el mensaje evangélico y de reunir en un solo Espíritu a todos los hombres de cualquier nación, raza o cultura, se convierte en señal de la fraternidad que permite y consolida el diálogo sincero» (n. 92). Esta idea, desarrollada enLumen gentium¹, no es explicitada en Gaudium et spes, sino que está presente como telón de fondo; nunca tampoco se utiliza el término «sacramento», pero si está presente el concepto, como lo muestran los textos citados.

La más grave consecuencia de este error está en que, olvidando que la única autoridad capaz de promover eficazmente la paz internacional es el Papa, el concilio aboga por la constitución de una autoridad política mundial con poder sobre las naciones  como para impedir las guerras; éste es el principal reclamo de Gaudium et spes: «Mientras exista el riesgo de guerra y falte una autoridad internacional competente y provista de medios eficaces, una vez agotados todos los recursos pacíficos de la diplomacia, no se podrá negar el derecho de legítima defensa a los gobiernos» (n. 79); «debemos procurar con todas nuestras fuerzas una época en que, por acuerdo de las naciones, pueda ser absolutamente prohibida cualquier guerra. Esto requiere el establecimiento de una autoridad pública universal reconocida por todos, con poder eficaz para garantizar la seguridad, el cumplimiento de la justicia y el respeto de los derechos» (n.82).

Ahora bien, por necesidad teológica, la única autoridad con poder eficaz para impedir las guerras que no sea el Vicario de Cristo, será la del Anticristo. Estimado lector, ¡no estamos haciendo apocalipsis-ficción! Si no es el Príncipe de la Paz quien establece el orden de la justicia entre los pueblos por medio de los poderes que le ha comunicado a su Vicario, será el Príncipe de las tinieblas quien lo haga por medio de los poderes que le alcance a su primogénito, el Anticristo. Son las fuerzas que hay en juego, y no es posible otra cosa.

¿La instauración de qué reino, entonces, tiende a preparar con todas sus fuerzas el Concilio Vaticano II?



Prometeo. La religión del hombre. P. Álvaro Calderón

¹Lumen gentium 9: 
"La congregación de todos los creyentes que miran a Jesucristo como autor de lasalvación, y principio de la unidad y de la paz, es la Iglesia convocada y constituida por Dios para que sea sacramento visible de esta unidad salutífera".

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