Benedicto XVI llegó ayer por la tarde al santuario de Fátima, donde fue recibido por más de 10 mil fieles, en la que se considera la visita más emotiva de su estancia en Portugal.
El Pontífice, quien se suma a la conmemoración de las apariciones de 1917, encabezó una procesión nocturna en honor de la Virgen, a la que pidió ser “firme en la fe, audaz en la esperanza y fuerte en el amor”.
En la parte estrictamente religiosa de su viaje, Benedicto XVI rezó durante unos minutos ante la imagen de la Virgen en la capilla que se levanta en un lateral de la explanada y después ofreció a la Virgen —lo mismo que hizo Pablo VI en su viaje de 1967 a Fátima— una Rosa de Oro.
Luego, se dirigió a la nueva iglesia de la Santísima Trinidad.
Sigue la autocrítica
En la segunda jornada de su viaje a Portugal, el Papa mantuvo la mañana de ayer el tono autocrítico con el que inició ayer el viaje. “La Iglesia tiene que aprender a estar en el mundo actual”, en un diálogo “sin ambigüedades”, dijo ante más de mil representantes de la cultura y las artes reunidos en el Centro Cultural de Belem (CCB), en Lisboa.
El Papa defendió la verdad como “un servicio que la Iglesia presta a la sociedad, abriendo nuevos horizontes de futuro, de grandeza y de dignidad”. Abogó por un “respeto dialogante” y “respeto de otras verdades”.
Durante el vuelo que lo trasladó el martes de Roma a Lisboa, Benedicto XVI marcó el tono de lo que están siendo sus intervenciones en Portugal, al condenar sin paliativos los abusos en la Iglesia Católica, afirmar que el enemigo está dentro y hacer una clara defensa de la transparencia.
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