viernes, 29 de octubre de 2010

Día de muertos en Mixquic

Origen de la tradición en Mixquic






Mixquic fue un centro ceremonial fundado en el siglo XI. Estuvo poblado por indígenas nahuas a finales del siglo XII, 150 años antes de la fundación de Tenochtitlan, ya que precisamente se encontraba en el corazón de la región chinampera.


Mixquic fue un centro ceremonial con intensa actividad religiosa, lo demuestran los vestigios de esculturas encontradas y relacionadas con la lluvia, la guerra, la muerte o Mictlan.


Fue en los años sesenta del siglo XX cuando se realizaron excavaciones, encontrando diversas piezas arqueológicas que hoy se exhiben el museo, ubicado a un costado del panteón en el centro del pueblo y zona arqueológica ubicada a un costado de la iglesia.


La celebración del día de muertos es un patrimonio cultural de México con fuertes raíces prehispánicas y de modalidad cristiana.


En el Mixquic precolombino, la celebración del día de muertos simbolizaba la esencia misma del ritual funerario. La deidad central era Miquztli, el dios de la muerte, en cuyo honor se cuenta que se practicaban sacrificios humanos, sobre todo de prisioneros de guerra.


Altares y Ofrendas en Mixquic


Las ofrendas con motivo del Día de Muertos o Fieles Difuntos es una costumbre muy arraigada entre los Mixquicas, que rinden culto a sus seres queridos que han fallecido.


Las familias de Mixquic se dan a la tarea de confeccionar los altares para muertos y de preparar las ofrendas con las que los invitan a visitar su antiguo hogar. Según su creencia, las ánimas de los niños empiezan a llegar al pueblo el 31 de octubre a las 12:00 horas, cuando el sol pasa por el cenit y el 1 de noviembre a las 12:00 horas llegan los adultos. El día 2 a las 16:00 horas, se escuchan las campanas de la Parroquia de San Andrés Apóstol y las familias del poblado de Mixquic se dirigen en silencio al camposanto donde rezan por las almas de sus parientes fallecidos.


Las ofrendas son para las animas que los visitan, para que puedan nutrirse de la esencia y el olor de los alimentos que les preparados. La ofrende les permite estar más cerca de sus muertos para dialogar con su recuerdo, en el reencuentro con un ritual que convoca a la memoria.


Las actividades culturales organizadas por la Delegación Tláhuac, el Patronato del Pueblo y Grupos Culturales, comienzan desde el 31 de octubre y concluyen con la tradicional “Alumbrada” en el panteón la noche del 2 de noviembre.


En las ofrendas se colocan diversos objetos que el difunto solía comer ó beber: se ofrece agua, para que sacie su sed; sal, como elemento purificador que sirve para que el cuerpo no se corrompa en su viaje de ida y vuelta al año siguiente: velas, donde la flama significa esperanza y sirve de guía para que puedan llegar a sus antiguos lugares, además de alumbrar el regreso a su morada (en algunas ofrendas cada vela significa un difunto); copal, como elemento que sublima la oración, limpia el lugar y aleja a los malos espíritus; flores, que por sus colores y aromas, adornan y aromatizan el lugar durante la estancia del ánima.


La flor amarilla del cempasúchil (zempoalxóchitl), deshojada, es el camino de color y olor que traza las rutas a las casas y ofrendas, ya que se cree que este color lo pueden ver muy claramente en la obscuridad las ánimas; el petate como cama o mesa para que las ánimas descansen en él; el pan de muerto y las cañas relacionadas con el Tzompantli; el pan simboliza los cráneos de los enemigos vencidos y las cañas las varas donde se ensartaban.


Hay muchos elementos como el retrato del difunto, un plato de mole, frutas, calaveras de azúcar, un tequila o pulque (según la preferencia del difunto), una cruz que señala los cuatro puntos cardinales para que el alma no se pierda, cadenas de papel morado y amarillo que significan la unión entre la vida y la muerte, papel picado, objetos personales, etc.


Texto y fotografía: Manuel Peña Collazo

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