jueves, 25 de noviembre de 2010

LA IGLESIA EN MANOS ENEMIGAS PARTE II

¿Puede haber algo más destructivo para la Iglesia Católica y su Jerarquía legítima que el liberalismo religioso que acaba con el concepto de Religión Única y Verdadera, ya que el libre albedrío permite que cada quien se fabrique la religión que más se acomode a su gusto y conveniencia?

¿Cómo fue que pudo ocurrir ésto? ¿Temor? ¿Complicidad? ¿Obediencia mal entendida? ¿Pereza mental y falta de real apego a los principios sostenidos que impidieron claridad para no ver, o para no permitir la conjura?

Como quiera que sea, siete años -de 1959 a 1965-, de transitar por los caminos de las reformas del Vaticano II -que los entendidos afirman que se orientó al cisma- fueron muchos por lo pronto, para las traicionadas enseñanzas de la Iglesia Católica.

Sin defensores -en esos momentos- a la vista, el tobogán en que el "progresismo"embarcó a la catolicidad imprimió velocidad a los cambios que dieron nacimiento a la "nueva iglesia montiniana".

Calculó bien Paulo VI -su éxito radicó en que era un gran calculador entre los seducidos por los cambios y los reducidos por la obediencia-, en relación a pronunciarse en la ONU por el liberalismo religioso.

Después del 4 de Octubre en Manhattan, ante la ausencia de voces opositoras, dió el siguente y definitivo paso, al promulgar en el Concilio, el 7 de diciembre de 1965, la "LIBERTAD RELIGIOSA", y la "CONSTITUCIÓN PASTORAL SOBRE LA IGLESIA, EN EL MUNDO DE NUESTROS DIAS", y al pronunciar su "DISCURSO DE GLORIFICACIÓN AL HOMBRE QUE SE HACE DIOS".

Paulo VI, poseedor de una habilidad pasmosa y de un equipo de "PROGRESISTAS" que le sirvieron maravillosamente y al que fue secundado eficazmente para la obtención de los cambios en la Iglesia, se hizo del control desde antes de ser nombrado cardenal por Juan XXIII.

Es de sobra conocido que Paulo VI fue el inspirador del discurso que Juan XXIII pronunció el 11 de Octubre de 1962, en el que se contiene la irrupción del nuevo lenguaje que culminó en el triunfo del "progresismo" sobre la Iglesia "preconciliar".

A la muerte de Juan XXIII, la habilidadde Paulo VI se manifestó al propiciar el fortalecimiento de la facción "progresista", mientras se hacía creer a cada quien que estaba con ellos.


La enigmática actuación del "progresismo" hasta antes del 7 de diciembre de 1965 se explica porque el éxito de todo infiltrado depende de la habilidad con que sepa ocultar sus verdaderas intenciones y sus auténticas emociones. El difícil desempeño de tal forma de penetrar al objetivo que se quiere destruir desde dentro, supone suprema destreza, un ejercicio tal de la voluntad, que los sentimientos y proyectos no afloren y que hasta se sepa fingir, en aras de la consumación del engaño, amor a lo que se odia.


Cuando la infiltración alcanza el éxito con la conquista de los puestos de mando en terrenos del enemigo, entonces ya con la posesión de la fuerza del adversario, aflora el verdadero sentir del conjurado y revestido de impunidad por el control que alcanzó, el odio a su víctima, largamente contenido para no exteriorizarlo, adquiere matices implacables.


La eficacia de la técnica de tales hijos de las Tinieblas -más zagaces que los hijos de la Luz-, adquiere insospechados poderes destructivos mientras los miembros de la institución infiltrada no lleguen al convencimiento de que el más terrible enemigo que se tiene es el propio jefe.


En la hora de su triunfo, los "progresistas" son implacables contra todo lo Católico y no escatiman su odio a quiene permanecen fieles a la Iglesia fundada por Cristo, en tanto que, impunes por el alto puesto de mando que conquistaron, hasta alardean del amor que profesan a lo anticatólico, seguros de ser dueños de la situación y de alcanzar la destrucción del catolicismo.

Los sacerdotes fieles al Magisterio Eclesiástico de la Iglesia Católica de siempre, hicieron notar que después de la adopción de los documentos del 7 de diciembre de 1965 en las aulas conciliares, la victoria de la "nueva iglesia" quedaba consumada y cualquier maniobra para borrar a la "iglesia de antes" podría esperarse, sobre todo porque la oposición estaba derrotada y desprovista de un guía que la encauzara en la reivindicación.

Con la sesión del 7 de diciembre de 1965, quedó atrás el Paulo VI enigma de que la muerte de Juan XXIII a la reanudación del Concilio- más de 14 meses-, permitió que el "progresismo" se fortaleciera, mientras aparentaba neutralidad.

Del Paulo VI del discurso del 20 de septiembre de 1963 en que llevó al concilio "a no promulgar decisiones dogmáticas", ni "fórmulas solemnes", a "no hacer de nuestra fe motivo de polémica con los hermanos separados", surgió el "miembro del partido" que lanzó ataques frontales al patrimonio de la Tradición Católica.

Del Paulo VI que después del discurso que proclamó a la Virgen María "Madre de la Iglesia", con lo que hizo concebir esperanzas a los tradicionalistas para luego promulgar su "Eclessiam Suam" , "que no quiere revestirse de un carácter solemne y propiamente doctrinario", en la que "tampoco se quiere proponer enseñanzas determinadas", surgió el pontífice cuyos hechos lo ubicaron a la cabeza de los autodemoledores.

El calvario de quienes defendieron a la Iglesia Católica de acuerdo con el Magisterio de la Iglesia del "preconcilio" sigue siendo interminable, a partir del 7 de diciembre de 1965.

De aquel entonces cabe recordar que el Cardenal Ottaviani fue reducido al silencio cuando el año 1966 señaló 10 graves errores que tenían vía libre después del concilio.

La Misa Católica de San Pio V producto del Concilio Dogmático de Trento recibió mortal ataque, al designar Paulo VI a los protestantes Georges, Koneth, Jasper, Sephard, Smith y Max Turian, para sustituirle por un nuevo rito luterano.

El 30 de Octubre de 1969, los cardenales Alfredo Ottaviani y Antonio Bacci, acusaron al Papa Paulo VI de haber permitido una reforma casi herética de la misa. La acusación se hizo pública un mes antes de la entrada en vigor del nuevo rito. Desde entonces, muchas plegarias fueron omitidas, otras como las de la consagración del Pan y del Vino sufrieron modificaciones y se permitió a las mujeres desempeñar "un papel en la misa".

La respuesta a la petición de los cardenales para que fueran suspendidos los cambios, fue un insólito ataque del Vaticano en manos "progresistas".

El odio a lo católico y el amor a lo anticatólico, se evidencia, asimismo, con la negativa de Paulo VI a recibir a los catolicos tradicionalistas que estuvieron toda la noche a las puertas del Vaticano para pedir que permitiera la Misa de San Pío V. El amor a lo anticatólico, quedó evidente unas horas después, al recibir a los guerrilleros comunistas del Africa en audiencia especial.



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