jueves, 24 de febrero de 2011

EL MOVIMIENTO CARISMÁTICO NO ES CATÓLICO

He aquí un examen católico del Movimiento Carismático desde distintos puntos de vista. Los autores nos presentan un análisis teológico de este movimiento protestante que penetró en la Iglesia Católica en 1967 y seduce hoy a muchas almas.


Introducción
El pentecostalismo es una nueva herejía que se ha infiltrado en la Iglesia con el fin de debilitarla desde el interior. Va de la mano del modernismo y también lo refuerza. Los dos movimientos proceden de igual manera y se apoyan mutuamente en el trabajo de demolición.
Ahora bien, si el modernismo destruye la Iglesia en cuanto a la doctrina, el pentecostalismo lo hace en cuanto al culto. Ambos se disfrazan con piel de oveja. Por eso su terminología es muy similar a la católica. Con palabras piadosas y su proceder externo pueden engañar incluso a las personas más cautas. Por ello es preciso quitarle la piel de oveja para desenmascarar a los lobos rapaces que se esconden en su interior.
El pentecostalismo es un movimiento subversivo controlado y cuidadosamente dirigido por los enemigos ocultos de la Iglesia con el fin de debilitarla y llegar a su ruina total. Promete a sus adeptos la plena experiencia del Espíritu Santo que tuvieron los Apóstoles el día de Pentecostés, junto con algunos de los dones externos que recibieron, especialmente los de las lenguas, curación y profecía.A esta extraordinaria experiencia se le llama Bautismo del Espíritu, que reciben con la imposición de las manos.
Los adjetivos pentecostal y carismático indican perfectamente el carácter de éste movimiento: pentecostal se refiere a la plenitud del Espíritu Santo recibido en el primer domingo de Pentecostés, mientras carismático alude a los carismas, o dones extraordinarios que acompañaron la venida del Espíritu Santo aquel día.
Renovación en el espíritu
Aquí muchas personas se engañan, porque entienden que el movimiento pretende simplemente ofrecer plegarias  especiales e intensificar la devoción a la Tercera Persona de la Santísima Trinidad. Pero esto no es así. Las pretensiones de este movimiento son mucho más grandes, y sus efectos, si fuesen verdaderos sobrepasarían con mucho los producidos por los siete sacramentos instituidos por Jesucristo.
Sin embargo, el movimiento carismático y la Iglesia Católica no pueden estar de acuerdo. Si la Iglesia es verdadera, entonces el pentecostalismo es falso, y al revés, si el pentecostalismo es verdadero, la Iglesia Católica es falsa. Pero como la Iglesia Una, Santa, Católica y Apostólica no puede ser falsa, se sigue que el pentecostalismo es falso y debe rechazarse.
Es menester  examinar el movimiento desde distintos puntos de vista. Al hacerlo, será imposible evitar repeticiones que, sin embargo, ayudarán al lector a hacerse una idea lo más completa posible de este movimiento que toca los fundamentos mismos de la piedad cristiana.

Una construcción sobre arenas movedizas
Doctrinalmente el movimiento esta construido sobre arenas movedizas. En efecto, cualquiera que intentase analizarlo a la luz de la enseñanza infalible de la Iglesia y de su Tradición auténtica, se encontraría frente a algo inasible.
El movimiento afirma fundarse en la experiencia personal y bajo la inspiración directa del espíritu Santo, cosas ambas que nadie puede controlar, y, como dicen los pentecostales, un movimiento tan lleno de vida no puede definirse y contenerse en los límites de fórmulas tradicionales. De ahí se sigue que el movimiento carismático no posee una doctrina sólida, sino sólo vagas afirmaciones, referencias inconsistentes del Nuevo Testamento, y formulaciones provisionales, en suma es una sombra evanescente.

Sus mismos jefes lo admiten.Orientaciones teológicas y pastorales sobre la renovación carismática católica es uno de los documentos más importantes del movimiento. Fue preparado en Malinas (Bélgica) del 21 al 26 de mayo de 1974 por algunos "expertos" internacionales, bajo la guía del Cardenal León Suenens, que, como nos informa el documento, "tuvo parte activa en la discusión y formulación del texto" (Prefacio). También se dice que "el documento no es exhaustivo y se requieren ulteriores estudios (...) esta afirmación representa una de las ideas más repetidas (...) el texto se presenta como una tentativa de respuesta a las principales preguntas que suscita el movimiento carismático" (prefacio). En otras palabras,  los autores no saben que es lo que son "ciegos guías de ciegos" (san Mateo 15, 14).
Cuando pasamos al texto, nos tropezamos con multitud de afirmaciones vagas, medias afirmaciones, intento de respuestas y opiniones. A duras penas se hacen algunas distinciones. Sin embargo las distinciones son justamente la base y la fuente de cualquier argumento teológico. Sin ellas es imposible distinguir lo verdadero de lo falso, la opinión o la hipótesis de la doctrina segura.
Tómese por ejemplo, el pasaje de la pág. 21 titulado La experiencia religiosa pertenece al testimonio del Nuevo Testamento, donde se afirma que "La experiencia del Espíritu Santo es la contraseña de un cristiano, y en parte, con ella los primeros cristianos se distinguían de los no cristianos. Se consideraban representantes, no de una nueva doctrina, sino de una nueva realidad: el Espíritu Santo. Este Espíritu era un hecho vital, concreto que no podían negar que eran cristianos. El espíritu les había sido infundido y lo habían experimentado individual y comunitariamente como una nueva realidad. La experiencia religiosa, es preciso admitirlo, pertenece al testimonio del Nuevo Testamento: si se quita esta dimensión de la vida de la Iglesia, se empobrece la Iglesia".
Sería difícil juntar en un párrafo tantas verdades, falsedades y medias verdades.
El texto es escurridizo, suena como algo piadoso y, para el ignorante, también convincente; pero en realidad es falso.
Es falsa la afirmación de que "los primeros cristianos se consideraban representantes no de una nueva doctrina, sino de una nueva realidad: el Espíritu Santo". La verdad es que Cristo envió a los Apóstoles a enseñar a todas las gentes (San Mateo 28). Ahora bien, enseñar es, ante todo y sobre todo, aceptar y transmitir una doctrina, no experimentarla, cosa ésta muy subjetiva y por lo mismo sujeta a ilusiones.
La "tesis de la experiencia y de la Fe" es la tesis de Lutero, no de Cristo, que vino "a dar testimonio de la verdad" (San Juan 18, 37) y que nos ha enseñado una doctrina bien definida respecto del Padre, de Sí mismo y del Espíritu Santo, de su Iglesia, los Sacramentos, etc. Él exigía que su enseñanza fuera aceptada con fe ciega, y que no fuera experimentada: "el que creyere y fuere bautizado, se salvará; pero el que no creyere se condenará (San Marcos 16, 16).
San Pablo escribió duros reproches a los Gálatas, porque se habían desviado de su primitiva enseñanza y les decía, que si Él mismo o un ángel les predicase una doctrina distinta de la que les habían predicado al comienzo, debía ser considerado anatema. Los Apóstoles y los primeros cristianos estaban muy interesados en la doctrina, y muy poco en el sentimiento y la experiencia. (Gálatas 1, 8).


El resto del párrafo y todo el capítulo que trata de Fe y Experiencia son una obra maestra de confusión.Tómese por ejemplo esta pasaje "el Espíritu Santo fue infundido sobre ellos y fue experimentado por ellos individual y comunitariamente como una nueva realidad".
Esto implicaría, aunque los autores se cuidan de no comprometerse con una afirmación categórica, que todos los cristianos de la era apostólica recibieron la efusión del Espíritu Santo y tuvieron la misma experiencia que los Apóstoles en el día de Pentecostés,con los mismos fenómenos místicos y milagros. Pero esto es falso: no hay nada en el Nuevo Testamento, en los escritos de los Padres, o en la enseñanza oficial de la Iglesia, que nos diga que sucedió así.
El Nuevo Testamento, es verdad, narra algunos casos en los que el Espíritu Santo descendió de manera extraordinaria sobre los nuevos cristianos, pero fueron casos raros y aislados.Incluso en el primer día, cuando fueron bautizadas tres mil personas, los primeros convertidos de la Iglesia, no hay indicios de que se produjera algún milagro de los Apóstoles entre ellos.
Además las palabras susodichas confunden dos cosas distintas: la íntima paz y alegría, que son propias de un verdadero cristiano (paz y alegría que sobrepasan todo sentido y human comprensión y que nadie puede arrebatarle), y la experiencia extraordinaria y mística, con carismas maravillosos, concedida a los apóstoles el día de Pentecostés y a algunas almas privilegiadas a los largo de los siglos.
Ocasionalmente Dios concede tales dones divinos a los hijos de los hombres, pero en ningún modo se deben al hombre, ni han sido prometidos a todo cristiano, ni son necesarios para santificarse.

Próximo tema:
Antecedentes y orígenes del pentecostalismo.

1 comentario:

  1. Convence primero al Papa y al Magisterio de la Iglesia de esto que escribes para que sean ellos mismos los que nos digan esto. Por lo mientras este tipo de blogs son confusion y perdida de tiempo porque a alguien como tu no le pertenece hablarnos de algo que va al contrario de lo que la Iglesia ha claramente aprovado. Bendiciones.

    ResponderEliminar