martes, 22 de marzo de 2011

EN LA ÚLTIMA CENA



De poco o nada serviría para los protestantes demostrar únicamente con la profecía de Malaquías la realidad del Santo Sacrificio de la Misa. Son muy duchos en tergiversar las palabras de la Escritura, que dicen venerar como palabra de Dios, cuando una interpretación torcida conviene al interés de su doctrina.


Es preciso demostrarles, dada la importancia del asunto que fue el mismo Jesucristo, el que realizó aquella profecía con la institución del Sacrificio de la Misa y del sacerdocio, que había que ofrecerlo.


Dicen ellos que Malaquías profetizó el Sacrificio del incienso, que se quema en honor de Dios en todas partes, a pesar de que al incienso no puede llamársele víctima, en el sentido natural de las palabras, ni mucho menos víctima u oblación pura, ni se quema por los pecados del mundo, sino por solo un tributo de adoración a Dios.


Es pues preciso demostrarles, que Jesucristo nos dejó una víctima  pura que es su propio cuerpo y sangre, la que ha de ofrecerse a Dios, por los pecados del mundo, y por un legítimo sacerdocio.


En efecto cuatro relatos tenemos en los Evangelios y Nuevo Testamento de la institución de este Sacrificio verdadero y del sacerdocio, por Jesucristo mismo.


San Mateo en capítulo XXVI, ver 26 al 48, dice: "Mientras estaban cenando tomó Jesús el Pan , y le bendijo, y partió y dióselo a sus discípulos, diciendo: Tomad y comed; este es mi Cuerpo. Y tomando el cáliz dió gracias y dióselos diciendo: Bebed todos de él. Porque esta es mi Sangre  que será el sello del Nuevo Testamento, la cual será derramada por muchos para la remisión de los pecados".


Todavía la traducción de Valera (protestante) es más contundente, pues dice: Tomad y comed esto es mi cuerpo. Bebed de él todos, porque ESTO es mi sangre del nuevo pacto la cual ES DERRAMADA...


San Marcos en el capítulo XIV vers. 17 y sigtes, dice: "Y estando ellos comiendo tomó Jesús pan y bendiciéndolo, partiólo y les dio y dijo: Tomad ESTO es mi cuerpo. Y tomando el vaso, habiendo dado gracias, les dio, y bebieron de él todos. Y les dice: ESTO es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada".


San Lucas en el capítulo XXII vers. 17 y sigtes, dice: Y tomando el pan, habiendo dado gracias, les dio diciendo: ESTO es mi cuerpo que por vosotros ES dado; HACED ESTO EN MEMORIA DE MI. Así mismo también el vaso, después que hubo cenado, diciendo: Este vaso es el nuevo pacto en mi sangre que por vosotros Se derrama.


Finalmente San Pablo es todavía más explícito en su Primera Epístola a los Corintios capítulo XI vers. 23 y sgtes.: Porque yo RECIBÍ DEL SEÑOR  lo que también os he enseñado: Que el Señor Jesús, la noche que fue entregado, tomó pan y habiendo dado gracias lo partió y dijo: Tomad y comed, ESTO es mi cuerpo, que por vosotros es partido: HACED ESTO EN MEMORIA DE MI. Porque todas las veces que comeréis ESTE PAN y BEBIERES ESTA COPA, la muerte del Señor ANUNCIÁIS, hasta que venga. De manera que cualquiera que comiere este pan o bebiere esta copa del Señor indignamente será culpado del Cuerpo y de la Sangre del Señor.


Vemos pues a los cuatro relatos concordes absolutamente en que Jesucristo en la última cena de su vida mortal, tomó el pan y el vino y los bendijo dando gracias (esto es, los consagró) y declaró abiertamente que eran su Cuerpo y su Sangre separadamente lo cual constituye una víctima y esta víctima era ofrecida, dada, derramada su sangre, por la remisión de los pecados. Y esto en aquel momento, fijémonos bien, antes del Sacrificio de la Cruz.


En aquel mismo momento Jesucristo no derrama real y visiblemente su sangre, separándola del cuerpo de alguna manera. Esto lo iba a hacer en la cruz, al día siguiente. Sin embargo, los mismos protestantes convienen en que dijo en aquel momento ES DADA, ES DERRAMADA. El Sacerdote Eterno, según la orden de Melchisedec, (por aquello del pan y del vino) ofrecía pues, dando gracias al Padre, consagrando, y por la remisión de los pecados, una víctima, (su Cuerpo y Sangre, de una manera misteriosa separados). Esto es un verdadero Sacrificio.


No es el Sacrificio de la Cruz, esto es, el sacrificio CRUENTO, del día siguiente, pero sí es el mismo Sacrificio de la Cruz, porque es el mismo sacerdote que lo ofrece, y la misma víctima, y el mismo fin o intención de aquél, pero distinto accidentalmente en que no es cruento, sino una verdadera inmolación, aunque incruenta.


No basta eso. A renglón seguido ordena a sus discípulos que hagan lo mismo que Él ha hecho, en memoria suya y anunciando su muerte cuantas veces lo hicieren. Esto es, les confiere el poder de hacer lo mismo que El acaba de hacer, o sea los instituye sacerdotes, para que puedan hacer EN SU REPRESENTACIÓN, el mismo Sacrificio, con la misma víctima. Digo con la misma VÍCTIMA, porque las palabras de San Pablo son terminantes de que así lo entendieron los mismos apóstoles: Cualquiera que coma este pan y beba de esta copa indignamente ES REO DEL CUERPO Y DE LA SANGRE DEL SEÑOR, que estarán allí bajo el aspecto de pan y vino, después de consagrados por ellos en nombre de Cristo y con sus mismas palabras y acciones tales cuales El las hizo en la Cena.


¿Quién no ve en esto la institución de un nuevo sacerdocio, distinto del israelita, y de un sacrificio verdadero, que tendrán que hacer, en memoria y a imitación de lo que hizo el Señor, de un modo incruento en la Cena? 
Y ¿quién puede dudar que es el mismo sacrificio, aunque incruento de la Cruz?


Lo protestantes niegan en primer lugar este nuevo sacerdocio. Aquellas palabras de Cristo, haced esto en memoria mía, no son para ellos sino una orden de hacer una ceremonia simbólica y representativa de lo que fue el Sacrificio de la Cruz, pero no de hacer un verdadero Sacrificio, lo que es propio del Sacerdote legítimamente instituido. Y admiten esto porque no creen que bajo las especies de pan y vino esté el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo, es decir para ellos NO HAY VÍCTIMA ALGUNA, y sin víctima no hay sacrificio, y sin sacrificio no hay sacerdote.


Pero entonces ¿cómo interpretan las gravísimas palabras de San Pablo de que el que come  y bebe de aquel pan y vino después de consagrado, es reo, si lo hace indignamente, del CUERPO Y DE LA SANGRE DE JESUCRISTO, y no reo sólo del pan y del vino benditos en una ceremonia representativa, que no es real el sacrificio?


Pues sencillamente le quitan toda su gravedad y todo su profundo y natural sentido a esas palabras diciendo que siendo una ceremonia conmemorativa del único sacrificio de la Cruz, es malo participar en esa ceremonia indignamente. Pero la gravedad de las palabras de Pablo está en que se hace, el que participa indignamente en esa ceremonia, REO no de profanar algo que es por lo que representa santo, sino del mismo Cuerpo y Sangre, no de su representación.


Todos los ágapes que se celebran en tiempos de los Apóstoles eran representativos de la Cena del Señor y precisamente el Apóstol San Pablo contrapone la Cena del Pan y Vino consagrados, que se hacía en medio de los ágapes, a estos ágapes, como se puede ver en todo el capítulo de la Epístola que he citado. Allí también se queja de los abusos que se introdujeron a esos ágapes, representativos, pero no esenciales al sacrificio. Y reprende los abusos, porque en medio de esas ceremonias se llevaba a cabo el verdadero sacrificio del Cuerpo y la Sangre de manera que por comer indignamente este Cuerpo y beber esta Sangre, era por lo que se hacían reos del Cuerpo y de la Sangre, no por comer de los otros manjares, aunque fueran pan y vino.


Es pues el Sacrificio de la Misa un verdadero Sacrificio instituido por Jesucristo, en la última Cena, para que sus discípulos Sacerdotes, lo celebren siempre (cuantas veces comieres de este pan...) Y así se realiza la gran profecía de Malaquías, que de otro modo no hubiera tenido realización, porque no hay otro sacrificio en la Iglesia de Cristo.







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