A pesar de que en la religión islámica --y menos aún en el islam wahabí-- el culto a los "wali" u "hombres santos" no puede ser comparado al lugar que tiene en la religión católica, sí que es cierto que los hombres considerados santos son venerados en todo el orbe musulmán como intercesores ante Dios, según los ritos locales de cada comunidad.
Obviamente, Osama Bin Laden --cuya figura rechaza la inmensa mayoría de los musulmanes-- no estaba destinado a convertirse en un santo de la devoción de la Ummah, pero su eventual lugar de entierro podría haber sido un lugar donde elementos radicales podrían instalar su culto. Aparte de la humillación que puede suponer para los integristas el hecho de que el cadáver del líder de Al Qaeda sea arrojado al mar y no enterrado según los ritos islámicos -y la ira que podría desencadenar-, Washington buscaba con la desaparición del cadáver de Bin Laden lo mismo que hicieron hace 50 años los militares turcos, que se consideran los garantes del laicismo oficial de la República de Turquía.
Una noche de julio de 1960, apenas unos meses después de que el Ejército hubiese llevado a cabo su primer golpe de estado contra la democracia turca, el coronel Alparslan Türkes ordenó a sus hombres seguirle en una delicada misión. El objetivo era la tumba de Said Nursi, un importante teólogo musulmán conservador de origen kurdo, que había criticado duramente la deriva laicista tomada por el régimen de Mustafa Kemal Atatürk. Nursi había muerto semanas antes del golpe de Estado, no sin antes haber atraído a los islamistas turcos hacia el gobernante Partido Demócrata, contra el que se rebelaron los militares, por lo que Türkes y sus soldados deseaban impedir que el lugar donde sus restos reposaban se convirtiese en un lugar de veneración.
Circulan varios versiones sobre el modo en que el coronel se deshizo del cuerpo: hay quienes aseguran que simplemente trasladó el cuerpo a un cementerio de una localidad del oeste de Turquía, pero otros autores sostienen que, con el cadáver a cuestas, tomó un avión militar y arrojó el cuerpo de Nursi al mar Mediterráneo, cerca de la isla de Chipre.
Sin embargo, a los militares no les salió bien la jugada, ya que las ideas de Nursi --con cadáver o sin él-- siguieron influyendo en sus adeptos. La cofradía Nurcu --o seguidores de Nursi--, a lo largo de su historia, ha contado con numerosos e influyentes miembros. De hecho, el teólogo Fethullah Gülen, con gran influencia en el actual gobierno islamista moderado de Recep Tayyip Erdogan, procede de los Nurcu y su comunidad religiosa es comparada -por ideas y poder- con el Opus Dei. Una cosa es deshacerse de un cuerpo sin vida, otra muy diferente, de unas ideas.
Andrés Mourenza
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