De una carta recibida de Guadalajara, Jalisco; México.
"Uno de los políticos que hay aquí y que fue gobernador del Estado y que tiene una alma negra, mandó unos hombres que se mezclaran con los católicos que estaban en el Santuario, y a quienes dio orden para que dispararan sobre el automóvil en que iban unos militares que tenían que pasar por enfrente del Santuario. Dichos hombres cumplieron su cometido, dando por resultado que los militares inmediatamente enviaron un fuerte piquete de soldados con órdenes expresas de atacar a todas las personas que estaban en el Santuario. Dicha iglesia, que estaba llena de gente, toda indefensa, al oír los disparos empezaron a salir y aquello fue una verdadera carnicería, pues tuvieron la idea satánica de apagar todo el circuito de luz de ese rumbo. Según me contó una persona de las que estaban en la iglesia, y que pudo escapar, aquello fue una cosa terrible.
No se oían más que lamentos de los heridos entre los disparos de la fusilería, y no tuvieron compasión ni de las mujeres ni de los niños, habiendo perecido casi todos. En la iglesia sin embargo, quedó mucha gente, hombres y mujeres. Entre los primeros había alrededor de 400, éstos últimos habiendo sido presos al día siguiente. Todo esto pasó como a las nueve y media de la noche, y los que quedaron en el templo estuvieron cantando alabanzas hasta el día siguiente. Muchas de las personas que salieron de la iglesia después de haber pasado los primeros disparos, al gritarles los centinelas (pues estaba custodiada toda la manzana): "¿Quién vive?" y contestaban: ¡Viva Cristo Rey!", y con la mayor sangre fría se ponían el fusil al hombro y los mataban.
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