MONSEÑOR THUC
Este sorprendente obispo vietnamita nació en Phu-Cam el 6 de octubre de 1897 en el seno de una familia de origen mandarín y profundamente católica. A los doce años ingresó en el seminario de Anninh y luego prosiguió sus estudios en el de Hué, para culminarlos en Roma y París. Obtuvo los doctorados en filosofía, teología y en Derecho Canónico por la Universidad Gregoriana y será también diplomado en la Sorbonne. Desde su juventud fue un hombre tan discreto como brillante. El 20 de octubre de 1925 fue ordenado sacerdote y volvió a Hué en 1927 como profesor de seminario.
A finales de los años 20, el Vaticano creó un episcopado autónomo en el sudeste asiático y eligió a Monseñor Thuc para ser el tercer obispo vietnamita, siendo consagrado el 4 de mayo de 1938 por Monseñor Dumortier, vicario apostólico de Saigón . Monseñor Thuc fue particularmente activo en la diócesis de Vinh-Long, confiada a sus cuidados pastorales. Inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial, fundó en Dalat, la primera universidad católica de Indochina.
En 1954, Ngo-Dinh-Diem, hermano de Monseñor Thuc, se convirtió en jefe de gobierno y al año siguiente fue nombrado primer jefe de Estado y Presidente de Vietnam del Sur. Católico y nacionalista, se opuso duramente al dominio francés. El 2 de noviembre de 1960, Monseñor Thuc recibe el título de Arzobispo de Hué y el de Asistente al Trono Pontificio. Con la apertura el Concilio Vaticano II partió a Roma; ese viaje resultó providencial para que Monseñor Thuc sobreviviera a la matanza que acabó con toda su familia. El Presidente Diem fue derribado por un golpe de Estado el 1º de noviembre de 1963 y masacrado con toda su familia. Esas ejecuciones marcaron el inicio histórico de la guerra del Vietnnam. Incluso sus adversarios vietnamitas consideran que Monseñor Thuc fue un “excelente obispo”, pero, por razones obvias, jamás pudo reintegrarse a su diócesis y comenzó sus años de exilio.
TRÁGICO ERROR EN EL PALMAR DE TROYA
El 17 de febrero de 1978, Paulo VI lo obligó a dimitir. Desprovisto de pensión vivió en la más absoluta miseria en Roma, Casamari y Arpino, ayudando a los sacerdotes en sus ministerios respectivos, hasta que algunos clérigos que había conocido en Ecône le invitaron a desplazarse al Palmar de Troya en España en la Navidad de 1975. Allí parecían producirse apariciones marianas (que jamás han sido reconocidas por la Iglesia) y la Virgen emitía “mensajes” particularmente anti-modernistas que alertaban a los fieles contra las nuevas orientaciones conciliares y las reformas litúrgicas.
No queda establecido que Monseñor Thuc diera crédito a las apariciones, pero si es cierto que constató el carácter, aparentemente tradicional, de la congregación fundada por Clemente Domínguez. Fue éste el motivo por el que consagró a Clemente y a otros cuatro miembros de su comunidad, primero como diáconos y sacerdotes y luego como obispos el 11 de enero de 1976.
Este gesto obligó a Paulo VI a lanzar el mandato de excomunión contra Monseñor Thuc. Algunos sacerdotes afectos al Vaticano le dieron a conocer nuevos documentos sobre la personalidad de Clemente Domínguez y lo improbable de sus visiones. Estos documentos y testimonios, junto a la evolución del sevillano, le hicieron romper y condenar a la iglesia palmariana. Hecho esto, inmediatamente la absolución. La Iglesia Palmariana quedó como una extraña aventura personal de Clemente Domínguez, situada en el terreno de la anécdota y lo sainetesco que perpetúa el error de apreciación del obispo vietnamita, pues, a la postre, la Iglesia Palmariana encuentra su legitimidad en sus consagraciones.
Tras este incidente se retiró a Toulon donde vivió en una pequeña habitación en situación de extrema pobreza. Sin embargo, poco tiempo después, entraron en contacto con él algunos católicos tradicionalistas, formándose un círculo muy cerrado y extremadamente discreto de discusión sobre los peligros que acechaban a la Iglesia. Uno de los asistentes a estas reuniones, Jean Laboire, fue consagrado obispo en secreto por Monseñor Thuc.
Posteriormente, conoce a un grupo tradicionalista de Munich que está en contacto con un sacerdote francés, el padre Guérard des Lauriers, un sostenedor de la misa tridentina, convencido de que la Sede Vaticana estaba vacante. Guérard será consagrado obispo el 7 de mayo de 1981 y en octubre de ese mismo año consagrará a dos sacerdotes mejicanos. A pesar de las apariencias, estas consagraciones apostólicas son radicalmente diferentes a las oficiadas en El Palmar, varias se realizaron sobre personalidades tradicionalistas de reconocido prestigio en la Iglesia. Tal es el caso de Monseñor Guérard des Lauriers.
EL PADRE GUERARD DES LAURIERS
Nacido en Suresnes en 1898, realizó brillantes estudios de ingeniería en la prestigiosa Escuela Politécnica de París y luego en la Escuela Normal Superior. En 1924 pasó a ser profesor titular de Matemáticas, pero dos años después, ingresó en la Orden de los Dominicos. El 29 de julio de 1931 fue ordenado sacerdote por el obispo de Tounai. Los veinte primeros años de su ministerio transcurrieron discretamente; el padre Guérard cumplió con lo que se esperaba de él; aprende y lee hasta convertirse en un hábil polemista cuyos escritos destilan oposición contra los despuntes de la nueva teología. Teilhard du Charden, los modernistas y lubacistas, son considerados por él como enemigos de la Iglesia.
Tras el conciclio, en 1969, elaborará el primer examen crítico sobre la nueva liturgia y se adherirá a las tesis de los cardenales Bacci y Ottaviani. Poco a poco, ira perfilando la idea de la "Sede vacante". El Padre Guérard des Lauriers sostuvo que, a partir de Paulo VI, los papas han profesado la herejia modernista y por tanto, al hacerlo, dejaban de ser papas "sustancialmente", para serlo solo "materialmente". La tesis así resumida es, sin embargo, compleja y delicada desde el punto de vista teológico. Fue inicialmente publicada en los "Cahiers de Cassiaciacum" y tiene la virtud de ser la primera refutación completa, desde el punto de vista teológico, de la legitimidad de los últimos papas. A partir de aquí y de la actividad de Monseñor Thuc, cobra forma la corriente "sedevacantista" que hasta ese momento solo había sido un estado de ánimo de una pequeña fracción integrista radical. Los seguidores del Padre Guérard des Lauriers sostienen que hasta ese momento solo existía un sedevacantismo que definen como "puro y duro": el Papa ha sido elegido fraudulentamente por un colegio cardenalicio indigno y a su vez fraudulento o degenerado. Tal juicio carecía de fundamentación teológica y se basaba en rumores, opiniones subjetivas o simplemente juicios temenarios. En buena medida, las tesis "sedevacantistas" que sostendrá a partir de principios de los años 80, Monseñor Thuc, se basarán en los estudios teológicos del Padre Guérard. En una carta enviada hacia finales de su vida a un correligionario, pareció variar sensiblemente su opinión y endurecer su postura, negando que Juan Pablo II -a quien llamaba simplemente con la "W" de Wojtila- fuera ni siquiera papa "materialiter", es decir, negando toda legalidad y legitimidad a su elección. La carta -mencionada en el Web consagrado al Padre Guérard- indica que este teólogo siguió analizando la situación del Vaticano hasta el final de sus días y cuando falleció distaba mucho de haber completado el estudio; sin embargo, lo esencial de la materia estaba ya tratado: "Como ésto no cambia nada en relación a lo que por el momento debemos hacer -sigue el Padre Guérard en su carta-, espero aun antes de plantear públicamente la cuestión".
Finalmente, el Padre Guérard será consagrado obispo por Monseñor Thuc en 1981 y consagrará a su vez a otros tres obispos. Morirá el 27 de febrero de 1988 a la edad de 90 años. Sin embargo son muchos los católicos "sedevacantistas" que recuerdan su vida, su obra y que, diez años después de su muerte, siguen sosteniendo sus ideas. En Italia el Instituto Mater Boni Consilii, manifiesta una vitalidad inusitada con la edición de una revista periódica, "Sodalitium", que tiene también su traducción electrónica en Internet. Sin embargo son los obispos norteamericanos, consagrados por Guérard des Lauriers, quienes se muestran más dinámicos y con mayor capacidad de crecimiento. Poco despues de su muerte publicaron un documento que resume los puntos esenciales del sedevacantismo.
El documento comienza afirmando que la Iglesia vive una situación excepcional -"la privación de un verdadero Pontífice"- y que, por tanto, corresponde adoptar medidas igualmente excepcionales. "Aunque en ausencia formal del soberano pontífice legítimo no reivindicamos para nosotros mismos la jurisdicción, es decir, el poder de gobernar propio a los Ordinarios diocesanos, sin embargo, en tanto que legítimamente consagrados para continuar la misión apostólica en ausencia formal de soberano pontífice, tenemos, no solo los poderes sacramentales del episcopado, sino también el encargo de la enseñanza inherente y propia de éste. En virtud de esto llamamos al clero y a los fieles a unirse a nosotros para rechazar, como totalmente ilícitas, las reformas instituidas por el llamado concilio Vaticano II o nacidas de él y, según la unición del Apóstol, "guardar fielmente las tradiciones" (...) La tradición sagrada, la tenemos, como enseña la Iglesia, como guardiana e intérprete de la verdad católica, expresando en sí misma el magisterio infalible de la Iglesia cuya autenticidad garantiza".
Posteriormente el documento señala a la bestia negra del "sedevacantismo", las corrients ecuménicas surgidas del Concilio. "Este veneno que es el Ecumenismo se revela de forma evidente en el nuevo culto nacido del concilio, es decir en la misa del "nuevo orden" (...) Todo se ha protestantizado manifiestamente. Todo lo que constituía la marca propia y la belleza del catolicismo, representado por la sacro-santa lengua latina de la Iglesia en Occidente, ha sido despiadadamente suprimido de las antiguas oraciones litúrgicas".
Señalan luego que los males que habían previsto desde la conclusión del Concilio y el establecimiento de la nueva liturgia, "no hacen más que acrecentarse (...) La anarquía, tanto doctrinal como disciplinaria, invade con frenesí escuelas y parroquias y resultan incontables los escándalos perpetrados por los sacerdotes y los obispos apóstatas". Ven "pueblo de Cristo" disperso y desorientado, señalan la quiebra de las vocaciones, la reducción de los asistentes a los oficios religiosos, la eclosión de las sectas, defecciones en el clero y en los monasterios, la "vida religiosa prácticamente destruida". La concepción del papel de la Iglesia como una parte del "Pueblo de Dios" y las relaciones entre católicos y protestantes, merecen las invectivas de estos obispos disidentes: "La era introducida por el concilio lleva las marcas de la gran apostasía que debe preceder al advenimiento del Anticristo, predicho por Pablo en la Segunda Epístola a los Tesalonicenses". Cualquier componenda debe ser rechazada: "La conciencia católica no puede aceptar el compromiso. No podemos, como pretenden algunos, reconocer la autoridad divina en los papas conciliares de una parte, y al mismo tiempo desobedecerles bajo pretexto de que su enseñanza no es infalible". Reconocen luego la dificultad que estriba en solicitar a los sacerdotes que abandonen sus parroquias y se adhieran a la disciplina estricta de los católicos tradicionales. Pero los principios son irrenunciables: "La Fe no puede ser comprometida. La profesión y la práctica externas de la fe deben estar en plena conformidad con la verdad de la enseñanza católica". Recuerdan que hubo muchos católicos que en la Inglaterra de Enrique VIII rechazaron, al precio de su vida, la escisión anglicana e hicieron profesión pública de su fe. Proponen a los católicos que se nieguen a participar en los nuevos ritos, incluso aunque se trate de misas en latín en las que se celebre la comunión con el "falso papa y los obispos que le sirven".
Entonces ¿qué pueden hacer los fieles? Hay lugar para la esperanza: "Todo esto no implica que no haya solución y que no se pueda practicar la fe más que en privado. Cuando no se pueda asegurar los servicios de un sacerdote fiel, vemos una solución en el rezo del Santo Rosario. Nadie perecerá si tiene auténtica devoción al Rosario. Se debería recitarlo no solo en privado y en familia, sino también en común, sobre todo en domingo y en compañía de otros católicos. Así la obligación de culto público sería realizado de la mejor manera posible mientras fuera imposible celebrar la misa (...) El deseo ferviente y explícito de recibir la santa comunión puede obtener una gran parte de las gracias que da el sacramento. Al mismo tiempo la doctrina y la espiritualidad católicas ortodoxas deben ser buscadas en los libros que ostentan el imprimatur oficial de la Iglesia anterior al Concilio Vativano II. En cuanto a los niños, es preciso enseñarles las bases del catecismo católico tradicional, e incluso bautizarlos, si no hay otro remedio, en ausencia de un sacerdote católico".
Era inevitable que los católicos "sedevacantistas" terminaran preguntándose la razón de las causas que afligen hoy a la Iglesia. ¿Por qué está crisis? ¿por qué la Iglesia afronta su desintegración? ¿es la voluntad de Dios? La respuesta demuestra que el mensaje de Fátima y de La Salette sigue vivo entre estos católicos tradicionalistas. Son las culpas de los fieles las que han acarreado el castigo de Dios, es la relajación del clero y los pecados de la humanidad lo que ha obrado la retracción de la protección divina a la Iglesia. No hay otro culpable que el pueblo de Dios y solo un "verdadero pastor" (un verdadero Papa) será capaz de restaurar la Iglesia en todo su esplendor.
El mensaje causó impacto en la facción tradicionalista de la Iglesia se vió engrosada por nuevas adhesiones. Fue así como la obra del Padre Guérard y de Monseñor Thuc continuó en la "Congregation of Mary Immaculate Queen" de Mount Saint Michael en Spkane y en otras instituciones menores similares. La congregación regenta la no despreciable cifra de una treintena de capillas dirigidas por los obispos McKenna y Pivarunas. Este último dirige el seminario "Mater Dei" en Nebraska. A esta comunidad pertenece un laico notable y signicativo, el Doctor Rama P. Coomaraswamy, hijo de Ananda K. Coomaraswamy, uno de los discípulos más destacados de René Guenon.
OBRA Y TRAGEDIA DE MONSEÑOR THUC
Compartiendo las doctrinas del Padre Guérard, Monseñor Thuc, a principios de 1982 declarará públicamente en Munich que Juan Pablo II no es verdadero Papa y que la sede está vacante. El documento firmado el 25 de febrero dice textualmente: "¿Qué nos parece la Iglesia Católica de nuestros días? En roma, reina el "papa" Juan -pablo II, asistido por el Colegio Cardenalicio, así como por un gran número de obispos y prelados. Fuera de Roma, la Iglesia Católica parecía floreciente con sus sacerdotes y obispos. Los católicos son numéricamente importantes. Cada día, la Misa se celebra en gran número de Iglesias y, el día del Señor, las iglesias acojen a un gran número de fieles para asistir a la Santa Misa y recibir la Comunión...
Pero a ojos de Dios ¿cómo se presenta la Iglesia actual? estas misas cotidianas y dominicales ¿son agradables a Dios? En ningún caso, por que esta misa es idéntica para los católicos como para los protesantes. Por esta razón, no es agradable a Dios y es inválida. La Misa agradable a Dios es la Misa de San Pío V que celebran el pequeño número de sacerdotes y obispos de los que formo parte. Por ello, en la medida en que me sea posible, abriré un seminario para los candidatos a un sacerdocio agradable a Dios.
En además de "Misa" que ofende a Dios, hay numerosos elementos que son objeto de un rechazo por parte de Dios, por ejemplo en la ordenación sacerdotal, en la consagradación episcopal, en los sacramentos de Confirmación y Extremaución.
Además, estos sacerdotes citados antes profesan:
1) El Modernismo.
2) Un falso ecumenismo.
3) El culto al Hombre.
4) El indiferentismo religioso
5) El rechazo a condenar herejes y la excomunión de los heréticos.
Es por ello que, en mi calidad de obispo de la Iglesia Católico Romana, juzgo que la Sede de la Iglesia Católica en Roma está vacante y que es mi deber de obispo hacer todo lo posible para que la Iglesia Católico Romana perduce en vistas de la salvación eterna de las almas".
De regreso a Francia, consagrará un nuevo obispo y viajará a Estados Unidos. Residirá durante algunos meses en el monasterio de un obispo de su linaje donde será literalmente secuestrado por vietnamitas católicos residentes en EE.UU. Durante más de un año y medio nadie sabrá nada de él hasta que el 11 de julio de 1985, el “Osservatore Romano” publica una “retractación” de su declaración de Munich, así como una “petición de perdón” para sus consagraciones “ilegítimas”. El mismo diario pontificio publicó la muerte del obispo vietnamita en su edición del 13 de diciembre de 1985. Algunos testimonio afirman que Monseñor Thuc fue asesinado por sus secuestradores quienes le habrían introducido azúcar en su alimentación, mortal para un diabético como él. Sea como fuere, su nombre no fue jamás retirado del Anuario Pontificio, contrariamente al de Monseñor Lefevre que desapareció a partir de 1988 .
En total los obispos consagrdos por Monseñor Thuc fueron 15, consagrando estos a un total de 43 obispos.
LO LEGAL Y LO LICITO EN LAS CONSAGRACIONES
Las consagraciones de Monseñor Lefevre, Thuc o Guérard des Lauriers ¿son válidas? ¿son lícitas? ¿y las de los obispos por ellos consagrados? Uno de los obispos disidentes consagrados por Monseñor Thuc dedicó un libro a tratar sobre la cuestión que, efectivamente, ha preocupado a estos católicos sinceros, como antes había preocupado a los "veterocatólicos" o a los "católicos liberales".
Para alcanzar sus fines la Iglesia , históricamente ha debido dotarse de ministros. Cada ministro tiene un poder, emanado de Dios y transmitido hasta él por medio de ritos específicos, regulares. Remontando esta transmisión llegaríamos a San Pedro y a la misión conferida por Jesucristo. Gracias a esta transmisión, el sacerdote recibe un carácter indeleble que le confiere tres poderes:
- poder doctrinal, para la enseñanza de la doctrina de la iglesia y de la teología.
- poder sacerdotal para impartir los sacramentos y realizar los ritos sagrados.
- poder judicial para el bien común y el bien particular .
En los primeros años de la Iglesia Primitiva la dirección espiritual de las comunidades cristianas se encargaba a los ancianos, presbíteros o "episcopos". Poco a poco, la función de los rectores de estas comunidades fue asumiendo rasgos similares a los que conservan en la actualidad. A partir del siglo XI, en los escritos de Ignacio de Antioquía se definen los rasgos de los "episcopos" como idénticos a los "obispos" actuales. Ya en esa época aparecen dos tendencias que se afirman pronto en la concepción del episcopado: "la tradición paulina -sigue Monseñor de La Thibauderia"- caracterizada por San Agustín y que marca el catolicismo occidental (romano) y la tradición juanista, ilustrada por San Cipriano y que explica la posición del catolicismo oriental (ortodoxo). La primera está en la perspectiva del misterio de la redención universal. Uno solo había muerto para todos, es preciso que el mundo tome conciencia de su unidad en Cristo, único jefe de la humanidad redimida y que cede todo particularismo local". Toda la Iglesia depende, según esta concepción, de una cabeza única, factor de unidad y control, el obispo de Roma. En esta perspectiva San Agustín afirma que los poderes de orden una vez conferidos no pueden, en ningún caso, ser retirados . En la Iglesia Oriental todo gira en torno a la cuestión del filioque. La vida eterna gira en torno al Padre manifesado, es el misterio de la Encarnación al que es preciso que los hombres se adhieran para unirse al Padre y al Hijo. Así pues, en cada comunidad se cristaliza en torno a un ministro, imagen viviente de esta unidad mística. Según esta perspectiva solo existe Obispo cuando existe Eklesia, unión de los fieles.
Así pues, sigue argumentando Monseñor de Thibauderie, la discusión sobre la validez de los obispos consagrados, puede plantearse solo dentro de la perspectiva del catolicismo romano, pero carece de sentido en la Iglesia Ortodoxa: un obispo sin grey, sin Eklesia, es impensable.
La consagración episcopal otorga el poder de Orden y el de Jurisdicción. En tanto que deriva directamente de Cristo, el poder de Orden es "inmediato e inalienable". La Iglesia actual considera que los obispos no son vicarios del Papa, sino sucesores de los Apóstoles que conducen una grey. El poder de jurisdicción les permite gobernar la Iglesia mediante la autoridad que reciben. La cuestión es, si desde esta perspectiva ¿es posible concebir un obispo sin Iglesia?. La respuesta es ampliamente positiva y no falta la casuística: obispos dimisionarios, obispos titulares, obispos depuestos... también hay casos de obispos que tomaron posesión de su sede antes de recibir consagración, vicarios apostólicos, capitulares, etc., unos tienen poder de orden sin jurisdicción, en los otros ocurre lo contrario.
Desde la Edad Media se estima que el poder de orden es indeleble en los obispos que lo han recibido , dado que la consagración episcopal confiere igualmente una alta "potestas ordinis" que la Igesla no da en su nombre personal, sino en nombre de Cristo. "Los obispos heréticos en virtud de su poder de orden, puede pues consagrar válidamente, aunque pueden no hacerlo lícitamente, pues en tanto que apóstatas pierden el uso de su autoridad".
En las consagraciones episcopales normales griegas y ortodoxos se requiere que participen tres obispos, pero los teólogos católicos -recuerda Monseñor de la Thibauderie- no están de acuerdo sobre este punto. Unos declaran que son necesarios dos o tres obispos y que ni siquiera una dispensa papal puede suplirlos. Otros sostienen que basta con un obispo mientras actúe con autorización del Papa. La tercera opción teológica considera que de los tres obispos, solo uno es quien opera la consagración, siendo los otros dos, simples testigos. En caso de faltar los testigos, la consagración sería válida pero ilícita y otro tanto ocurriría si no existiera la autorización papal.
Otras circunstancia, como la edad o incluso el estado previo a la consagración, no entran en juego. Desde Trento, solo se exige que el candidato haya recibido el sacramento de la Confirmación y el propio Santo Tomás negó que fuera preciso ser ordenado antes sacerdote o diácono para poder ser promovido a la condición de Obispo. Sin embargo, teólogos posteriores pusieron en duda esta opinión. La tradición de la Iglesia, a partir de Bellarmino, tendió a que los obispos fueran previamente sacerdotes, lo que implica que consagraciones realizadas sobre laicos son válidas, pero ilícitas. Tal es el caso de buena parte de los obispos consagrados por Monseñor Ngo Dhim Thuc. Pero los "sedevacantistas" más radicales ven las cosas de otra forma. Para ellos las consagraciones del obispo disidente y las que, a su vez, han realizado los obispos así consagrados, son "válidas y lícitas". El argumento sobre la validez es el mismo que el utilizado por Monseñor de La Thibauderie, pero el relativo a la licitud, varía en la medida en que los "sedevacantistas" sostienen que no hay un Papa en Roma, por lo tanto, difícilmente la autoridad ausente podría autorizar la consagración . Los "sedevacantistas" destacan que Monseñor Thuc estaba en plenitud de facultades, incluso lúcido, cuando realizó las consagraciones episcopales; en las ceremonias mantuvo una observación estricta de los ritos, tal como pueden atestiguar las pocas personas que estuvieron presentes.
Aun en el supuesto de que las retractaciones que le atribuyen los medios vaticanistas, fueran ciertas, esto no implicaría que las consagraciones que realizó antes fueran inválidas. Diferente es el caso de las consagraciones realizadas en El Palmar de Troya; Monseñor Thuc, no solo se retractó acto seguido, sino que, además, las consagraciones realizadas por Clemente Domínguez, se realizaron sin el más mínimo respeto y consideración por los ritos; su adulteración supuso que las consagraciones eran inválidas. En cuanto a lo clandestino de las consagraciones de Monseñor Thuc, arguyen que Pío XI, por necesidades obvias, consagró, sin luz ni taquígrafos, a algunos obispos que debían desarrollar su ministerio en la URSS. Son las circunstancias las que permiten que la consagración se realice de una manera u otra, es aspecto, en cualquier caso, parece secundario desde cualquier punto de vista, en la medida en que, a pesar de no tratarse de consagraciones públicas, existieron testigos cualificados.
Tras la desaparición de Monseñor Thuc, el sedevacantismo radicalizó sus posiciones y se dedicó a una lucha inmisericorde -y aparentemente incomprensible- contra otros sectores tradicionalistas, en especial contra Marcel Lefebvre y su obra.
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