El obispo de Tolosa del Languedoc, san Saturnino, envió a Pamplona a un apóstol cuyo nombre era Honesto, y algo más tarde el propio san Saturnino visitó la ciudad navarra y bautizó allí a los primeros cristianos con el agua de un pozo cuyo emplazamiento está señalado en una calle pamplonesa. Fermín, recién bautizado, se instaló en la Tolosa francesa, donde se le ordenó y finalmente se le consagró primer obispo de Pamplona. Luego se dedicó a evangelizar las Galias, estuvo en Beauvais, en la Picardía y en los Países Bajos, y fue decapitado en Amiens.
Siglos más tarde se descubrieron sus restos, y parte de sus reliquias fueron llevadas a Pamplona, donde desde fines del siglo XVI su fiesta se celebra el 7 de julio. En Amiens- Ciudad que también le tiene por patrón - y en el resto de la Iglesia universal es conmemorado el 25 de septiembre, pero en Pamplona San Fermín no es un día de otoño sino de comienzos de verano, una fiesta estival en la que el ruidoso folclore contribuye a la gloria del primer obispo navarro que fue a morir por la fe tan lejos de su patria.
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