jueves, 8 de julio de 2010

Caso José Arregui

José Arregui, el teólogo franciscano que se atrevió a denunciar la desafección del nuevo obispo hacia su diócesis mientras fue cura en Zumárraga, tiene que callarse. Le imponen un silencio de meses. Como cuenta en su artículo de despedida en RD. Un silencio que acepta como buen franciscano, aunque con dolor.
¿Quién le ha impuesto tal castigo y por qué? ¿Por decir públicamente que el nuevo obispo tenía una carpeta en su ordenador llamada “mafia” con una lista negra de curas guipuzcoanos? ¿Por atreverser a dar la cara y decir en público lo que todo el clero vasco sabía y decía en privado?
¿Quién tiene tanto poder como para imponer a los franciscanos que silencien a uno de los suyos? ¿La Curia romana, el cardenal Rouco?
Esperamos, poco a poco, ir desvelando estos y otros interrogantes de la primera víctima de la época Munilla.
Es probable (eso quiero creer) que Munilla ni se haya enterado del tema, que pudo haberse fraguado a sus espaldas en las más altas esferas. Si no fuese así, mal empieza, antes de empezar. Y si fuese asi, su primer gesto creíble de reconciliación sería llamar a Aguirre, hablar con él y conseguir que se le levante el castigo del silencio impuesto. Será la primera piedra de toque del nuevo obispo. Un gesto que puede valer más que mil palabras y que (por acción y omisión) puede marcar, de entrada, su pontificado.


Pido la palabra
Jose Arregi, 17-Junio-2010


Hace siete meses, en la víspera de Nochebuena, me quedé sin palabra como Zacarías. Y me vuelve a la memoria la historia de aquel sacerdote de Jerusalén temporalmente mudo, padre del profeta precursor de Jesús. Nació su hijo tan deseado y nadie sabía cómo llamarlo, salvo su madre Isabel, pues las madres saben siempre el nombre sagrado y único de cada hijo. “Se llamará Juan”, decía ella, es decir: “Dios consuela” (¿cómo podía llamarse si no?). Pero nadie le hacía caso. ¿Y qué decía el padre de la criatura? Poco podía decir estando como estaba transitoriamente mudo, pero quería ratificar la decisión de su sabia y resuelta mujer. Entonces, pidió por señas una tablilla, y en ella escribió: “Juan es su nombre. Dios es consuelo”. Y luego siguió hablando.



¡Bien por Zacarías! Yo no llego ni a los flecos de su túnica sacerdotal, pero es la hora de decidir. Ya pasó el invierno, pasó la flor cuaresmal del laurel, la blanca flor del espino blanco también pasó, y las golondrinas volvieron (¡qué pena que este año hayan venido tan pocas!). Todo está tan verde en Arantzazu que hasta la peña blanca parece verde. No es una hora fácil, pero está llena de Dios. Me siento en paz y sin rencor, pero he de resolverme.

Monseñor Munilla, obispo de San Sebastián desde hace seis meses, ya se ha resuelto. Hace diez días citó al superior provincial –junto con el vicario– de esta provincia franciscana a la que pertenezco, para transmitirles órdenes tajantes: “Debéis callar del todo a José Arregi. Yo no puedo, hasta dentro de dos años [hasta que haya tomado las riendas de la diócesis], adoptar directamente esta medida contra él. Pero ahora debéis actuar vosotros. Os exijo que lo hagáis”. Y pidió a mi provincial y vicario provincial que me destinen a América a trabajar con los pobres, y ello –les dijo– como “como medida de gracia”, como “ocasión de gracia”. Soy – les dijo también – “agua sucia que contamina a todos, a los de fuera de la Iglesia al igual que a los de dentro”. O irme a América o callar del todo: he ahí la alternativa.

Soy consciente de la gravedad de la hora y de la gravedad de mi decisión, pero me siento en el deber de decir: NO. No puedo acatar estas órdenes del obispo. Y creo que no debo acatarlas, en nombre de lo que más creo: en nombre de la dignidad y de la palabra, en nombre del evangelio y de la esperanza, en nombre de la Iglesia y de la humanidad que sueña. En nombre de Jesús de Nazaret, a quien amo, a quien oro, a quien quiero seguir. En nombre de Jesús, que nos enseñó a decir sí y a decir no. En nombre del Misterio de compasión y de libertad que el bendito Jesús anunció y practicó con riesgo de su vida. No callaré.

Me consta que el gobierno de mi provincia franciscana se opone en conciencia a ejecutar las órdenes del obispo, pero doy por seguro que tarde o temprano se verán forzados a hacerlo, pues los tentáculos de la jerarquía eclesiástica son extensos y poderosos. Pero quiero dejarlo muy claro: el gobierno de mi provincia franciscana no tendrá ninguna responsabilidad en las medidas que se vayan a tomar. El obispo y sus curias superiores serán los únicos responsables.

¿Y cuáles son las razones del obispo? Es muy probable que la razón de fondo sea aquel asunto de la carpeta, cuya existencia y cuyo nombre (“mafia”) ha reconocido Monseñor Munilla ante mí mismo y ante muchos sacerdotes de la diócesis, aunque, eso sí, explicando el contenido a su manera. Pero no es ésa, evidentemente, la razón que ahora aduce. El obispo me atribuye numerosos errores y herejías teológicas. He mantenido con él varias conversaciones que en realidad han sido severos interrogatorios con el Catecismo de la Iglesia Católica en la mano. No aprobé el examen, y no porque desconozca el Catecismo, sino porque no acepto que sea la única formulación válida y vinculante de la fe cristiana en nuestro tiempo. Si la fe de la Iglesia es el Catecismo tal como Monseñor Munilla lo entiende y explica, admito sin reservas que soy hereje. Pero, ¡Dios mío!, ¿qué es una “herejía”? ¿Existe acaso mayor herejía que el autoritarismo, el dogmatismo y el miedo? ¿Cómo es que no hemos aprendido todavía cuántas verdades han resultado luego mentiras y cuántas herejías del pasado son ahora opinión común? ¿Por qué, si no, Juan Pablo II pidió tantas veces perdón por condenas pronunciadas en el pasado? ¿Cómo es que en este siglo XXI, en esta era de la información acelerada y globalizada, seguimos empeñados en poseer la verdad y en impedir la expresión de las opiniones, incluso de aquellas que se consideran erradas? ¿Cómo es que aún confundimos la fe con creencias y la identificamos con formulaciones, y no hemos aprendido que sólo merece fe el Indecible más allá de la palabra? ¿Cómo es que creemos tan poco en la madurez de los hombres y de las mujeres de hoy para discernir lo que han de pensar y hacer? ¿Cómo es que confiamos tan poco en el Espíritu Santo que habita en todos los corazones? ¿Y cómo es que en la Iglesia, en nombre de la verdad, se persiguen más los errores teológicos que la mentira, el orgullo, la ambición y la avaricia, por no decir la pederastia?

Pero ésta es mi Iglesia. En ella he aprendido a respirar y a vivir. En ella he descubierto que no hay fronteras entre los de dentro y los de fuera, y que todos somos buscadores, peregrinos, hermanos, y que todos nos movemos, vivimos y somos en el corazón de Dios. En ella, también entre quienes piensan de otra manera, tengo infinidad de hermanas y de hermanos, cada uno con su error y sus heridas, cada uno con su fuente de agua limpia en el fondo de su ser. También Monseñor Munilla es mi hermano, aunque los dos hayamos de soportar este conflicto.

Esta es mi Iglesia y en ella me quedaré. Pero en ella quiero ser libre y, como antiguamente Zacarías, yo también pido una tablilla. No callaré sino ante el Misterio.






  • Obispado de San Sebastián: A propósito de la nueva carta del P. Joxe Arregi ofm contra el obispo de San Sebastián:
  • OBISPADOSS
1º.- La comunicación entre un obispo y un sacerdote tiene lugar en el fuero interno de la Iglesia; y, es por ello que, como en ocasiones anteriores, el obispo de San Sebastián no va a contestar las declaraciones que, el P. Joxe Arregi ha realizado.
2º.- Nos limitamos a constatar ante la opinión pública que su escrito contiene graves falsedades, además de numerosas deformaciones de la realidad.
3º.- Los superiores de la orden franciscana se han puesto en contacto con este obispado, manifestando su hondo pesar por las declaraciones del P. Joxe Arregi.
4º.- Deseamos ardientemente continuar trabajando por la unidad en el seno de la Iglesia, bajo el cayado de nuestro padre y pastor Benedicto XVI; de forma que hagamos realidad en la Caridad y en la Verdad, el ideal de la Comunión a la que Cristo nos ha llamado.
San Sebastián, a 18 de junio de 2010


El sector nacionalista y progresista de las diócesis vascas convoca una manifestación contra sus obispos
Un grupo de feligreses pertenecientes al sector progresista y nacionalista de la Iglesia en el País Vasco, organizarán este jueves en Bilbao una concentración para denunciar lo que ellos califican como «ataques a la pluralidad» y «censura que la jerarquía de la Iglesia Católica está aplicando a sus componentes», según ha informado este colectivo en una nota. La manifestación tendrá lugar frente a la Catedral de Bilbao y tendrá como lema «Yo también tomo la palabra».

Entre los “acontecimientos” que han despertado el malestar de estos fieles se encuentran el proceso de nombramiento de los Obispos de San Sebastián y Bilbao, la retirada de las librerías eclesiásticas y diocesanas del libro de teólogo José Antonio Pagola “Jesús, aproximación histórica”, que mereció una nota crítica de la Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe de la CEE, y el caso del franciscano José Arregui, que acusa al obispo de San Sebastián, José Ignacio Munilla, de querer desterrarlo por su actitud crítica.

Un portavoz del colectivo ha informado a Efe de que esta última polémica ha sido el detonante para este grupo de católicos descontentos, que han decidido convocar una concentración bajo el lema “Yo también pido la palabra”, en referencia al artículo que Arregui publicó en internet para denunciar la supuesta persecución por parte del Obispo y que tituló “Pido la palabra”.
¿Secularización de Arregui?

Precisamente diversas fuentes de la Iglesia en el País Vasco han apuntado a InfoCatólica que Arregui podría estar considerando la posibilidad de abandonar la orden franciscana y el sacerdocio para poder expresar libremente su desacuerdo con las doctrinas de la Iglesia Católica.

La concentración tendrá lugar este jueves a las ocho de la tarde frente a la Catedral de Santiago de Bilbao y durante la misma se dará lectura a un comunicado en el que los convocantes denunciarán “el proceso de involución y la falta de los más elementales derechos humanos en el interior de la Iglesia”.

El portavoz del colectivo ha aclarado que no son parte del grupo de 677 laicos, religiosos y sacerdotes de Vizcaya que hace un mes enviaron una carta al Nuncio en España, monseñor Renzo Fratini, para pedir ser escuchados en el proceso de designación del Obispo de Bilbao, aunque ha recalcado que apoyan esta petición. 



No hay comentarios:

Publicar un comentario