Obras Eucarísticas
San Pedro Julián Eymard
Christus vincit, regnat, imperat: ab omni malo plebem suam defendat.
"Jesucristo vence, reina, impera; Él libre a su pueblo de todo mal"
El Papa Sixto V hizo grabar estas palabras en el obelisco que se levanta en medio de la plaza de san Pedro en Roma.
Estas magníficas palabras se hallan en presente, y no en pretérito, para indicarnos que el triunfo de Jesucristo es siempre actual, y que este triunfo se obtiene por la Eucaristía y en la Eucaristía.
I
Christus vincit. -Cristo vence
Jesucristo ha combatido, y ha quedado dueño del campo de batalla; en él tremola su estandarte y en él ha fijado su residencia: la Hostia santa, el tabernáculo eucarístico.
Venció al judaísmo y su templo, y sobre el monte calvario se levanta un tabernáculo ante el cual le adoran todas las naciones bajo las especies del Sacramento.
Venció al paganismo... y la ciudad de los césares ha sido elegida por Él para hacerla su propia capital. En el templo de Júpiter Tonante hay otro tabernáculo.
Ha vencido la falsa sabiduría de los que se tenían por sabios y, ante la Eucaristía que se levanta sobre el mundo difundiendo sus rayos por todo él; huyen las tinieblas como las sombras de la noche al aproximarse la salida del sol. Los ídolos rodaron por el suelo y fueron abolidos sus sacrificios: Jesucristo en la Eucaristía es un conquistador que nunca se detiene, marchando siempre adelante: se ha propuesto someter el mundo a su dulce imperio.
Cuantas veces se apodera de un país, planta enseguida allí su regia tienda eucarística: su toma de posesión consiste en erigir un tabernáculo. Ahora mismo, en nuestros días, se va a los pueblos salvajes, y, dondequiera que se lleva la Eucaristía, los pueblos se convierten al cristianismo: este es el secreto del triunfo de nuestros misioneros católicos y lo que explica el fracaso de los predicadores protestantes. Aquí es el hombre quien combate, allí es Jesucristo quien triunfa.
II
Christus regnat.- Jesucristo reina
Jesucristo no reina sobre los territorios, sino sobre las almas: reina por la Eucaristía.
El dominio efectivo de un rey consistirá en que sus súbditos guarden sus leyes y le profesen un amor verdadero.
Ahora bien: la Eucaristía es la ley del cristianismo: ley de caridad, ley de amor, promulgada en el cenáculo por aquél admirable discurso que Jesús pronunció después de la cena: "Amaos los unos a los otros, este es mi precepto. Amaos como yo os he amado. Permaneced en mí y observad mis mandamientos. (1)
Ley que se intima en la Comunión: como los discípulos de Emaús, el cristiano ve entonces claro y comprende la plenitud de la ley.
La fracción del pan era lo que hacía a los primeros cristianos tan fuertes contra sus perseguidores, y tan fieles en practicar la ley de Jesucristo : "Erant perseverantes in communicatione fractionis panis.- Perseveraban en la fracción del pan" (2)
La ley de Jesucristo es una, santa, universal, eterna: nada en ella cambiará, ni nada debilitará su fuerza: la observa el mismo Jesucristo, su divino autor, y Él es quien la graba en nuestro corazón por medio de su amor. El mismo legislador es el que se encarga de promulgar su divina ley en cada una de nuestras almas.
Es una ley de amor. ¿Cuantos reyes reinan por amor? Apenas hay otro rey que Jesucristo cuyo yugo no se imponga por la fuerza: su reinado es la dulzura misma y sus verdaderos súbditos se someten a Él en vida y en muerte, y mueren si es preciso, antes que serle infieles.
III
Christus imperat.- Cristo manda
No hay rey que mande en todo el mundo. Cialquiera que éste sea, tendrá en los otros reyes iguales a él. Pero Dios Padre dijo a Jesucristo: "Te daré en herencia todas las naciones" (1). Y Jesús, al enviar por el mundo a sus lugartenientes, les dijo: "Todo poder me ha sido dado en el cielo y en la tierra: id y enseñad y mandad a todas las naciones" (2)
Del cenáculo salieron sis órdenes y el tabernáculo eucarístico, que es una prolongación y una multiplicación del cenáculo es el cuartel general del rey del reyes. Aquí reciben sus órdenes todos los que defienden la buena causa.
Ante Jesús Eucaristía todos son súbditos, todos obedecen; desde el Papa, vicario de Jesucristo, hasta el último fiel.
Jesucristo Manda.
IV
Christus ab omni malo plebem sum defendat. Que Jesucristo nos defienda de todo mal.
La Eucaristía es el divino pararrayos que aparta de nustras cabezas los rayos de la justicia divina. Del mismo modo que una madre bondadosa y tierna, para librar a su hijo de la cólera de su padre irritado lo esconde entre sus brazos y con su cuerpo forma una especie de muralla para protegerle, así Jesús se ha multiplicado por todo el mundo y cubre y rodea toda la tierra con su presencia misericordiosa. La justicia divina no encuentra ya lugar donde pueda cumplir su oficio ni se atreve a ello.
Y contra el demonio, ¡que protección tan eficaz! La sangre de Jesús que ha teñido nuestros labios nos hace terribles a satanás: señalados con la sangre del cordero, no figurado, sino verdadero, no hay que temer ya al ángel exterminador.
La Eucaristía protege al culpable para que tenga tiempo de arrepentirse: en otros tiempos, los asesinos perseguidos por la justicia encontraban un lugar de refugio en las iglesias, de las cuales no los podían sacar para castigarles, y allí vivían a la sombra de la misericordia de Jesucristo.
Sin la Eucaristía, sin ese calvario perpetuo, ¡cuántas veces la cólera divina habría estado contra nosotros!
¡Y cuán desgraciados son los pueblos que se han quedado sin la Eucaristía! ¡Que tinieblas y que anarquía reina en los espíritus, qué frialdad en los corazones! Sólo triunfa satanás.
A nosotros la Eucaristía nos libra de todos los males: Christus vincit, Christus regnat, Christus imperat; ab omni malo plebem suam defendat.
(1) Psf.,II, 8
(2) Matth., XXVIII, 18.
No hay comentarios:
Publicar un comentario