Zapatero y su gobierno han hecho y siguen haciendo leyes contrarias a la moral católica.
Perviven por sí mismos numerosos símbolos de la tradición católica española, desde las procesiones a las fiestas del calendario, por más que muchos no los miren desde una óptica religiosa sino como una expresión de las costumbres en ese país.
El problema es que para Zapatero y el socialismo una religión como la católica es uno de los principales rivales en su objetivo de aislar al individuo y hacerlo dependiente de un Estado omnímodo. La Iglesia es, además, una presencia especialmente incómoda por cuanto no deja de recordar que no todo vale y que no todas las acciones son igualmente respetables desde un punto de vista moral. De ahí que Zapatero y su cohorte de cerebros progresistas no hayan parado desde que llegaron al Gobierno en su empeño de limpiar de "impurezas cristianas" al Estado español.
En este camino uno de los absurdos fue la decisión de Carme Chacón de prohibir a los militares españoles rendir honores a diversas imágenes religiosas, una antigua costumbre que era respetada incluso por el Reglamento vigente hasta este año, que data de 1984, un año en el que, no está de más recordarlo, gobernaba el socialista Felipe González.
¿Qué más le da al Gobierno que los legionarios rindan honores al Cristo de la Buena Muerte de Málaga? ¿O que los militares de la Academia de Infantería de Toledo puedan rendir honores en la procesión del Corpus? Si se guiara por el sentido común, nada. ¿Acaso son legionarios los furiosos laicistas progres, o acuden éstos en masa a las procesiones? Pero el afán anticatólico del Gobierno se demuestra precisamente en casos así, prohibiendo manifestaciones religiosas contra las que nadie protesta, porque a nadie hacen daño, y mucho menos a los militares que participan en ellas con orgullo. El verdadero proyecto de gobierno de Zapatero no es económico, sino social, y en él la desaparición de toda tradición católica juega un papel esencial. Y por eso el Ejército deberá rendir honores a Ban Ki-Moon y no al Cristo de Mena.
Visto con la perspectiva del presente, aquel ímpetu por agradar al inquilino de la Casa Blanca incluso pudo haber generado en el mandatario español extraños compañeros de viaje, similares a los del Obama orante. La composición del «Tea Party» es verdaderamente profusa, confusa y difusa, pero muchos de los que escucharon entonces la plegaria de Zapatero habrán formado parte ahora del ejército de votos que acaba de noquear al presidente del Partido Demócrata.
Así que Zapatero acude, corre, vuela, traspasa la alta sierra y se da un baño de la peculiar religión americana, pero observa con frialdad laica la potencia del catolicismo europeo, mucho más afinado, claro y racional que las denominaciones religiosas -o religioso-políticas- de los estadounidenses.
Información tomada de:
http://www.cope.eshttp://www.libertaddigital.com
http://www.attac.es
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