lunes, 27 de diciembre de 2010

Un testimonio





Del Blog hermano "Ecce Christianus" hemos recibido éste testimonio que nos gustaría compartirlo con todos ustedes. 
 Clemente Sepúlveda Pérez
El suscrito en su juventud fue invitado a ser un sacerdote Católico por allá en los años 6o cuando estudiaba con los Salesianos en Chile, mi patria. Los valores cristianos allí recibidos y claramente expresados en esos años, sirvieron para siempre a mi conciencia y fortaleza para saber como ser un mejor Cristiano siendo laico, esposo y padre además de recibir al Señor en mi ser.
En esa misión de vida me he encontrado de nuevo con estos planteamientos al leer los del Padre JOAQUÍN SAENZ Y ARRIAGA (aquí). Siempre entendí que un sacerdote tomaba el compromiso con Dios y su Iglesia en los mismos términos con que lo desglosa tan bien en este artículo el citado Padre y usando sus propias palabras:  "me refiero al verdadero contrato y a las obligaciones que él implica para los contrayentes, que hicimos con la Iglesia, de nuestra ordenación. Todavía lo recuerdo, como si fuera ayer, lo que juré el día de mi ordenación sacerdotal, aquel 30 de abril de 1930, después de haber firmado mi juramento, coloqué mi mano derecha sobre el Misal de San Pío V y, poniendo a Dios por testigo de la absoluta sinceridad de mi alma, en los momentos más solemnes de mi vida, “Yo acepto y abrazo, dije, con la mayor firmeza de mi alma, las apostólicas y eclesiásticas tradiciones y todas las constituciones y prescripciones de la Iglesia” Al mismo tiempo, como una compensación a la total entrega de mi vida a su servicio, la Iglesia católica, mi Iglesia, a la que desde mi infancia he amado y sigo amando como el tesoro mas precioso de mi existencia, me dio en nombre del mismo Cristo el perpetuo y el personal privilegio de poder celebrar el Santo Sacrificio de la Misa, según el rito tradicional, con la certeza que la misma Iglesia me ofrecía, al entregarme su ley oficialmente promulgada e impresa en la misma página de aquel Misal Romano: “En ningún tiempo, en el futuro, puede un sacerdote, regular o diocesano, ser obligado NUNCA a decir de otra manera la misa “. En virtud de este contrato, que me obligaba a mí, pero obligaba también a los jerarcas de la Iglesia, yo quedé ordenado sacerdote del rito LATINO de la Iglesia UNIVERSAL.
Desde entonces y como consecuencia de este contrato y de mi completa entrega pudo la Iglesia señalarme para decir mi Misa y administrar los sacramentos a todas las personas, de cualquiera lengua que tuvieran; cualesquiera que fuesen sus antecedentes étnicos. Y yo, a mi vez, sabía que, ni mi nacionalidad ni mi lengua materna impedían que encontrase, en todas partes, a mis hermanos católicos que no tan solo me recibirían con gusto en sus templos, sino que asistirían con igual fe y devoción a mi Misa que la Misa de sus propios sacerdotes.
Tal vez ha llegado el tiempo de recordar al Vaticano y a los obispos, que tanto se preocupan por respetar y defender los derechos humanos, especialmente los de los sacerdotes de la NUEVA OLA- hasta el punto de permitirles contraer sacrílegamente matrimonio, sin objetar por ello el que sigan enseñando teología o cualquier otra materia, en las Universidades o Seminarios Católicos-que también los sacerdotes tradicionalistas tenemos nuestros derechos-según la ley divina y la ley humana-y que entre esos derechos el primero es el que tenemos de permanecer sacerdotes y no ser devaluados a la categoría de “ministros presidentes”, exactamente en la misma línea de los pastores protestantes, que hacen los así llamados “servicios de comunión” en las iglesias católicas de nuestros días.
Porque eso precisamente es lo que la nueva Iglesia y especialmente la “nueva misa” están haciendo con los sacerdotes: convertirlos en MINISTROS PROTESTANTES.
Yo nunca he sentido la menor simpatía por los sacerdotes que entraron al seminario, no por una verdadera vocación, sino por el deseo de mejorar la situación económica y social de su familia o con el deseo de no cumplir su servicio militar. Cuando ahora veo cuán pocos son los sacerdotes –a pesar de haber conocido a tantos y tantos de verdadero espíritu sacerdotal y edificante vida apostólica- que, conscientes de su vocación, hayan sabido guardar sus compromisos con Dios mismo, me doy cuenta, con lágrimas en los ojos, de lo que el Establishment ha podido hacer, con manifiesto abuso de su poder, a tantos idealistas jóvenes, que un día, como yo, se consagraron al servicio de Dios, en la inmutable estabilidad de los divinos misterios ".
Queridos sacerdotes que sufren y conocen esto con detalle, sabed que entre los laicos, muchos sabemos de sus tribulaciones y recordad con humildad que Nuestro Señor elige como guía a su Pueblo. La Paz sea con vosotros y con estas sus ovejas. Sabed los malos sacerdotes que su pedante falta de humildad en este asunto, es un pecado.

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