viernes, 29 de julio de 2011

LAICISMO

Mons. de Castro Mayer
No hay posición más radicalmente anticatólica que aquella que se empeña en establecer un estado laico, o sea, una estructura de orden político-social neutra en materia religiosa; y esto por principio. En otras palabras: el estado sólo es legítimo cuando no cuida de la religión.
La religión sería considerada por el Estado de la misma manera que el deporte, actividad en que cada cual toma la dirección que más le gusta o conviene.

Como en todas las actividades de libre elección, así en religión, el poder civil sólo podría —y debería— intervenir para asegurar la convivencia pacífica de todas las personas residentes en el país.
El Estado como tal no podría profesar o imponer determinada religión; traemos por ejemplo el caso de Italia, que tenía concertado con la Santa Sede el Tratado de Letrán, por el cual la Religión verdadera de Nuestro Señor Jesucristo era la religión oficial del Estado Italiano; pues bien, en la revisión del mismo, la modificación hecha en este punto fue para eliminar dicha disposición.

De común acuerdo con el Vaticano de Juan Pablo II, Italia dejó de ser un estado católico. Apostató, que eso significa echar del trono al Soberano Señor del Cielo y de la Tierra, para instalar allí la cambiante voluntad humana.

Semejante apostasía da muestras de ser definitiva.
Ahora, los órganos oficiales de la Iglesia Católica, como la Conferencia Nacional de los Obispos de Brasil (CNBB), se empeñan en hacer oír sus voces (las suyas y las de todos los fieles) en la elaboración de nuestra nueva Carta Magna. Así podemos ver reivindicaciones tales como la del capítulo de “Libertad religiosa”: “…derecho a la libre opción de concepciones religiosas, filosóficas o políticas…”

¿Qué es esto sino declarar que el Estado, la sociedad política, tiene derecho de ser ateo? ¿Tiene derecho de decir que Dios no existe, que Él no es el Señor del Universo, Creador de todas las cosas?

Y llegamos a un dilema: o lo que hay o existe tiene su origen en Dios, que lo creó —y por eso es el Supremo Señor, a Quien debemos culto y reverencia— o todo lo que ahí está no se sabe con certeza de dónde vino.
De donde el estado laico, o Laicismo de Estado, es la posición más anticatólica posible.

Pues bien, esta posición es objeto de extensa propaganda por parte de los organismos “católicos” de todo el país.

Roma 103. pág. 27

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