miércoles, 15 de septiembre de 2010

Nuestra Señora de los Dolores

Los SIETE DOLORES de la SANTÍSIMA VIRGEN


La imagen de la Virgen Dolorosa -Virgen de la Soledad- y la imagen de María con su Hijo muerto en su regazo -la Piedad-, puede decirse que no faltan en ninguna iglesia, que es la advocación preferida de todas las madres, que han dado a luz a sus hijos con dolor y han tenido que sufrir tanto por ellos, por diversos motivos y con tanta frecuencia.
El ángel había dicho a María que era bendita entre todas las mujeres, y apenas nacido Jesús, ya la llamaba Simeón la Madre de los Dolores, ya le anunciaba que una espada le atravesaría el corazón. Uno de los castigos del pecado original era que la mujer alumbraría a sus hijos con dolor, y ahora Simeón le decía que ella, que estaba libre del pecado original no se libraría de alumbrarnos con dolor, unida a la cruz de Jesús.

Si El había de ser Varón de Dolores, Ella sería la Madre de los Dolores. Una Madona sin sufrimientos, junto a un Cristo sufriente, dice Fulton Sheen, sería una Madona sin amor. Cristo nos amó tanto que quiso morir para expiar nuestra culpa y quiso que su Madre sufriera con El.
La alegría del nacimiento, los pastores, los Magos, pasaron pronto, y llegó la amargura del destierro. Tras los gozos de la niñez, vinieron las palabras misteriosas de Jesús en el templo. Junto a la amable vida de familia, está la llamada "noche de Nazareth", noche que duró muchos años. Jesús sigue en el taller. María espera en la oscuridad de la fe.

Por fin sale a predicar. Le siguen las turbas, realiza milagros. Pero quieren despeñarle en Nazareth -iglesita de Nuestra Señora del Temblor- y los sabios y sumos sacerdotes le desprecian. Y llega la Pasión. María no aparece el Domingo de Ramos, pero no falta a la cita en la Calle de la Amargura. Y menos podía faltar en el calvario, junto a la Cruz de Jesús.

Ahí está la Madre de los Dolores sufriendo con su Hijo. Ahora repite el Fiat que un día pronunció. Entonces le costó poco, ahora le cuesta mucho. Lo repite con un profundo dolor. "Mirad si hay dolor semejante a mi dolor". Pero lo repite con firmeza, de pie. Es la Reina de los mártires, la gran sacerdotisa de la humanidad. Ofrece al Hijo y se ofrece ella misma.

Jesús es colocado en los brazos de su Madre. María se acordaría de Belén. Pero todo había cambiado. Ahora está muerto y desfigurado. Cuando Jesús fue sepultado, la soledad de la Virgen fue todavía mayor. "Otra vez como en Belén tu falda cuna le hacía y sobre El tu amor volvía a la angustias primeras... Señora, si tú quisieras contigo le lloraría".

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