viernes, 31 de diciembre de 2010
CREEMOS EN LA IGLESIA , REINO TRIUNFAL DE DIOS
En estos momentos en que tantas fuerzas pugnan por destruir a la Iglesia, incluso dentro de ella misma, en esta hora en que el desaliento invade, en que el mundo quiere contradecirnos, en que la duda amenaza, en que el error se propaga, cuando el mismo cielo parece estar apagado, millares en el mundo creemos en la Iglesia, como el Reino siempre triunfal de Dios.
Creemos en la Iglesia como en un Reino, porque como tal fue instituida por Cristo, y no como una democracia. Reino que no es de este mundo, distinto del mundo según lo manifestó el Señor, pero que está visible enmedio del mundo, y que fundado como Reino, tiene una jerarquía; le asiste una autoridad y un poder venido de lo alto; le fortalece la promesa eterna.
Creemos que la Iglesia es el pueblo de Dios peregrinante, pero no a la deriva; creemos que debe haber instrucciones autorizadas para el camino; que los Pastores de la Iglesia fieles al Papa están para ir adelante y señalarlo; que ellos no son unos de nosotros ni la Iglesia fue fundada para que la discuta y dirija el pueblo, sino para que la rija un Magisterio: según lo que está dicho: "Quien a vosotros oye a Mí me oye, y quien a vosotros desprecia a mí me desprecia".
Creemos que la Iglesia es el Reino triunfal, y que minimizar la Gloria de Dios, porque la Iglesia no es hechura de los hombres, sino obra divina en la que resplandece el poder y el amor divino "a Quien toda gloria sea dada por los siglos de los siglos"
Creemos que el tratar de restar gloria a la Iglesia hablando de quitarle lo triunfal, es una falsa posición por parte de los hombres, que piensan que la Iglesia se ha atribuido glorias humanas, siendo que las glorias de la Iglesia son divinas; gloria de ser institución divina, depósito (no vulgar "monopolio" como muchos ahora dicen) de la verdad revelada; gloria de unidad indisoluble, de santidad e indefectibilidad.
Triunfal es la Iglesia como depositaria de esta única y entera verdad revelada. Triunfal por su asistencia constante del Espíritu Santo; triunfal en sus obras e instituciones, leyes y tradiciones a través de los siglos; triunfal en sus Santos; triunfal en su misión, en su unidad, en su manifestación visible entre los hombres, hasta en las últimas de sus manifestaciones; triunfal en lo sagrado que le pertenece, y en el honor que justamente recibe.
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