sábado, 12 de marzo de 2011

EL GRAN PECADO DE LOS JUDÍOS

El 14 de Nisán del año 33, el pueblo judío, agrupado en Jerusalén delante del Pretorio del gobernador Pilatos, azuzado por sus sacerdotes, pide a voz en grito la muerte del Prometido.


-Crucifícale, dicen, crucifícale.
-¿Que mal ha hecho?
-Nosotros -responden los judíos- tenemos una Ley, y según esta Ley debe morir. (Juan, 19,7). Y antes habían dicho los Rabinos en un concilio secreto contra Jesús: ¿Que hacemos...? Si lo dejamos así, creerán todos en Él, y vendrán los Romanos y arruinarán nuestra ciudad y nación.  Y Caifás añadía: Conviene que muera un hombre por el pueblo y no que toda la nación perezca. (Juan 11, 48-50).


Los judíos entonces en nombre de su Ley, de su Thora, y para servir a los intereses carnales de su Nación, de su Raza piden la Sangre de Aquél que les fue prometido como Bendición.
Ellos concitan a los gentiles contra Jesús, ellos, con los gentiles como ejecutores de sus planes, crucifican a Aquél que será levantado como Signo de contradicción (Lc., 2,34).
Y Cristo Piedra de Tropiezo, levantado en alto, por encima del tiempo y del espacio, con los brazos extendidos, dividirá en dos a este pueblo; los unos en la persona de los Apóstoles serán los grandes instrumentos de la Misericordia de Dios en la Fundación y Propagación de la Iglesia, los otros en la persona de los escribas y fariseos serán instrumentos de la Justicia Divina en el Reino de Satanás, en su obra de perdición de la Iglesia y de las almas.




EL JUDÍO
Pbro. JULIO MEINVIELLE

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