Con la firma ayer en Praga del mayor acuerdo de desarme nuclear en 20 años, Estados Unidos y Rusia ponen fin al rencor heredado de la guerra fría y abren un nuevo horizonte de cooperación entre dos naciones cuyo enfrentamiento representa aún el mayor riesgo para la seguridad mundial. El primer ámbito en el que exhibir esa colaboración es ahora mismo Irán. Tanto el presidente norteamericano, Barack Obama, como el ruso, Dmitri Medvédev, coincidieron en la necesidad de sanciones internacionales para disuadir al régimen islámico de construir armas atómicas.
Al poner su firma en lo que oficialmente se denomina el Nuevo START, un tratado que permitirá la eliminación en siete años de un 30% de sus respectivos arsenales nucleares, Obama y Medvédev estaban enviando al mundo la señal más clara posible de que su rivalidad, nacida de la división de Europa tras la II Guerra Mundial y reproducida en los últimos años por diversos episodios de tensión, está en camino de ser superada.
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