jueves, 1 de abril de 2010

A propósito III

No necesitamos mucha audacia para darnos cuenta que las baterías del enemigo están puestas en la religión. No digamos las atrocidades que informa la prensa en cuestión  a lo referido a la Iglesia Católica respecto a los abusos sexuales. En los últimos tiempos no ha habido una época de oro en las relaciones prensa - Vaticano. 

Entendemos los excesos tanto de unos como de otros, pero ésto que ocurre no es simple información periodística nada más. Además del escandalo pernicioso que ésto provoca, hay escandalo provechoso para los indecisos, pero ésto no lo debemos ver con ojos de autoridad que niega y pone venda en los ojos de las personas, sabemos que es necesaria la "piedra de escandalo" para enfrentar el mundo enemigo de Dios.

Esto es precisamente lo que hizo Cristo, el Santo de los santos, fue precisamente su santidad la que desenmascaró la maldad y desencadenó su furia.

Al dar ocasión a que el mundo se pronunciara contra El, revelóse un abismo de maldad que no hubiera sido concebible sin su venida."Si yo no hubiera venido no tendrían ningún pecado" (Ioh 15, 22 ss). Así también las buenas y santas obras de los discípulos de Cristo serán el blanco a que apuntarán los dardos encendidos del mundo, secuaz de Satanás.
 
Ante esta especie de escándalo no hay por qué retroceder; por el contrario, hay que desafiarlo resueltamente (cf. Sap 2, 10-20).

 Pero hay que esperar el momento oportuno y dar en el blanco. Las exigencias esenciales e irrenunciables del cristianismo obligan a salir de su letargo a los cristianos rutinarios, tibios y de medias tintas; pero esto no puede conseguirse sin provocar lo que para unos será un escándalo inicial, una crisis, y para otros la caída en un mayor abismo. 

El sano dolor, llevado hasta una ardiente indignación, es la más adecuada respuesta a los pecados y a la malicia del prójimo. Cuando este disgusto moral es moralmente recto, provoca la aversión, no a la persona del culpable sino a su falta, y determina una enérgica lucha contra el mal.
Así, no sólo el escándalo saludable, sino aún el pecaminoso propiamente dicho, puede provocar un "escandalizarse" provechoso y fructífero. 

Ya se entiende que se trata aquí de dos maneras de escandalizarse. Dios permite el escándalo : "preciso es que vengan escándalos" (Mt 18, 7) : al hacerlo persigue la prueba y el afianzamiento de los buenos, su enérgica oposición al mal, la decisión de los tibios, aunque también el desenmascaramiento de los malos y corrompidos.


1 comentario:

  1. Excelente artículo, bueno... como todo el material que se nos expones. Mil gracias y que la SANTÍSIMA VIRGEN TE PREMIE TAN ARDUO TRABAJO.

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