lunes, 17 de mayo de 2010

Más ecumenismo estilo Vaticano II


 Lunes, 17 may (RV).- «Cristianos y budistas honran la vida humana, como base del respeto hacia todos los seres humanos». Es el mensaje de felicitaciones que el Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso dirige, también este año, a los ‘queridos amigos budistas dispersos en el mundo’, con motivo de la fiesta del Vesakh 2010. Junto con los mejores deseos cordiales de paz y alegría, el mensaje reitera el anhelo de ‘contribuir a reforzar los vínculos de amistad y colaboración ya existentes entre nosotros al servicio de la humanidad’.

El mensaje está firmado por el cardenal Jean Louis Tauran y por el arzobispo Pier Luigi Celata, presidente y secretario, respectivamente, del dicasterio pontificio para el Diálogo Interreligioso. Reflexionando sobre ‘un tema que hoy tiene particular importancia’, es decir, «la crisis ambiental que ya ha suscitado notables problemas y sufrimientos en todo el mundo», se ponen de relieve los esfuerzos de cristianos y budistas, que han contribuido a crear una nueva conciencia de la importancia «social y espiritual de nuestras correspondientes tradiciones religiosas en este campo».

Reconociendo que «tenemos en común un modo de considerar valores como el respeto por la naturaleza de todas las cosas, la contemplación, la humildad, la sencillez, la compasión y la generosidad» - valores que contribuyen a «una vida sin violencia, con equilibrio y sobriedad» – el mensaje recuerda que Benedicto XVI, ha hecho notar que "Los diferentes fenómenos de degradación ambiental y las calamidades naturales… nos recuerdan la urgencia del respeto debido a la naturaleza, recuperando y valorando, en la vida de todos los días, una correcta relación con el ambiente" (Audiencia General del 26 de agosto de 2009).

Evocando la Encíclica Caritas in Veritate, se hace hincapié en que «la Iglesia Católica considera la tutela del ambiente como íntimamente unida al tema del desarrollo integral de la persona humana y, por su parte, se compromete no sólo en la defensa del destino universal de los dones de la tierra, del agua y del aire, sino que anima a los demás a unir sus esfuerzos para proteger a la humanidad de la autodestrucción. Nuestra responsabilidad en proteger la naturaleza mana, en efecto, de nuestro respeto recíproco y proviene de la ley escrita en los corazones de cada hombre y mujer. Por consiguiente, cuando en la sociedad se respeta la ecología humana, también produce beneficio en el ambiente». (cf. n. 51).

Cristianos y budistas nutren un profundo respeto por la vida humana». Por tanto, es crucial «animar los esfuerzos que tienden a crear un sentido de responsabilidad ecológica» y reafirmar nuestras convicciones sobre «la inviolabilidad de la vida humana en cada etapa y condición, la dignidad de la persona y la misión única de la familia, en la que se aprende a amar al prójimo y a respetar la naturaleza».

¡Promovamos juntos una correcta relación entre los seres humanos y el entorno! Es el llamamiento de este mensaje. Pues impulsando la creación de una conciencia ecológica, para una coexistencia serena y pacífica, «podemos dar testimonio de un estilo de vida respetuosa, que encuentra sentido no en el ‘tener más’, sino en el ‘ser más’. Compartiendo las perspectivas y los compromisos de nuestras correspondientes tradiciones religiosas, podemos contribuir al bienestar de nuestro mundo».


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