Las etapas principales de la vida de Ignacio jalonan el itinerario de la acción profunda que ejerció sobre su tiempo: el nacimiento en el País Vasco de una antigua familia de caballeros hacia el 1493; la herida de Pamplona (1521); la fundación de la Compañía de Jesús en París en la colina de Montmartre (1534); la aprobación romana (1540), que señala el comienzo de una actividad fuertemente coordinada hacia la resistencia ofrecida al Protestantismo, y, sobre todo, hacia el trabajo en servicio de la Reforma católica, la expansión misionera de la Iglesia y la educación cristiana de la juventud. Mas, en la base de toda esta actividad, se encuentran los indecibles recuerdos místicos de Manresa (1523) y toda la experiencia espiritual, cuya imagen queda plasmada en los Ejercicios y en la pasión que sentía Ignacio por la mayor gloria de Dios, su amor varonil a Jesús y a Dios nuestro Señor y su entrega incondicional a la Iglesia y al pontífice romano.
Con estos sentimientos moría Ignacio en Roma el 31 de julio de 1556. Todos podernos hacer nuestra la oración que él dirigía con frecuencia a Cristo: «Que te conozca íntimamente a fin de amarte con mayor amor y seguirte con más diligencia». San Ignacio de Loyola, nacido en Loyola-Azpeitia (España), proyectó originalmente ser soldado, pero cuando un cañonazo francés destrozó su pierna, su carrera militar terminó abruptamente.
Digamos de pasada que su pierna fue recompuesta tan mal en un principio que tuvo que ser rota de nuevo y otra vez recompuesta, sin el beneficio de un anestésico. Aunque San Ignacio sea el patrón de los soldados, también sería un buen patrón para los estudiantes reiterativos, pues tenía más de treinta años cuando volvió a la escuela y no se licenció hasta los cuarenta y tres.
Volver a la escuela no es tan raro hoy como en tiempos de Ignacio. Los estudiantes más viejos tienen muchas ventajas sobre los más jóvenes. Como desean estar en la escuela, tienden a trabajar más y a aplicarse con mayor diligencia. Se toman en serio sus estudios porque se toman en serio a sí mismos.
Si San Ignacio pudo asistir a clases con estudiantes a los que doblaba en edad, para luego, además, fundar la Compañía de Jesús, una de las órdenes religiosas más importantes del mundo, todavía tienes tiempo para ser lo que deseas...
Alma de Cristo
Alma de Cristo, santifícame.
Cuerpo de Cristo, sálvame.
Sangre de Cristo, embriágame.
Agua del costado de Cristo, lávame.
Pasión de Cristo, confórtame.
¡Oh, buen Jesús!, óyeme.
Dentro de tus llagas, escóndeme.
No permitas que me aparte de Ti.
Del maligno enemigo, defiéndeme.
En la hora de mi muerte, llámame.
Y mándame ir a Ti.
Para que con tus santos te alabe.
Por los siglos de los siglos. Amén.
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