Las tinieblas dieron paso a la luz. Las profecías a la realidad. El Martirologio anuncia así este venturoso día, el más bello que contemplaron los siglos: "Jesucristo, eterno Dios e Hijo del eterno Padre, queriendo consagrar el mundo con su misericordiosísimo advenimiento, concebido del Espíritu Santo, pasados nueve meses después de su concepción, nace en Belén de Judá, de la Virgen María, hecho Hombre".
Ha llegado la plenitud de los tiempos, las semanas anunciadas por el profeta Daniel. Los ángeles lo anunciaron a los pastores: "Os anuncio una gran alegría para vosotros y para todo el pueblo: cerca de aquí, en la ciudad de David, acaba de naceros un Salvador, el Cristo, el Señor". A esta inmensa alegría se suman también los cielos y los aires, ya que desde allí se oye el sublime cántico: "Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres a quienes Dios ama".
Este día divide toda la historia de la humanidad en dos mitades: Hasta él y desde él. Cristo es el eje de la historia de toda la humanidad y para todos los tiempos. Es la Buena Noticia por excelencia. Por ello el mundo, por los siglos de los siglos, sólo podrá corresponder a tanto amor y benevolencia de parte de Dios, celebrando esta reina de las fiestas con inmenso amor y gratitud. El Hijo de Dios se hace hijo de mujer para hacer al hijo del hombre hijo de Dios.
Las palabras tan profundas de San Juan tienen cumplimiento este día: "En el principio estaba el Verbo, y el Verbo estaba en Dios, y el Verbo era Dios... Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros". Ha llegado la plenitud de los tiempos, de la que habla San Pablo, y el Hijo de Dios quiso nacer de Mujer, y esta Mujer era María.
El himno del Oficio de Lecturas de este día canta los efectos de esta Venida, de este
Nacimiento tan singular: "La plenitud del tiempo está cumplida; rocío bienhechor, baja del cielo, trae nueva vida, al mundo pecador. ¡Oh santa noche! Hoy Cristo nacía, en mísero portal; Hijo de Dios recibe de María, la carne del mortal. Hoy, Señor Jesús, el hombre en este suelo, cantar quiere tu amor, y, junto con los ángeles del cielo, te ofrece su loor. Este Jesús en brazos de María, es nuestra redención; cielos y tierra con su brazo unía, de paz y de perdón. Tú eres el Rey de paz, de ti recibe, su luz el porvenir; Ángel del gran Consejo, por ti vive, cuanto llega a existir".
El cristiano hoy debe saltar de alegría. Debe ser generoso. Nadie debiera hoy pasar hambre ni tener sed. Debiera desaparecer la guerra, el odio, el terrorismo, el pecado, la maldad del corazón del hombre. Ante un Niño que a la vez es Dios sólo cabe la postura de clavarse de rodillas y decirle: Te amo, perdóname. Lo viene así a cantar el precioso himno de Laudes: "Hermanos, Dios ha nacido, desde un pesebre. Aleluya. Hermanos, cantad conmigo:
«Gloria a Dios en las alturas» . ...Hoy mueren todos los odios, y renacen las ternuras... El corazón más perdido, ya sabe que alguien le busca . ...El cielo ya no está solo, la tierra ya no está a oscuras".
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