PABLO VI Y SUS RESPONSABILIDADES
EN EL CAOS ACTUAL DE LA IGLESIA
Pbro. Dr. Joaquín Sáenz y Arriaga
En una exposición, que, durante los tiempos del Concilio, hice yo en el Santo Oficio, delante del Cardenal Ottaviani, delante del entonces Mons. Parente, ahora ya Cardenal de la Iglesia, delante de Mons. Mazala y de otro Mons. de cuyo nombre no puedo acordarme, después de haber explicado el memorandum, que había yo presentado por escrito sobre la revolución que, con el pretexto del Concilio y del espíritu conciliar, se estaba gestando en la Iglesia de Dios, pedí permiso para exponer abiertamente todo lo que en mi corazón llevaba y que por vez primera en mi vida había hecho vacilar mi misma fe católica. Obtenido el permiso, hablé y hablé muy claro, exponiendo mis dudas sobre las ideas y la actitud de Paulo VI y sobre el mismo Concilio, que pretendía imponemos la nueva teología, la que había sido antes condenada por Pío XII.
El Modernismo, doctrina y partido denunciados y condenados por San Pío X, resurge y se impone en nuestros días con una pujanza y un poderío sin paralelo en la historia. El Congreso del Bruselas -hablo aquí de consecuencias recientes dell Concilio- "The (World FUTURE Church", la Iglesia futura del mundo, preparado por el IDOC, (es decir, la revista CONCILIUM y su equipo internacional de teólogos ampliamente conocidos, presididos por el Cardenal Suenens y el P. Schillebeeckx, Hans Küng, Congar y el supergrande Karl Rahner, S.J.), ha eliminado a su antojo los dogmas fundamentales o los ha silenciado, o los ha interpretado a su capricho. El Modernismo cobró carta de ciudadanía en la Iglesia Católica, durante los días turbulentos del Vaticano II.
Yo encuentro incomprensible e inaceptable este Concilio, que además de ser equívoco, tiene puntos, que han venido a revolucionar la doctrina de la Iglesia, en innegable contradicción con las definiciones de anteriores y recientes Concilios Ecuménicos y con documentos solemnes del Magisterio. Pregunto yo: esas definiciones y esos solemnes documentos anteriores ¿estuvieron o no estuvieron inspirados por el Espíritu Santo? Si lo estuvieron, ¿cómo es posible ahora ignorarlos y contradecirlos? La razón aducida por los "expertos" del Vaticano II es que esas definiciones y esos documentos tuvieron un valor circunstancial, incompatible con el progreso de la teología y del mundo que está a punto de nacer. El "aggiornamento" de la Iglesia a ese nuevo mundo pide que revisemos toda nuestra doctrina, todas nuestras creencias, toda nuestra moral, nuestra liturgia, nuestra disciplina y las leyes de la Iglesia.
Con estas premisas, nada queda en pie y el mismo Concilio Vaticano II pasará a la historia como una pesadilla, cuando las circunstancias del mundo en constante evolución hayan cambiado. Entre el Vaticano II y el Vaticano I y el Tridentino no hay continuidad, no hay progreso, sino antagonismo y cambio completo de mentalidad, que, a mi humilde sentir, es un cambio de fe. Y si malo es ese Concilio Pastoral, peor es el postconcilio, que no sólo ha ignorado las definiciones dogmáticas de anteriores Concilios y los documentos todos del anterior Magisterio, sino ha superado y desconocido en la práctica lo que está escrito en los documentos del Vaticano II. Ahora bien, ¿quiénes son responsables de esta demolición interna de la Iglesia? ¿quiénes han callado las voces de la ortodoxia que buscaba, con la TRADICIÓN en la mano, defender la verdad revelada? ¿Por qué, si estaban y están tan seguros de sus reformas inauditas y demoledoras, no han permitido no digo ya la polémica, la discusión esclarecedora, sino el "salvífico diálogo", que han buscado, con servilismo vergonzoso, con todos los enemigos de la fe católica? Es imposible negar la complicidad personal y colectiva de los pastores de la Iglesia y, especialmente, de aquel que es sucesor de Pedro.
Cuando, a los principios de esta autodemolición de la Iglesia, yo señalaba la cabeza como la causa principal de la tragedia, mis palabras escandalizaban; creían que había ya naufragado en mi fe. Pero poco a poco, sin embargo, las cosas han cambiado y es cada vez más clamoroso el grito de los que con un YO ACUSO valiente señalan el MONTINISMO como la raíz de la destrucción progresiva de la Iglesia. Los acontecimientos posteriores han forzado después no sólo a los observadores preparados, sino a las mismas masas de creyentes a examinar el caos más de cerca y con menos ingenuidad. La ruina de la Iglesia coincide tan exactamente con el Pontificado actual y sigue tan de cerca sus orientaciones reformistas y revolucionarias, que es ya imposible cerrar los ojos, para no darnos cuenta de que son los pastores, de que es, ante todos, Paulo VI , el verdadero responsable de esta crisis sin precedente ni paralelo en la historia de la Iglesia. La conspiración judeo-masónica-comunista ha tenido tanto éxito, porque tenía en sus manos el poder.
Son diversas las hipótesis que se han dado para explicar el enigma de Paulo VI. Entre ellas, las principales son las siguientes:
1ª - El Papa es un prisionero, al que rodean amenazantes poderosos enemigos, que le obligan a decir y hacer lo que ellos quieren. Hay quien añade que existe un chantage de los enemigos, que, conociendo las secretas debilidades personales del Pontífice, pueden descubrirlas, con gran desprestigio de la autoridad, si Paulo VI no secunda los planes que ellos tienen.
2ª - El Papa está drogado, esporádica o habitualmente. Los diabólicos inventos de la química moderna hacen ciertamente posible esta hipótesis espantosa. Existen actualmente drogas capaces de nulificar la voluntad, de hacerla fluctuante y aún contradictoria, en las resoluciones de asuntos capitales. Esta nulificación de la voluntad puede ser intermitente, y puede ser, según las drogas y la dosis con que ellas se administran, constante, permanente. En el primer caso, hay una especie de dualidad en las acciones y en los dichos de la persona drogada, según que esté o no esté bajo el influjo de la droga; y, en el segundo caso, la persona es un juguete en manos de los que la han drogado.
3ª - El Papa, después de haber sido legítimamente elegido, cayó en la herejía, tal vez en la apostasía. La prerrogativa de la infalibilidad, con la que Cristo enriqueció al Primado de Pedro, según la misma definición del Concilio Vaticano I, es una prerrogativa en favor de la Iglesia, no en favor de los individuos que habían de ocupar la Sede de Pedro; es una infalibilidad no personal, sino meramente didáctica y que no hace al Papa ni infalible en todos sus juicios, opiniones y personales doctrinas, ni tampoco impecable, como lo demuestra, por desgracia, la historia misma de la Iglesia. y esta infalibilidad meramente didáctica, solamente se da cuando se cumplen las cuatro condiciones, que señala la definición conciliar, según la doctrina de la Escritura y de la Tradición: a) que el Papa hable ex cathedra, con su autoridad suprema y universal; b) que hable en cosas de fe o de costumbres, ya que su ministerio abarca tan sólo estas materias; c) que defina, es decir, que nos diga que la verdad concreta por él enseñada se encuentra en el Depósito inmutable de la Divina Revelación. El Papa, al definir no inventa una verdad, no adapta el Evangelio al mundo, sino únicamente nos dice que esa verdad concreta fue revelada por Dios, se encuentra en el Depósito inmutable de la Divina Revelación; y, finalmente, que la obligación, que nos imponga el Papa para aceptar esa definición sea bajo pena de eterna condenación, según las palabras de Jesucristo: "Los que creyeren serán salvos; los que no creyeren se condenarán". Negar, en estas circunstancias una verdad definida por el Magisterio supremo de Pedro es naufragar en la fe, es negar la doctrina de Cristo.
En su Magisterio ordinario el Papa solamente es infalible cuando nos enseña verdades que han sido ya definidas o por otros Papas o por otros Concilios, o cuando nos enseña una doctrina, quam semper et ubique tenuit Ecclesia, que siempre y en todas partes enseñó la Iglesia.
No tendría sentido la célebre definición del Vaticano I, si el Papa, por el hecho de ser Papa, fuera personalmente infalible, no pudiera engañarse, ni pudiera caer incluso en la herejía. Es cierto que, en su oficio, cuenta siempre con la asistencia del Espíritu Santo, pero esta ordinaria asistencia presupone y exige la fiel correspondencia del Pontífice, que siempre es libre y puede estar sujeta a las fluctuaciones posibles del libre arbitrio. No es, pues, una herejía el decir que el Papa no es siempre infalible y que, por lo tanto, puede equivocarse, culpable o inculpablemente -esta es otra cuestión- y puede incluso caer en la herejía. Lo que sí podemos afirmar es que, en estos posibles y lamentables casos, el Papa no definirá ex cathedra un error una herejía, porque esto equivaldría a que sucumbiese la "inerrancia" de la Iglesia.
En el lamentable caso de que el Papa cayese personalmente en la herejía, muchos autores piensan que automáticamente dejaría de ser Papa: non deponnendus, sed iam depositus. Otros, por el contrarío, piensan que el Papa, herético o apóstata, sigue siendo Papa. A su juicio sólo la muerte o la renuncia del Pontífice dejan vacante el Pontificado. Para sostener esta sentencia, se necesita establecer en tales casos una verdadera dualidad en la persona y en los actos y dichos del Pontífice herético, difícilmente comprensible: unas veces habla como católico y entonces es Papa; otras, en cambio, no habla como católico, sino como hereje, y entonces no es Papa. Su pontificado carecería de aquélla estabilidad y consistencia que parecen exigir las palabras de Cristo: "Tú eres piedra, roca inconmovible, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia". "Y las puertas del Infierno no prevalecerán en contra de ella". Lo que es en un edificio el fundamento eso es Pedro en la Iglesia: principio de unidad, de cohesión de todos los elementos que integran ese edificio, garantía de su consistencia y permanencia. ¿Cómo es posible que el que ha caído en la herejía siga siendo el fundamento de la Iglesia? ¿No sería esto atentar contra la inerrancia de la Iglesia?
Los que sostienen la tesis de que un Papa herético non est de positus, sed deponendus, no ha dejado de ser Papa, sino que debe ser depuesto, parecen anteponer las normas jurídicas sobre la misma Verdad Revelada. A mi modo de ver, las normas jurídicas -cualesquiera que sean- tienen un valor de medio, no de fin; mientras que la preservación de la Verdad Revelada es a no dudarlo el fin del Magisterio, del Primado y del Episcopado, porque la fe es la raíz de la justificación; porque sin fe es imposible agradar a Dios. Y no puede haber una fe verdadera, cuando no se funda en la Verdad Revelada, cuando no se acepta TODO lo que Dios nos ha revelado.
Por otra parte, los Pastores han sido instituidos por Cristo para apacentar las ovejas en la verdad, para conducirlas siempre por el camino seguro de la salvación. Cuando los pastores fallan, cuando incurren personalmente en el error, dejan de ser verdaderos pastores, ya que no pueden apacentar seguramente a las ovejas, ni llevarlas por el camino recto de la salvación.
4ª - El Papa es un verdadero Papa; el Papa no ha incurrido personalmente en la herejía. Pero es un Papa débil, que no cumple sus deberes esenciales de reprimir las herejías, de aplicar las debidas sanciones de la Iglesia contra los destructores de la unidad, contra los que difunden el error, contra los que han causado la presente confusión doctrinal en la Iglesia de Cristo. Es el caso del Papa Honorio, que, por su gravísima omisión, en reprimir las herejías, por sus condescendencias ecuménicas con los monofisitas, o monotelitas, fue, al fin, después de su muerte, condenado como hereje por un Concilio.
5ª - El Papa no es un verdadero Papa: su elección no fue válida. Porque, aunque canónicamente, hasta donde nosotros podemos saberlo, su elección haya sido legítima -y la aceptación universal en toda la Iglesia de su Pontificado así parece confirmarlo- sin embargo, si el sujeto no era "capax electionis", no era capaz de ser legítimamente elegido, la elección, según los cánones legítima, es en realidad ilegítima. Dos cosas pueden invalidar in radice una elección aparentemente legítima: si el elegido no es un verdadero católico, si profesa públicamente doctrinas anticatólicas; si el elegido es un excomulgado y su excomunión no ha sido levantada por aquel que tiene autoridad para hacerlo, suponiendo, claro está una completa retractación de sus errores; porque, sin esta sincera retractación, la excomunión no podría ser válidamente levantada.
Estas son, en resumen, las diversas hipótesis, que corren en el mundo, para explicar la incógnita terrible del actual Pontífice. Ellas demuestran, desde luego, la realidad aterradora de que, en el mundo, son muchos y muy preclaros varones los que miran arriba, los que señalan a Paulo VI como el verdadero responsable de ésta, que él mismo llamó "autodemolición" de la Iglesia. Varían las opiniones en la solución, pero no en el diagnóstico del mal que nos aqueja.
Citaremos ahora a algunos de los escritores que con más precisión y valentía han afrontado el problema, antes de exponer yo mis puntos personales de vista en tan espinoso y delicado problema. Empezaremos por copiar aquí la CARTA ABIERTA del sacerdote francés Noel Barbara a Paulo VI:
El objeto de este estudio sobre la Revolución en la Iglesia es normal, ya que el Señor instituyó a Pedro como Pastor Supremo, a quien dio la misión de confirmar nuestra fe. Es, pues, normal, en las presentes aflictivas circunstancias, el que nos dirijamos a él, para que, con su Magisterio, disipe todo equívoco y toda confusión, nos devuelva la confianza y confirme nuestra fe.
"YO RECONOZCO, SIN TITUBEAR, LA AUTORIDAD DEL SANTO PADRE. PERO AFIRMO, SIN EMBARGO, QUE CUALQUIER PAPA, EN EL EJERCICIO DE SU AUTORIDAD, PUEDE COMETER ABUSOS DE SU AUTORIDAD, Y SOSTENGO QUE EL PAPA PAULO VI COMETE UN ABUSO DE AUTORIDAD DE EXCEPCIONAL GRAVEDAD, CUANDO EDIFICA UN RITO NUEVO DE LA MISA, SOBRE UNA DEFINICIÓN DE LA MISA, QUE HA CESADO DE SER CATÓLICA". (R. P. Th. Calmel, O.P.)
Beatísimo Padre:
Esta Carta Os está dirigida para expresaros los sentimientos de vuestros hijos, que ven en Vos al Sucesor de Pedro. Ellos Os presentan de rodillas su corazón despedazado; pero su fe y su buen sentido católico han sido de tal manera probados, que les es ya imposible callar. Tienen un inmenso deseo de obedeceros, pero para ello es necesario que su fe y sentido común no sean más triturados.
Por esta razón se permiten, siendo yo su intermediario, haceros unas preguntas, cuya respuesta les llenará de gozo, pues con ella podrán preservar su fe, su recta inteligencia y podrán también obedeceros, con tranquilidad de conciencia, en lo que ahora no pueden comprender.
Santísimo Padre, ¿HA HABIDO SIEMPRE, EN LA SANTA IGLESIA, UNA SOLA VERDAD, UN DOGMA INMUTABLE, UNA FE INTANGIBLE?
Vuestro admirable "CREDO" así nos lo ha reafirmado; pero, ¿cómo es compatible la adhesión a este CREDO con todos esos nuevos catecismos, que omiten afirmaciones esenciales y ponen en duda gran número de dogmas, que son ahí reestructurados? ¿No sois Vos el guardián y el defensor de nuestra fe? ¿Cómo podéis entonces tolerar la publicación y difusión de esos catecismos, que deforman la verdadera noción del mensaje de nuestra salud, tal como había sido siempre enseñado por los Evangelios y la Tradición? ¿Pueden admitirse dogmas contradictorios?
Santísimo Padre, ¿es todavía admisible Vuestro CREDO, cuando en la liturgia, así de la Misa como del ritual, se omite deliberadamente todo aspecto ascético de la vida cristiana, basado en la realidad del pecado original con todas las consecuencias que ese pecado tiene para la humanidad; omisión, que está en contradicción manifiesta con la doctrina del Evangelio y de la Tradición? ¿Por qué esa constante contradicción entre lo que Vos afimáis y lo que Vos autorizáis con Vuestra firma? ¿No ha sido anatematizado este proceder por el mismo Jesucristo?
Santísimo Padre, es todavía verdadero Vuestro CREDO, después de lo que ha afirmado Vuestro Legado, el Cardenal Willebrandt, en las reuniones luteranas y, en particular, en la de Evian, que parece haber sido aprobado por Vos mismo? ¿Puede ser verdadero, como lo ha afirmado él, con Vuestro consentimiento, ya que hablaba como Legado Vuestro, que hay una afinidad entre las orientaciones de Lutero y las del Concilio Vaticano II? Mirad que esta afirmación plantea un gravísimo problema teológico y de conciencia para nosotros.
Por favor, explicadnos lo que nosotros no podemos comprender.
Santísimo Padre, ¿debe todavía ser creído por todos los fieles católicos y afirmado y defendido hasta el sacrificio de la vida ese Vuestro CREDO, después que Vos habéis recibido y estrechado las manos, llenas de sangre, de los verdugos de millares, mejor dicho, de millones del comunismo, siempre perseguidor y asesino de los católicos, que quieren ser fieles a Vuestro CREDO y a la Iglesia de Roma, de la que sois el Pastor Supremo? ¿Debemos confesar Vuestro CREDO después de que Vos habéis impedido que cualquiera levante la voz en la Iglesia, para protestar y condenar a esos asesinos, como lo atestiguan los 540 obispos, que en el Concilio pidieron, sin ser oídos, esta condenación?
Dignaos explicarnos esta contradicción.
Santísimo Padre, hemos aplaudido la defensa de la moral conyugal, que habéis hecho en Vuestra encíclica "Humanae Vitae"; pero, los Episcopados de casi todos los países han podido contradecir esa encíclica, sin que Vos levantéis la voz. Mas todavía, estos Episcopados persiguen a los sacerdotes y fieles, que han intentado hacerse escuchar, para seguiros, y Vos habéis dejado hacer a esos Episcopados, si es que no los habéis secretamente inducido a ello; y estos sacerdotes son considerados en Roma como "contestatarios".
¿Qué explicación podéis damos de estos hechos incomprensibles?
Santísimo Padre, todos Vuestros hijos sacerdotes, fieles al voto de su subdiaconado, han escuchado con alegría Vuestra encíclica "Sacerdotalis Coelibatus", que afirma una vez más que la Iglesia de Occidente no puede abandonar la antigua tradición, que es la suya. Y los hogares cristianos también se sintieron de nuevo confortados y grandemente ayudados, para sobrellevar el yugo de su fidelidad conyugal, con el ejemplo de los mismos sacerdotes, fieles a su voto de castidad. ¿Cómo explicarles ahora que, en una carta a Vuestro Secretario de Estado, Vos, Vos mismo hayáis puesto a juicio el asunto del celibato sacerdotal, al examinar o insinuar la posibilidad de ordenar hombres casados, que puedan unir su vida conyugal con el ejercicio activo de su sacerdocio? ¿Cómo hacer comprender a los esposos así traicionados la indisolubilidad de su vínculo conyugal, cuando Vos mismo concedéis con tanta facilidad a los sacerdotes infieles la dispensa de sus sagrados compromisos?
Santísimo Padre, Vos habéis hecho un elogio extraordinario de la Misa de San Pío V, reconociendo que ella encierra preciosos documentos, que se remontan hasta los tiempos apostólicos; y, sin embargo, Vos mismo habéis autorizado reemplazarla; más todavía, o Vos habéis permitido indulgentemente a los Episcopados el imponer la nueva misa obligatoriamente a todos los sacerdotes, o sois Vos el que secretamente dio a los Episcopados esa consigna. Por eso la liturgia de cambios constantes, lo mismo en su estructura, que en sus numerosos y diferentes esquemas y sus innumerables prefacios, está sujeta al arbitrio de cada celebrante y provoca rápidamente la indiferencia y el abandono de los verdaderos creyentes.
Y ¿cómo podríamos recibir nosotros con agrado una "reforma", en la que han participado seis pastores protestantes; y, al terminar el trabajo, Vos los habéis recibido y Os habéis fotografiado con ellos (4), en reconocimiento de su colaboración? Así los herejes han sido admitidos a reformar aquello que la Iglesia tiene de más sagrado y precioso, el tesoro que Jesús le había dejado y que no es otro, sino El mismo, en su Sagrada Pasión, continuada en el Altar?
¿Cómo puede ser esto concebible para aquel que tiene la verdadera fe? Os pedimos que Os dignéis explicárnoslo.
Santísimo Padre, Vos hicisteis el elogio del latín y del canto gregoriano y Vos encargasteis a los monjes benedictinos el guardar este tesoro de la Iglesia, ¿cómo es posible entonces que un mes tan sólo después hayáis podido autorizar a estos mismos monjes la supresión del latín y del canto gregoriano?
Santísimo Padre, Vos pedisteis por favor a los obispos que guardasen la costumbre de dar la Sagrada Comunión sobre la lengua; pero, Vos mismo, aduciendo profusos e inusitados raciocinios, acabáis al fin autorizando el distribuir la comunión en la mano. ¿Qué es lo que significa todo esto? Explicádnoslo.
Santísimo Padre, Vos Os habéis lamentado frecuentemente de que Vuestra autoridad sea cada día menos respetada en la Iglesia; pero, por favor, decidnos: ¿quién Os ha quitado Vuestra tiara, símbolo de Vuestra autoridad, para venderla, en pública subasta, con estupefacción de muchísimos Padres del Concilio, que no estaban comprometidos en la conspiración, presentes a Vuestra descoronación?
Santísimo Padre, Vos habéis deplorado -ya que no habéis debidamente sancionado- las "intercomuniones" de Holanda, de París (rue de Vaugirard) y de Medellín; pero ¿quién permitió que fuese concedida la Comunión Sacramental del Cuerpo de Cristo a Barbarino Olson, obstinado presbiteriano, y, durante el Congreso Eucarístico de Bogotá, a los ministros herejes?
¿Cómo explicar el que hayáis prácticamente reconocido el carácter episcopal de Michael Ramsey, Presidente del Anglicanismo, a quien Vos mismo, en público, le habéis puesto en su dedo Vuestro propio anillo y a quien pedisteis bendijese a la multitud, cuando, según la Bula "APOSTOLICAE CURAE" de León XIII, Bula confirmada por el mismo Pontífice como "irrevocable" (perpetuo ratam, firmam, irrevocabilem), "las ordenaciones conferidas según el rito anglicano son absolutamente inválidas y nulas?
En verdad, no entendemos esto y Os suplicamos Os dignéis explicamos lo que, con razón, a nosotros nos parece un escándalo.
Santísimo Padre, deploráis el ateismo y la creciente irreligiosidad; pero, ¿quién ha hecho desaparecer todos los Crucifijos de las oficinas y salas de Vuestra Secretaría de Estado, laicizando así el Vaticano?
¿Quién Os obligó a entrar y a inclinaros en religiosa postura en el lugar del culto masónico de la O.N.U., en Nueva York?
¿Quién ha creado dificultades sin número a los pocos gobiernos católicos y quién ha sostenido abiertamente la "contestación" y la revolución contra esos gobiernos, bien sea con el nombramiento de obispos de tendencias y de ideas marxistas, bien sea manifestando públicamente Vuestra simpatía a todos los rebeldes, ya sean éstos clérigos, ya laicos, ahora, cuando todas las sonrisas se dirigen a los gobiernos comunistas, a aquellos que se abren hacia el Este?
¿Queréis explicárnoslo?
¿Será esto debido a la "DECLARACIÓN SOBRE LA LIBERTAD RELIGIOSA" del Vaticano II? Pero, entonces, ¿qué debemos pensar de ese Concilio?
Santísimo Padre, Vos, sin cesar, afirmáis que la Iglesia atraviesa por una crisis difícil y dolorosa; pero, ¿quién es el que tiene como amigos a los que son los principales autores de esta crisis? ¿Quién nombró como moderadores del Concilio a los Cardenales Suenens, Dopfner y Lercaro? ¿Quién ha nombrado a todos los que Os rodean y que están haciendo el juego a los enemigos de la Iglesia? ¿Quién ha removido de los puestos importantes de la Curia a aquellos varones, que tanto trabajaron por la Iglesia y que eran sus verdaderos sostenes y defensores?
¿Quién ha pedido al Presidente de la más importante Conferencia Episcopal el que dejase esta Presidencia? (Se trata del Cardenal Siri, Presidente que fue de la Conferencia Episcopal Italiana).
¿Quién hizo todo lo posible, aunque esta maniobra no haya tenido ningún éxito, para impedir que el sólo Secretario del Concilio, que nunca fue Cardenal (Mons. Morcillo, Arzobispo de Madrid y Alcalá) fuese elegido Presidente de su Conferencia Episcopal?
¿Por qué Os lamentáis de esta crisis, a la que Os negáis poner el necesario remedio, cuando sois Vos el único que puede poner ese remedio?
Todos estos son misterios, que nosotros no podemos es clarecer. Por favor, ayudadnos a hacer luz sobre ellos. Os lo pedimos.
Santísimo Padre, Vos habéis afirmado Vuestra adhesión a la Tradición, a la Fe de la Iglesia, pero Vos estáis arruinando la Iglesia y la Tradición, al abrir Vuestros brazos a todos aquellos, que siempre en el pasado y hoy, con más decisión que nunca, combaten esta fe y esta Tradición: herejes, francmasones, comunistas y judíos (7). Y a todos aquellos, que, en la Iglesia, cometen el adulterio y el concubinato con estas doctrinas, mientras que cerráis esos mismos brazos a todos los fieles servidores de la Iglesia.
Santísimo Padre, -lo decimos con la más grande angustia- Vuestra conducta nos recuerda la de Salomón, que habiendo recibido la herencia de su padre David, no dudó en admitir en su intimidad a todas las mujeres extranjeras, con sus dioses y sus creencias. Y, como él -no podemos dejar de verlo- Vos arruinaréis el Reino del verdadero Israel, que es la Santa Iglesia.
Discípulos de Jesús, nosotros preferimos la verdad de los ACTOS a la verdad de las PALABRAS y, por eso, nos sentimos tentados a preguntaros: QUID DICIS DE TE IPSO? QUIS ES TU? ¿Que decís de Vos mismo? ¿Quién sois Vos?
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