Sermón pronunciado el 16 de Enero de 2011
por el P. Pierre Champroux (hsspx)
Queridos hermanos:
La oración colecta de este día nos dice: “Dios todopoderoso y eterno, que gobiernas al tiempo las cosas del cielo y de la tierra, escucha clemente las súplicas de tu pueblo y concede la paz a nuestros días. Por Jesucristo Nuestro Señor”.
Es Nuestro Señor Jesucristo quien da la paz al mundo ¿Qué es la paz? La tranquilidad en el orden (San Agustín)
Discurso del Santo Padre el primero de enero de 2011 a la hora del Ángelus: “El próximo octubre iré en peregrinación a la ciudad de San Francisco invitando a que se unan conmigo los cristianos de las diferentes confesiones, los representantes de las diversas tradiciones del mundo y, en espíritu, todos los hombres de buena voluntad, para conmemorar el gesto histórico querido por mi Predecesor y renovar solemnemente el compromiso de los creyentes de todas las religiones de vivir su fe respectiva como un servicio a la causa de la paz”.
El Papa enlaza este discurso con su mensaje para la jornada mundial de la paz del 8 de diciembre de 2010. El tema de este mensaje era La libertad religiosa camino hacia la paz. El Papa quiere que todos los hombres alcancen la libertad religiosa porque la religión acerca a Dios: “El mundo necesita de Dios, tiene necesidad de valores éticos y espirituales y la religión puede ofrecer una preciosa contribución en esta búsqueda de la construcción de un orden social justo y pacífico a nivel nacional e internacional. La paz es un don de Dios y al mismo tiempo un proyecto a poner en práctica. Una sociedad reconciliada con Dios está más próxima de la paz”.
Queridos hermanos:
La oración colecta de este día nos dice: “Dios todopoderoso y eterno, que gobiernas al tiempo las cosas del cielo y de la tierra, escucha clemente las súplicas de tu pueblo y concede la paz a nuestros días. Por Jesucristo Nuestro Señor”.
Es Nuestro Señor Jesucristo quien da la paz al mundo ¿Qué es la paz? La tranquilidad en el orden (San Agustín)
Discurso del Santo Padre el primero de enero de 2011 a la hora del Ángelus: “El próximo octubre iré en peregrinación a la ciudad de San Francisco invitando a que se unan conmigo los cristianos de las diferentes confesiones, los representantes de las diversas tradiciones del mundo y, en espíritu, todos los hombres de buena voluntad, para conmemorar el gesto histórico querido por mi Predecesor y renovar solemnemente el compromiso de los creyentes de todas las religiones de vivir su fe respectiva como un servicio a la causa de la paz”.
El Papa enlaza este discurso con su mensaje para la jornada mundial de la paz del 8 de diciembre de 2010. El tema de este mensaje era La libertad religiosa camino hacia la paz. El Papa quiere que todos los hombres alcancen la libertad religiosa porque la religión acerca a Dios: “El mundo necesita de Dios, tiene necesidad de valores éticos y espirituales y la religión puede ofrecer una preciosa contribución en esta búsqueda de la construcción de un orden social justo y pacífico a nivel nacional e internacional. La paz es un don de Dios y al mismo tiempo un proyecto a poner en práctica. Una sociedad reconciliada con Dios está más próxima de la paz”.
Lo que sorprende en estas palabras del Papa es que jamás hace distinción entre las religiones, todas son caminos hacia Dios y hacia la paz.
Para el Papa la libertad de volverse hacia Dios, la libertad religiosa es el fundamente más profundo de la paz: “Cuando se reconoce la libertad religiosa la dignidad de la persona humana es respetada en su misma raíz y se consolida la moral y las instituciones de los pueblos”.
Dice el Papa claramente que esta libertad fundamental de volverse hacia Dios es el fundamento de toda la vida moral. ¡Pero JAMÁS dice que hay que volverse al VERDADERO DIOS! Leyéndolo tiene uno la impresión de que toda religión practicada libremente produce los mismos efectos.
¿Cómo es que una religión falsa, que es objetivamente el mayor de los desórdenes pues adora –nada menos a quien no es Dios, a quien ni siquiera es, puede conducir a la paz? Objetivamente no hay pecado más grave que el que se comete por arrebatar a Dios el honor que le es debido. He aquí porqué en 1986 con ocasión del anuncio de la primera reunión de Asís escribía Mons. Le Febvre estas palabras que brotaban de un corazón profundamente herido en su amor a Dios:
“Es el primer artículo del Credo y el primer mandamiento de la Ley de Dios los que son públicamente burlados por aquel que está sentado en la Sede de Pedro. El daño de este escándalo en las almas de los católicos es incalculable. Y la Iglesia se ve sacudida en sus fundamentos”.
Para el Papa la libertad de volverse hacia Dios, la libertad religiosa es el fundamente más profundo de la paz: “Cuando se reconoce la libertad religiosa la dignidad de la persona humana es respetada en su misma raíz y se consolida la moral y las instituciones de los pueblos”.
Dice el Papa claramente que esta libertad fundamental de volverse hacia Dios es el fundamento de toda la vida moral. ¡Pero JAMÁS dice que hay que volverse al VERDADERO DIOS! Leyéndolo tiene uno la impresión de que toda religión practicada libremente produce los mismos efectos.
¿Cómo es que una religión falsa, que es objetivamente el mayor de los desórdenes pues adora –nada menos a quien no es Dios, a quien ni siquiera es, puede conducir a la paz? Objetivamente no hay pecado más grave que el que se comete por arrebatar a Dios el honor que le es debido. He aquí porqué en 1986 con ocasión del anuncio de la primera reunión de Asís escribía Mons. Le Febvre estas palabras que brotaban de un corazón profundamente herido en su amor a Dios:
“Es el primer artículo del Credo y el primer mandamiento de la Ley de Dios los que son públicamente burlados por aquel que está sentado en la Sede de Pedro. El daño de este escándalo en las almas de los católicos es incalculable. Y la Iglesia se ve sacudida en sus fundamentos”.
Es verdad también que el Papa ha dicho esto en su mensaje del 8 de diciembre: “El camino así trazado no es el del relativismo o del sincretismo religioso. La Iglesia, en efecto, anuncia y está obligada a anunciarlo sin desfallecer que Cristo “es el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn. 14,6) en el cual deben los hombres encontrar la plenitud de la vida religiosa y en el cual Dios reconcilia consigo todas las cosas”. Sin embargo, teniendo en cuenta los congresos interreligiosos anteriores cuya repetición se anuncia oficialmente, nos parece un tanto débil como aclaración.
Como comentario indirecto citamos lo que dijo Mons. Fellay en su sermón del domingo 9 de enero en San Nicolás de Chardonnet después de haber explicado que los Reyes Magos encontraron en el rey Herodes y en los sacerdotes y escribas todas las informaciones que necesitaban acerca del Mesías porque ellos sabían bien que el Mesías iba a nacer pero con un conocimiento puramente teórico:“Saben y no saben. En teoría lo saben todo. En la práctica ignoran por completo la realidad. Y uno se siente tentado a encontrar paralelismos. Cuando se oye hablar de esta historia de Asís se siente uno verdaderamente tentado a hacer un paralelismo. En teoría saben, en teoría creen ¿pero qué es lo que creen en realidad? ¿Creen verdaderamente que Nuestro Señor es Dios? ¿Creen verdaderamente que está en su mano la paz de los hombres y los pueblos? ¿Creen verdaderamente en todas las consecuencias inmediatas, directas de su divinidad? ¿Es que van, tal como hicieron los Reyes Magos, a adorar al Dios verdadero y a pedirle la paz? ¿Es que van a presentarse ante el Rey de la paz, Rey pacífico?”.
Se ha dicho que en el año 2002, durante la segunda reunión ecuménica de Asís, en la sala del convento de los Franciscanos donde se recibieron las delegaciones de las otras religiones se retiró el crucifijo, por cortesía, para no molestar. ¡Para congregar a los hombres en la búsqueda de la paz se retira el crucifijo! ¡Se retira precisamente el crucifijo! ¿Pero a quién se busca agradar? ¿A Dios o a los hombres?
He aquí lo que en 1928 decía Pío XI en su encíclica mortalium animos a propósito de las reuniones interreligiosas a las cuales prohibía firmemente que los católicos asistieran.
“Tales iniciativas no pueden recibir la aprobación de los católicos en manera alguna puesto que se apoyan en la errónea teoría de que todas las religiones son más o menos buenas y plausibles en cuanto que todas igualmente aunque de diferente manera manifiestan el sentimiento natural e innato que nos lleva hacia Dios y nos inclina a reconocer con reverencia su poder. A decir verdad los seguidores de esta teoría caen totalmente en el error. Pero hay más pervirtiendo la noción de la verdadera religión de hecho la está rechazando y se van hundiendo por etapas en el naturalismo y el ateísmo. La conclusión es clara: solidarizarse con los seguidores y propagandistas de tal doctrina equivale a alejarse completamente de la religión divinamente revelada”.
Nos vemos obligados, queridos hermanos, a constatar una ruptura en la enseñanza y actuación de los Papas. ¡Se nos ha puesto frente a una contradicción!
No faltan quienes nos digan que no se debe juzgar o criticar al Papa. ¡Pero no se trata de juzgar o de criticar a nadie sino de no perder la Fe! Yo estoy seguro de que el Papa tiene las mejores intenciones del mundo y cree que está haciendo lo mejor por la Iglesia. Es muy posible pero también se debe reconocer la realidad de esta contradicción y de este escándalo.
Es Pío XI quien nos dice que solidarizarse con los seguidores y propagandistas de tal doctrina equivale a alejarse completamente de la religión divinamente revelada.
¡Y nosotros no podemos callarnos, no podemos ser perros mudos, pastores que dejen que sus fieles pierdan la Fe sin decir nada, debemos repetir las palabras de Pío XI, en armonía con veinte siglos de práctica de la Iglesia, veinte siglos y veinte millones de mártires que han derramado su sangre por haber rechazado las falsas religiones y haber empleado todas sus fuerzas en llevar las almas a Cristo!
¡El problema no es tanto el de los cristianos martirizados en el Islam porque su muerte es una victoria! El problema es que el mundo cristiano ha perdido su Fe concreta, que no cree en la verdad de su religión. Y no tenemos frente al Islam otra religión que presentar que la de la libertad religiosa, la tolerancia universal y el “dejar hacer” general. No va a ser Asís III, IV o V lo que va a impedir a los musulmanes imponernos la ley islámica cuando lo tienen tan fácil por esta ausencia de verdad, de principios y de convicciones en que estamos sumergidos actualmente.
Invoquemos todos el Santo Nombre de María, Nuestra Señora del Rosario y de Lepanto, que nos devuelva la Fe, que vele por nuestra Iglesia y por el Padre común, nuestro Soberano Pontífice Benedicto XVI hacia el que sentimos tanto afecto y al que queremos rodear con nuestra plegarias a fin de que profese más claramente la Fe de la Iglesia.
Tomado de la revista Tradición Católica nº230, Enero-febrero 2011
Visto en: APOSTOLADO EUCARÍSTICO
No hay comentarios:
Publicar un comentario