jueves, 19 de mayo de 2011

¿EN QUE SENTIDO LA IGLESIA ES INTOLERANTE?

El Padre Hillaire nos explica en su extraordinaria Obra "La Religión Demostrada"- en el apartado referente a las objeciones a la Religión Católica-en qué sentido la Iglesia es intolerante y las razones de dicha intolerancia.


4º La Iglesia es intolerante.


R. _"Sí; la Iglesia es intolerante en materia de doctrina, y debe serlo, porque la verdad es una o no es verdad; la verdad no puede admitir la transacción con el error, como no puede admitirla la luz con las tinieblas.


Pero si la Iglesia es intolerante con el error y el vicio, está llena de indulgencias para con las personas.


La Iglesia jamás ha admitido, ni puede admitir, tolerancia de las doctrinas.


Hay dos clases de tolerancia: la tolerancia de las doctrinas y la tolerancia de las personas.


a) Es un deber para ella. Depositaria de la enseñanza divina, debe guardarla intangible y protegerla contra los que la alteran o la niegan, so pena de traicionar la misión que Jesucristo le ha confiado. La Iglesia no puede sacrificar la verdad de que es responsable ante Dios. Por lo mismo que la Iglesia no tolera nada de lo que es contrario a la fe y a las buenas costumbres, demuestra que guarda fielmente el depósito divino: el dogma y la moral.


b) Su intolerancia es un beneficio para el mundo. Si Ella hubiera tolerado las aberraciones del paganismo, estaríamos todavía prosternados ante ídolos inmundos. Si hubiera tolerado las herejías, la verdad sobrenatural de mucho tiempo atrás habría desaparecido de la tierra. Si hubiera tolerado el filosofismo del siglo XVIII, las mismas verdades naturales habrían cedido su lugar a los errores más monstruosos. Si en nuestros días tolerara los abusos de la mala prensa, del lujo, de las ruletas, del trabajo dominical, fuentes todas de desmoralización, el mundo volvería a caer rápidamente en su antigua corrupción.


c) La intolerancia es una ley general que se encuentra siempre y en todas partes: Intolerante el poder civil, cuando hace fusilar a ciertos malhechores y reduce a prisión a los ladrones; intolerante el pastor, cuando sacrifica una oveja enferma para que no contagie a las demás, etc.


¿Cuál es el motivo de esta intolerancia? Toda sociedad, si quiere vivir, debe ser intolerante en la aplicación de sus estatutos, que son su razón de ser. Debe arrojar lejos de sí todo miembro insubordinado o corrompido. Por la misma razón, la Iglesia tiene el derecho de excluir o excomulgar a cualquiera que se niegue a someterse a sus preceptos.


Intolerante en sus principios, la Iglesia fue siempre muy tolerante con las personas. Siempre ha dicho a sus discípulos: Sed víctimas; pero nunca: Sed verdugos. La dulzura de la oveja, la sencillez de la paloma, la prudencia de la serpiente, he ahí las armas de los Apóstoles. El conde de Maistre ha podido decir con la historia en la mano: “Jamás el sacerdote ha levantado un cadalso; en cambio, muchas veces ha subido a él como mártir; no predica más que misericordia y clemencia, y en todos los puntos del globo, no ha derramado más sangre que la suya”. La Iglesia ha usado de su autoridad para reprimir el error; ha acudido a la caridad para traer al buen camino a los que se habían salido de él; no ha invocado el apoyo secular y llamado la fuerza al servicio de la verdad, sino cuando se ha tenido que defender contra herejes furiosos que la atacaban con las armas, turbaban la paz pública y ponían en peligro lo mismo a la sociedad civil que a la religiosa. Ahí tenéis, en pocas palabras, el resumen de lo que ha hecho contra las herejías desde su origen.


a) ¿Quiénes son los que acusan a la Iglesia de intolerancia?


Los protestantes... Y, sin embargo, Lutero hizo morir a más de cien mil hombres en la guerra de los campesinos; Calvino, en Ginebra, hizo quemar a los que no pensaban como él. Enrique VIII y la malvada Isabel, en Inglaterra y en Irlanda; Cristián II, el Nerón del Norte, en Dinamarca; Gustavo Vasa, en Suecia, llevaron acabo toda clase de persecuciones contra sus súbditos Católicos.


Los Hugonotes han cubierto a Francia de sangre y de ruinas... ¡Tal es la tolerancia protestante!... Y son ellos los que acusan a la Iglesia de haber promovido las guerras de religión! La Iglesia no hizo más que defenderse: jamás ha pretendido, como los protestantes, imponer su doctrina con la violencia.


b) ¿Quién acusa a la Iglesia de intolerancia?


Los filósofos del siglo XVIII. Pues bien, Voltaire tenía por divisa: “Aplastad al infame...”. Diderot quería ahorcar al último rey con las tripas del último cura. Rousseau condena a muerte a todo aquel que no se porte de acuerdo con los dogmas de la religión del país, etc.


c) ¿Quiénes acusan a la Iglesia de intolerancia?


Los liberales modernos. En 1793 tenían por fórmula: Libertad, igualdad o la muerte; y despojaron las iglesias, asesinaron a los sacerdotes y guillotinaron a las personas honradas, gritando: ¡Viva la libertad!...
París contempló el mismo espectáculo en el año 1871, en tiempo de la Commune...


5º Las naciones católicas son menos prósperas que las protestantes.


R. _Pero, aunque se admitiera la decadencia momentánea de las naciones católicas, el hecho sería perfectamente explicable.


La Iglesia católica había civilizado el mundo antes de la aparición del cisma y de la herejía. Lo que ha conservado a las naciones heréticas es que ellas han guardado la mayor parte de las leyes sociales del catolicismo: el descanso dominical, la oración pública, el respeto al Santo Nombre de Dios, el respeto a la autoridad paterna, etc. Mirados a esa luz, esos pueblos son en cierta manera Católicos.


Las naciones católicas, por el contrario, azotadas por el espíritu revolucionario, han dejado desenvolver en su seno el desprecio a la autoridad divina, el desprecio a la autoridad civil y el desprecio a la autoridad paterna.


No es, pues, sorprendente que las naciones protestantes prosperen con sus leyes inspiradas por el catolicismo, y que las naciones católicas se hayan detenido en su progreso natural gracias al espíritu pagano, que va minando su existencia.


Las doctrinas impías y antisociales impuestas a los pueblos Católicos son una causa de ruina.


“Pero reprochar al catolicismo los desórdenes que condena _desórdenes nacidos de principios que anatematiza-, hacer al catolicismo responsable de los males que se esfuerza en atajar por todos sus medios de influencia, o en prevenir con sus más graves enseñanzas y más severas advertencias, ¿no es el colmo de la injusticia y de la sinrazón? Seguramente no son los Católicos los que, en nombre de la fe que profesan, amenazan la paz pública, organizan las sublevaciones populares, levantan barricadas, derrocan a los gobiernos. Sus enemigos más encarnizados han reconocido frecuentemente su prudencia, su moderación, su espíritu de abnegación y de sacrificio. No es, por cierto, entre ellos donde se reclutarán factores de anarquía.


Y cuando se quiere arrancar del corazón del pueblo las últimas raíces de su vieja fe Católica, cuando se le empuja por un camino que termina fatalmente en el abismo, los mismos que preparan y precipitan las catástrofes con sus doctrinas, esos mismos, ¡se atreverán a decir que el catolicismo hace ingobernables a los pueblos, los degrada y los arruina!... ¡Tal es su buena fe! ¡Tales su lógica!...


La Iglesia de Jesucristo ha sido desde su origen, y lo será hasta el fin del mundo, la gran civilizadora de los pueblos. Combatirla es combatir el verdadero bienestar temporal de los pueblos; es querer la desgracia del pobre, del obrero, del niño, del anciano, de la mujer, del enfermo, de todas aquellos, en una palabra, que no tienen medios para oprimir a los demás” (Rutten).


Conclusión. Todo anda mal en la sociedad presente porque se ha alejado de Nuestro Señor Jesucristo y de su Iglesia.


Y, sin embargo, ¡cuántos esfuerzos, cuántos proyectos, cuántas leyes, cuántas empresas filantrópicas dignas de mejor suerte! Tal vez nunca ha salido a la luz mayor número de sistemas que aspiran a lograr el mejoramiento moral, material y social de la humanidad.


¿Qué se ha conseguido con todo esto? Abrir un abismo en el que la sociedad entera corre peligro de precipitarse.


¿Por qué sucede así? Porque Jesucristo está ausente de todos esos sistemas, de todas esas leyes, de todas esas empresas. Se ha querido prescindir de Él; no se ha contado para nada con la religión que Él trajo a los hombres; se ha desdeñado el escuchar a la Iglesia, que es su representante.


Ahora bien, Jesucristo nos lo ha dicho expresamente en el Evangelio: “Sin mí nada podéis hacer”. Ved por qué todos esos esfuerzos amenazan con terminar en una última e irremediable catástrofe.


El mal no es de ahora: se remonta a la época del Renacimiento. Hace trescientos años, la educación, la legislación, la filosofía, las mismas artes, todo fue paganizado. Al Evangelio lo sustituyeron. San Agustín, Santo Tomás de Aquino y los Padres de la Iglesia fueron expulsados de los colegios y de las universidades. A la libertad cristiana se la sustituyó con el cesarismo antiguo.


El paganismo en la educación y en las leyes trajo consigo el paganismo en las costumbres y la disminución de la fe. El resultado fue la espantosa convulsión que se llama Revolución.


Hoy, como consecuencia de idénticas causas, estamos abocados a una catástrofe del mismo género. Hay, pues, que volver resueltamente a Jesucristo, a la Iglesia: fuera de ahí no hay salvación.


“Muchos creen a la sociedad de nuestros días perdida irremisiblemente... Pero la sociedad de hoy ¿está acaso más enferma de lo que estaba la sociedad pagana hace diecinueve siglos? El mundo entonces estaba podrido, y Satanás reinaba en él como señor absoluto.


“No había en la sociedad antigua ni amor, ni caridad, ni compasión para el infortunado. Un egoísmo brutal había dividido a la sociedad en dos grandes categorías: los señores y los esclavos.


“Y estos mismos señores se arrastraban a los pies de aventureros afortunados, a quienes llevaban al poder las continuas y sangrientas revoluciones... ¿No era, pues, más difícil de convertir esa sociedad pagana que la nuestra, que cuenta todavía con Católicos fervorosos?


“¿Qué hicieron los Apóstoles? Predicaron a Jesucristo, predicaron el Evangelio, y, a despecho de todas las trabas, de todas las persecuciones, aquella sociedad se salvó y se hizo cristiana. Leamos el Evangelio, vayamos a Jesucristo y a su Iglesia, y la felicidad y la paz reinarán en el mundo” (Abate Garnier).


LA RELIGION DEMOSTRADA; P.HILLAIRE 8PAGS:489--492) Edicion digital:
http://www.scribd.com/full/25592113?access_key=key-1o7zctuoplrrybohzpy2

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