domingo, 25 de julio de 2010

“Señor, enséñanos a orar”

El hombre del siglo actual --esta civilización materialmente avanzada-- pone, si no toda, mucha de su esperanza en la técnica, en la ciencia, con resultados cada vez más eficaces y atractivos; pero al mismo tiempo cada día desconfía más y más, se cuida mucho de sus semejantes. Nunca había sido tan crecida la cantidad de llaves para cerrar puertas, alarmas y seguros. El hombre teme. Confía en la técnica y desconfía del hombre, siempre está inseguro. ¿Será el hombre el “homo homini lupus”, el hombre es el lobo del hombre?

Mas aparece otra actitud muy frecuente, singularmente en los jóvenes de ahora: atraídos por lo inmediato, hacia lo exterior, a lo cercano y visual, cambian continuamente sus intereses a lo superficial, lo atractivo y fácil, como es ese mundo de colores y sonidos gratos a los oídos y a la vista y vacíos de verdadero contenido.

Así tan de prisa, es difícil encontrar un espacio en medio de la prisa y el ruido, para entrar en el interior de sí mismo y llegar a una seria reflexión, a un verdadero encuentro consigo mismo; y encontrado, el yo desconocido entra en diálogo con el ser invisible más cercano, el verdadero amigo --si así se le puede llamar-- que es Dios.

Difícil, mas no imposible, es para el hombre adquirir el arte de orar.

Los doce apóstoles, sencillos hombres del campo, o seguros nada más en el arte de pescar, cuando miraban a su Maestro apartarse, ir a solas a entrar en diálogo con su Padre Celestial, sintieron deseos de hablarle ellos también a Dios, pero no sabían cómo y le pidieron: “Señor, enséñanos a orar”.

Y sin saberlo ellos, su petición ya era oración, era una súplica salida del corazón. Como oración breve, confiada y eficaz fue la de aquel ciego llamado Bartimeo, que importunó a muchos con sus gritos “¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!”. Cristo le mandó llamar y le preguntó: “¿Qué quieres? ¡Señor, que yo vea!”. Y el fruto de esa tan breve oración fue el milagro. Recuperada la vista, saltando de gozo, Bartimeo seguía después al Señor.



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