domingo, 25 de julio de 2010

Al Papa, ni caso

Cada vez son menos, están dispersos y, quizá por ello, cada vez se molestan menos en ocultar su heterodoxia. Es la disidencia al Papa que, desde dentro de la Iglesia -y, en algunos casos, desde puestos de gran relevancia-, intenta boicotear el rumbo de este pontificado.
 


Se puede decir más alto, pero no más claro: “Un absurdo de primera categoría”; así calificó monseñor Raymond Burke, presidente del Tribunal de la Signatura Apostólica, a las religiosas católicas estadounidenses que contradicen la autoridad de la Santa Sede en temas tan nucleares como el aborto.
 
La desobediencia de la Catholic Health Association, presidida por la hermana Carol Keehan, y de Network, la red de monjas a favor del aborto, lejos de ser un mero problema interno de la Iglesia, ha propiciado la aportación de la nueva legislación proabortista de Obama en marzo de 2010. Burke afirmó, tajante, que estas monjas deberían dejar de llamarse “católicas”.
El desacato de las religiosas consagradas estadounidenses es, por el momento, el último capítulo de una actitud cada día más patente entre sectores minoritarios pero influyentes de la Iglesia: la rebelión contra la doctrina y la autoridad del Papa.
Una actitud que ha calado entre las congregaciones religiosas más secularizadas y, lo que es más preocupante, entre algunos miembros -pocos pero influyentes- del episcopado internacional.
Otro caso reciente: el del cardenal Godfried Danneels. Durante su presidencia de la Conferencia Episcopal Belga, desde 1979 hasta febrero de este mismo año, el abandono de la práctica religiosa en Bélgica ha llegado a extremos preocupantes. ¿El secreto de su ‘éxito’? Un alejamiento de la ortodoxia católica que alcanzó límites hasta entonces insospechados, y que ha terminado por afectar muy seriamente al prestigio de la Iglesia en dicho país.
Por ejemplo, cuando en 1997 estalló la polémica sobre el catecismo Roeach en los medios de comunicación belgas. Dicho catecismo, editado por los profesores Jef Bulckens, de la Universidad de Lovaina, y Frans Lefevre, del Seminario de Brujas, contenía dibujos en los que se veía a una bebé desnuda diciendo: “Tocar mi vagina me hace sentir bien” o “Quiero estar en la habitación cuando papá y mamá tienen sexo”. Este manual se utilizaba en las clases de catequesis de los colegios católicos belgas.




Revolución sexual


La tolerancia, cuando no comprensión, hacia una teología moral en abierta ruptura con el magisterio papal ha tenido en Bélgica consecuencias tan terribles como reales; en abril de este año se ha descubierto que monseñor Roger Vangheluwe, obispo de Brujas y uno de los más estrechos colaboradores de Danneels, había practicado la pedofilia durante toda su carrera como prelado.
La conexión entre el alejamiento de las enseñanzas del Papa por parte de algunos obispos centroeuropeos y americanos y los casos de pederastia en sus diócesis no parece fruto del azar.
Luis Fernando Pérez Bustamante, director de Infocatólica, señala que “durante los años sesenta, ciertas universidades y seminarios se contagiaron con la revolución sexual. Algunos de los por entonces seminaristas luego actuaron de modo indigno. Los resultados de esos errores doctrinales los estamos cosechando ahora, aunque ya Juan Pablo II se enfrentó a la podredumbre cancelando el permiso de enseñanza a algunos de aquellos docentes, por ejemplo, a Charles Curran o a Hans Küng”.
Las nuevas generaciones de presbíteros y obispos, educados bajo el papado de Juan Pablo II y de Benedicto XVI, son ajenas al talante ‘optimista’ del posconcilio que, según escribe Joseph Ratzinger en su obra Teoría de los principios teológicos, favoreció la renuncia de todo dualismo entre cuerpo y alma, naturaleza y gracia e, incluso, Dios y mundo.
El llamado ‘espíritu del concilio’, que derivó en una auténtica hermenéutica de la ruptura, tuvo tres hitos fundacionales: la Conferencia General del episcopado latinoamericano celebrada en Medellín en 1968, la publicación del Catecismo holandés en 1966 y el nacimiento en 1965 de la revista Concilium. Algunos de los seguidores de esta corriente de heterodoxia son los que todavía siguen activos.
La falta de unión de algunos obispos con el Santo Padre también ha sido denunciada desde la misma jerarquía de la Iglesia. En agosto del 2009, monseñor Marc Ouellet, cardenal arzobispo de Quebec y primado de Canadá, expresó en un discurso ante noventa obispos y ocho cardenales su pesar por la falta de apoyo interno que había recibido el Papa ante las duras críticas vertidas contra él a raíz del levantamiento de las excomuniones a los cuatro obispos lefebvristas.
El mismo affaire Lefebvre propició en febrero de 2009 la publicación de una carta firmada por el conjunto del episcopado austriaco donde, entre otras cosas, afirmaban que: “Nosotros, los obispos, haremos todo el esfuerzo posible para apoyar los próximos nombramientos episcopales, en el sentido de monitorear los procedimientos en cercana cooperación con los departamentos vaticanos”. Es decir; delimitar la capacidad del Papa a la hora de nombrar obispos en Austria.
Reserva de ortodoxia
Hay casos especialmente públicos y flagrantes, como el de monseñor Luis Urbanc, obispo de la diócesis argentina de Catamarca. Hace apenas un mes, Urbanc, diciendo hablar en nombre de la Iglesia, pidió “respetar las uniones entre personas del mismo sexo”, porque “hay que reconocer y respetar que existen otras uniones entre las personas”.
Y, de nuevo, se puede comprobar cómo los ambientes alejados de la comunión doctrinal con el Santo Padre propician la comisión de otra clase de males: tal fue el caso de Juan Carlos Maccarone, obispo argentino de la provincia de Santiago de Estero, obligado a dejar su cargo tras descubrirse que había mantenido relaciones sexuales con un joven de 23 años.
Continuando en Argentina, la figura del cardenal Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires, ha destacado por su discreto pero hábil trabajo a la hora de impedir todo crecimiento de las formas litúrgicas propiciadas por el motu proprio Summorum Pontificum de Benedicto XVI. Y es que la aplicación del referido motu proprio se está convirtiendo en una de las piedras de toque de este pontificado.
La tenaz resistencia pasiva de muchos obispos a su aplicación llevó a monseñor Rahjith, secretario de la Sagrada Congregación para el Culto Divino, a manifestar en octubre de 2007 que “si no seguimos ese principio [obedecer al Santo Padre], estaremos permitiendo nada más y nada menos que el demonio entorpezca su misión. (…) No tenemos tiempo que perder. De lo contrario estaríamos comportándonos como el emperador Nerón, tocando el arpa mientras Roma arde”.
Tales declaraciones se produjeron sólo un mes después de que el por entonces obispo de la diócesis italiana de Caserta, monseñor Raffaele Nogaro, prohibiese la celebración de la misa a un párroco de su sede episcopal según el misal del beato Juan XXIII. Nogaro llegó a afirmar que “la misa en latín es una distorsión del hecho religioso” y declaró ser “la autoridad para la corrección litúrgica, teólogica y moral de la diócesis (...) aun si el Papa ha declarado una apertura en favor de otros ritos”.
¿Y en España? El cardenal Tarancón dijo en sus memorias que “los obispos españoles tienen tortícolis de tanto mirar a Roma”. Una ‘enfermedad’ que ha salvado a nuestro país de los errores y excesos tan frecuentes en otros países. Sólo cabe esperar que la tortícolis española se convierta en un referente de salud episcopal a nivel mundial.
 

Quién es quién

Carol Keehan: presidenta de la Catholic Health Association estadounidense que ha apoyado la reforma proabortista de Obama. Es una de las principales representantes de las monjas estadounidense que se oponen al magisterio papal.

Godfried Danneels: cardenal y presidente de la Conferencia Episcopal Belga desde 1979 a 2010. Durante su mandato Bélgica se ha sumido en una crisis de secularización sin precedentes y han proliferado los casos de pederastia entre miembros del clero.

Luis Urbanc: obispo de Catamarca, Argentina. Diciendo hablar en nombre de la Iglesia, pidió “respetar las uniones entre personas del mismo sexo”, porque “hay que reconocer que existen otras uniones entre las personas”.

Jorge Mario Bergoglio: arzobispo de Buenos Aires y cardenal. Ha destacado por su trabajo a la hora de impedir el crecimiento de la liturgia propiciada por el motu proprio Summorum Pontificum, que liberaliza la celebración de la misa tradicional.

Raffaele Nogaro: obispo de la diócesis italiana de Caserta. Prohibió la celebración de la misa a un párroco de su sede episcopal según el misal del beato Juan XXIII y se ha manifestado en contra de la celebración litúrgica de acuerdo al rito extraordinario.







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