Sin embargo, el 7 de octubre, en que se celebra la fiesta a la Virgen del Rosario, ha sido reservado para el pueblo, al igual que antes lo era el 10 de septiembre, fecha en que se celebraba el tradicional “Baño de la Virgen”, un día antes del novenario de su renovación, ocurrida el 19 de septiembre de 1644. Actualmente, bastantes fieles acuden también durante estos días, además de los que llegan a visitarla cualquier día del año.
La imágen de la Virgen de Talpa, se dice, fué modelada por los indios tarascos del Estado de Michoacán y llevada a Talpa en el año de 1585; desde entonces ha concedido cientos de milagros a los innumerables peregrinos que han pasado frente a Ella con un rostro de sufrimiento y palabras de alabanza.
Los nativos del lugar, al tratar de recordar alguno de sus grandes milagros, difícilmente pueden escoger alguno de entre ellos y relatan más bien los que están escritos en la historia, como lo fue su prodigiosa renovación, ocurrida cuando la imagen de caña liviana y en mal estado iba a ser enterrada, y al ser colocada en un hoyo, en medio de un resplandor y se observó que la imagen que se iba a desechar se había inexplicablemente renovado.
El pueblo de Talpa también le agradece a su Virgen la milagrosa restauración de la torre izquierda de su Basílica, que debido a un fuerte sismo ocurrido en la década de los 20´s, en el siglo pasado, había quedado peligrosamente inclinada, pero ese mismo día, por la tarde, otro temblor puso la torre en su lugar.
Nuestra Señora del Rosario de Talpa
Patrona de la Diócesis de Tepic
Su Patronato sobre la Diócesis
El 10 de diciembre de 1948 se firmó en Roma el rescripto que concedía el Patronato de la Diócesis de Tepic a Nuestra Señora del Rosario de Talpa.
El último día del mes de febrero del año siguiente, fue recibido el documento en la curia Diocesana. Inmediatamente dieron inicio los preparativos para tan importante evento, el cual se llevó a cabo del 12 de mayo de 1949.
Renovación de la Imágen
En el año de 1644, en la villa de Talpa, de la jurisdicción de la parroquia de Guachinango, el viernes 19 de septiembre, aconteció un hecho de gran trascendencia para la vida religiosa de toda la comarca: una imagen de La Virgen María desfigurada y carcomida por el tiempo, y que por orden del párroco, Don Pedro Rubio Félix, debía ser enterrada en un pozo en la sacristía, se renovó milagrosamente.
Tocó a una jovencita llamada María Tenanchi, cumplir la disposición del párroco: “Y llegando dicha María Tenanchi a coger dicha imagen, súbitamente fue tan grande el resplandor que salió de dicha imagen, que deslumbró y derribó a dicha Tenanchi María Cantora, que cayó como muerta en dicha peana; las demás naturales que estaban barriendo la iglesia y la fueron a alzar; y preguntárosle qué se había hecho les dijo ¿no veis esa Virgen desbaratada que está de otra manera, echando resplandores de fuego, rodeada de nubes que hizo así?, ¿qué será eso?”.
Este acontecimiento, testificado por los indígenas y puesto por escrito por orden de dicho párroco en un documento conocido como la “Auténtica”, y los numerosos milagros obrados en los años inmediatos, dio origen a que la veneración de la imagen se extendiera rápidamente.
En la actualidad, la Imagen es visitada durante todo el año por incontables fieles que de diversos lugares del país y del extranjero acuden a ella en devotas romerías.
El deseo de engrandecer a su Reina y Soberana ha sido creciente en el clero y los fieles durante el transcurso de los siglos. Durante el año 1921 surgió y maduró el proyecto de imponerle a sus sienes imperial corona de oro, con autoridad pontificia.
Se verificaron los trámites correspondientes ante la Santa Sede con tan feliz resultado, que en noviembre del mismo año se obtuvo el rescripto que concedía el seseado privilegio.
En medio de la alegría y felicidad de propios y extraños, el 12 de mayo de 1923, El Excmo. Sr. Obispo Don Manuel Azpeitia y Palomar, tercero en la Diócesis de Tepic, y el Excmo. Sr. Don Leopoldo Ruiz y Flores, Arzobispo de Morelia, acompañados de los Excmos. Señores Don Agustín Aguirre y Ramos y Don Ignacio Plascencia y Moreira y de un crecido número de sacerdotes, impusieron regia y áurea corona de la Celestial Patrona y al pequeño Jesús que lleva en sus brazos.
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