miércoles, 2 de marzo de 2011

PORQUE SE TRATA TAN MAL A HERNÁN CORTÉS EN LA HISTORIA OFICIAL DE MÉXICO III

Antecedentes:


Primera parte
Segunda parte


Durante los cuatro años de su gobierno, Hernán Cortés, organizó el nuevo reino, fomentó el asentamiento de las familias de los conquistadores, siendo los cientos de ellos, antepasados de decenas de miles de mexicanos de hoy en día.
Para poblar la tierra nuevamente conquistada propició la emigración de nuevos colonos, exploró personalmente y envió a explorar las nuevas tierras en busca de minas de metales preciosos, para que estos fueran la base de la riqueza agrícola y ganadera que formó.
Escribió a su padre don Martín, que a su costa le enviara toda clase de plantas,árboles y animales para reproducirlos en la nueva tierra.
Por esa época, Cortés, mandó construir el primer hospital en toda forma, de la llamada "tierra firme" americana. Aunque ya existía desde 1520 un hospital itinerante a cargo del padre Bartolomé Olmedo. Fue esa fundación el edificio que albergó; primero a españoles y más tarde a todas las castas. El Hospital de Nuestra Señora de la Limpia y Pura Concepción, ahora conocido como Hospital de Jesús, se fundó en el año de 1524 en el lugar conocido como Huitzilán, hermosa huerta donde según la tradición; Hernán Cortés y Moctezuma se encontraron por primera vez en noviembre de 1519, (esquina de las calles de Pino Suárez y República del Salvador del Centro Histórico de la ciudad de México).


El papa Clemente VII confirmó a Hernán Cortés como Patrono Perpetuo del Hospital para él y sus descendientes. Hay que recalcar que ésta institución es la Obra Pía más antigua que no ha dejado de prestar sus servicios ni un solo día, a lo largo de 484 años en todo el continente americano.


La primitiva capilla del Hospital se convirtió con los años en un templo grande y bien provisto, siendo asiento a fines del siglo XVIII del monumento, obra del arquitecto José del Mazo, donde se colocaron los restos de Cortés en una urna sobre la cual estaba la efigie en busto  que el afamado escultor Manuel Tolsá esculpió en bronce dorado.
Cuando el conquistador regresó a España en 1528 para recibir el justo reconocimiento por sus servicios a la corona, Hernán Cortés, a sus 43 años estaba en el apogeo de su vida. En la villa de Béjar celebró su segundo matrimonio, esta vez con doña Juana de Zúñiga y Ramírez de Arellano, dama de la mas alta nobleza castellana.




Pero el fundador dela Nueva España no deseaba establecerse en Extremadura como algunos otros conquistadores, su hacienda y su vida estaban definitivamente en esta tierra, por lo que en compañía de su madre doña Catalina Pizarro Altamirano, de su mujer doña Juana -ya encinta-, y de mas de 400 parientes y amigos se embarcaron en varios navíos en pos de su marquesado americano.
De 1530 a 1540, desde la sede del palacio de Cuernavaca, Cortés va a despegar una intensa actividad en todos los órdenes, aunque con distinto fruto para explorar, conquistar, construir, fundar, evangelizar; en una palabra: civilizar al nuevo país que andando el tiempo sería México.
En 1540, la inconsecuencia imperial y la envidia de sus enemigos en Cuba, interrumpen la fecunda vida del Conquistador, fundador y poblador.
El Emperador don Carlos, urge a su súbdito, quien le ha dado más tierras y mas súbditos que todos los que le heredaron sus antepasados, a presentarse en la Corte para responder a las numerosas acusaciones, la mayoría infundadas, de sus viejos y nuevos enemigos.
El viejo conquistador obedece, y creyendo que su ausencia de Cuernavaca se limitaría a sólo un par de años; deja a su familia en este lugar: su esposa la marquesa, sus hijas María, Catalina, y Juana el encargo de su primo el licenciado Altamirano, así como a otros hijos suyos reconocidos por la Iglesia y emprende el largo viaje en compañía de su segundo hijo  varón, también llamado Martín de tan solo 8 años de edad.
Don Hernando viaja con su conciencia tranquila, esperanzado de que por falta de pruebas, tal vez, pueda cerrarse de una vez por todas, su Juicio de Residencia. Pero cuando llega a la Corte, el Emperador no lo recibe, porque los celos de sus enemigos han emponzoñado la opinión que del conquistador tenía don Carlos I, quien ahora cree que su famoso vasallo tiene ambiciones de alzarse con la tierra; lo supone inmensamente rico con sus 23 mil vasallos en su enorme marquesado y que no debe regresar a la Nueva España porque es demasiado poderoso.


Nada de lo anterior era cierto, como lo demuestra la lealtad que Cortés siempre le mostró siguiendo como un falderillo a la Corte Real, contrayendo cada vez mayores deudas para pagar su costoso tren de vida y siendo ignorado por todos aquellos a quienes había demostrado su amistad.


Al cabo de siete años de vida estéril, iluminados solamente por la creación de su Academia Cultural en compañía de algunos de los sabios mas célebres de España. Se siente enfermo, percibe que la muerte ronda, por lo que se dirige a Sevilla con ánimo de embarcarse a Nueva España, la tela que él mismo había hilado.
Su salud empeora, por lo que pide a su amigo Juan Alonso Rodríguez de Medina, que le reciba en su casa de la calle Real de Castilleja, frente a Sevilla a la margen derecha del Guadalquivir.
Cortés quiere estar en paz para redactar su testamento, quiere morir como buen cristiano, dejando su cuerpo y su alma bien atados.
En la primera cláusula del largo documento, manda escribir:


"En el nombre de la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, que son Tres Personas en un solo Dios Verdadero, el cual tengo, creo y confieso por mi verdadero Dios y Redentor, y de la Gloriosísima y Venturada Virgen, Su bendita Madre, Señora y Abogada nuestra... sepan cuantos esta carta del testamento vieren, como yo Don Hernando Cortés...
1.- Primeramente mando, que si muriere en estos reinos de España, mi cuerpo sea puesto y depositado en la Iglesia de la Parroquia donde estuviere situada la casa donde yo falleciere e allí esté en depósito hasta que sea tiempo e a mi sucesor le parezca de llevar mis huesos a la Nueva España, lo que le encargo e mando que ansí haga dentro de diez años e antes si fuese posible e que los lleven a la mi Villa de Coyoacán, e allí de den tierra en el monasterio de monjas que mando hacer y edificar en la dicha mi villa..."


Es de hacer notar que las crónicas de la época relatan con asombro, que cuando se cumplió el tiempo de traer a Nueva España sus restos en 1556, las autoridades sevillanas afirmaban que era la primera vez en presenciar el traslado de restos de España a las Indias, cuando lo común era en sentido contrario.


Esta es la prueba incontrovertible de que el corazón de don Hernando se había quedado para siempre en el país por él fundado.

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