lunes, 12 de abril de 2010

Cometa Halley 1910 - 2010

Aquel astro errante con cabellera y cola se convirtió en el mensajero del fin del mundo. Ningún otro cometa como el Halley en 1910 ha causado tanta fascinación, tanto miedo y tanta leyenda. De aquello se cumplen ahora 100 años. Es el centenario de uno de los mayores acontecimientos astronómicos del siglo XX, que paralizó el planeta ante el temor al fin de los tiempos y que impulsó a millones de personas, presas del pánico, a asomarse al firmamento cada noche para contemplar hipnotizadas aquella larga figura celestial que desbordaba la noche estrellada. Algunos se quitaron la vida convencidos de que el paso de la Tierra por la cola del cometa, que contiene cianógeno, envenenaría a la humanidad entera. Los mensajes de tranquilidad de los científicos no pudieron evitar los suicidios de una minoría y la congoja de la gran mayoría.
Recién llegado el siglo XX, el encuentro con el Halley se vivió en todo el globo durante la primavera de 1910 hasta el momento cumbre del 18 y el 19 de mayo en el que nuestro planeta cruzó la cola del cometa mientras la humanidad contenía el aliento. En las semanas previas, la prensa fue un hervidero de rumores, artículos de todo tipo y publicidad engañosa que, entre otros productos, ofrecía máscaras para protegerse de los supuestos efectos nocivos del cianógeno. Rotativos como el New York Times se hicieron eco de aquella locura colectiva, que en la prensa española tuvo su impronta en diarios como La Vanguardia, en el que José Comas Solá, director del Observatorio Fabra y uno de los grandes astrónomos de la historia de España, escribió numerosos artículos, todos ellos encaminados a tranquilizar a la sociedad. Los hechos le dieron la razón: después del paso por la cola del Halley, la Tierra siguió su curso como si nada y el fin del trance fue celebrado con veladas nocturnas en Madrid, Barcelona, Valencia y otras muchas ciudades, donde la gente se aglomeraba en las calles en pleno jolgorio mientras el Halley aún resplandecía en el cielo.
Hoy, un siglo después del mítico paso del Halley en 1910, todos estos sucesos parecen remotos, y realmente lo son. Seguramente, aquella visita fue la última en la que vino cargado de leyendas, y la próxima del año 2061 será la primera en la que la humanidad recibirá al Halley sabiendo todo de él, ya que durante el paso de 1986 las sondas espaciales Vega y Giotto descifraron los enigmas concernientes a su núcleo. Hace 100 años, además, se produjo una alianza de factores que contribuyeron a enriquecer la fascinación por aquel encuentro. La clave estuvo en que las peculiaridades de las órbitas hicieron que la Tierra se internara en la cola del cometa, que a pesar de tener una densidad prácticamente nula, se extendía millones de kilómetros en la bóveda celeste. Asimismo, se produjo en una etapa de la historia de la astronomía caracterizada por grandes incertidumbres. Faltaba más de una década para que los estudios de Edwin Powell Hubble demostraran que habitamos un universo en expansión. Y Marte era una de las obsesiones mundiales, alentada por astrónomos como Percival Lowell, que sostenían la existencia de una red de canales de origen inteligente en el planeta rojo, y por la publicación del libro La guerra de los mundos, de H. G. Wells, en 1898. Asimismo, en 1910 apenas había contaminación lumínica, por lo que la visión del firmamento era excelente incluso desde grandes ciudades como París, Nueva York y Madrid. Con ello, y merced a su gran proximidad, el impacto visual del Halley en plena noche fue abrumador.

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