miércoles, 21 de abril de 2010

El abuso de los abusos, una persecución contra Benedicto XVI

La deficiente gestión mediática: omisiones, tergiversaciones, calumnias, falsedades, fantasías e invenciones con un objetivo: el Papa

Han pasado cinco años desde la publicación de aquella conocida portada del periódico The Mirror que, tras la elección del cardenal Joseph Ratzinger como Papa, decía “God´s Rottweiler” (El rottweiler de Dios). Ya por entonces, los diferentes titulares, de carácter más bien hostil, presagiaban la relación que ofrecería la mayoría de la prensa laica mundial a aquel que como cardenal ya habían tratado severamente mal.

A lo largo de este lustro, Benedicto XVI se ha enfrentado a no pocas crisis mediáticas. Entre las más significativas han estado: 1) el hecho de ser de origen alemán y por eso, ipso facto, tacharlo de “nazi”; 2) la lección magistral de septiembre de 2006 en la universidad de Ratisbona, de donde se extrapoló una parte del discurso y se ocasionó la ira islámica; 3) en enero de 2008, la negativa de una mínima parte del claustro de profesores y estudiantes de la universidad de La Sapienza, en Roma, para que el Papa inaugurase el año académico (a raíz de una interpretación errada de un discurso sobre Galileo que, como cardenal, habría pronunciado Ratzinger en la misma institución); 4) el levantamiento de la excomunión a los obispos “lefebvristas” de inicios de 2009 y la desconocida opinión de uno de esos obispos, Richard Williamson, sobre el holocausto hebreo; y, por último, 5) el revuelo a raíz de la respuesta del Papa al periodista de France 2 sobre el condón, en el vuelo rumbo a Angola de marzo de 2009.
Pero quizá ninguna otra crisis haya sido tan mordaz como la del tema de los abusos por parte del clero católico. Sin minusvalorar la tristísima realidad de hechos comprobados y siempre reprobables en este campo, la prensa ha buscado no sólo exprimir y generalizar hasta la saciedad las debilidades de algunos miembros de la Iglesia, sino también involucrar y manchar la imagen de Benedicto XVI.

Ya el 1 de octubre de 2006 se había dado el primer intento cuando la BBC puso en el aire “Sex crimen and the Vatican”, un programa de unos 40 minutos lleno de delicados errores claramente porráceos que, además, denotan palmariamente su mala intención en el afán de desprestigiar al Papa. Utilizando mal documentos de la Iglesia (“Crimen sollicitationis” y la carta “Ad exequenda”), sirviéndose de viejos filmes y entrevistas no datadas, el programa adultera, deforma e interpreta a su antojo la información.

Uno de los más penosos errores fue afirmar que Joseph Ratzinger, hoy Benedicto XVI, es el autor de “Crimen sollicitationis”, documento aparecido en 1962 y preparado por la entonces Congregación para el Santo Oficio, hoy Congregación para la Doctrina de la Fe (CDF en adelante). Así, el programa informa mal sobre el autor (Joseph Ratzinger por entonces ni siquiera vivía en Roma ni mucho menos era prefecto) y el contenido.

1. Cuatro intentos para desprestigiar al Papa: cuatro casos de periodismo deficiente
En mayo de 2009 se hacía público el Informe de la Comisión de Investigación Irlandesa (el Informe Ryan se puede consultar íntegramente en el siguiente enlace o leer el resumen sintético) sobre el tema de los abusos en escuelas e instituciones de ese país. En diciembre de 2009 se publicaba el Murphy Report, centrado en la diócesis de Dublín. El revuelo suscitado por las deplorables revelaciones tocaron sensiblemente no sólo a la sociedad irlandesa.

A. Don Georg, el hermano del Papa
Un semestre después, el 28 de enero de 2010, el rotativo berlinés Der Tagesspiegel publicaba los primeros casos de abusos sexuales en Alemania. Concretamente, los perpetrados entre los años 70 y 80 en el Canisius College, gestionado por jesuitas. Más tarde se conocieron los casos de la escuela de la abadía benedictina de Ettal y, finalmente, el caso más mediáticamente manoseado: el de los abusos entre los Regensburger Domspatzen (coro de niños de la catedral de Ratisbona), del cual fue director Georg Ratzinger, hermano del Papa. Comenzaba así el primer intento sistemático por vincular y dañar directamente a Benedicto XVI.
¿Cuál era la verdad? Lo contaba así Diego Contreras en su blog ‘La Iglesia en la prensa’: “La diócesis de Ratisbona ha divulgado un caso de abuso ocurrido en 1958, un presunto caso que habría sucedido al inicio de los sesenta y un tercer caso (todavía incierto) que se supone que es de 1969. Los tres se refieren de algún modo al coro de los “Domspatzen”. Se trata de crímenes, o presuntos crímenes, ocurridos en la residencia donde se alojaban y estudiaban los chicos. Una institución que contaba con su propia dirección, independiente de la dirección musical. El hermano del Papa, monseñor Georg Ratzinger, fue director musical del coro (externo a la residencia) en el periodo 1964-1993. Es decir, no solo estaba lejano físicamente del lugar de los hechos, o presuntos hechos, sino que estos ocurrieron en un periodo en el que él no era ni tan siquiera director (el dato claro del tercer caso es que ocurrió diez años después de que el presunto culpable abandonara su relación con el coro)”.
A partir de esta nota puesta en circulación con transparencia y apertura por la misma arquidiócesis de Ratisbona se construyeron los más fantasiosos titulares que apuntaban a la caza de Benedicto XVI sin más información que la mentira y la fantasía de los periodistas en cuestión.

B. Süddeutsche Zeitung, TIME y el semanario Stern
La segunda diatriba contra Benedicto XVI vino de un medio alemán: el Süddeutsche Zeitung. El 13 de marzo de 2010 publicó una nota sobre la supuesta admisión en la arquidiócesis de Munich de un sacerdote –Peter Hullermann– acusado de abuso y procedente de la diócesis de Essen. Ya en Munich, habría recibido un nuevo encargo pastoral. Todo esto habría ocurrido en 1980, cuando el arzobispo de esa sede arzobispal era el cardenal Joseph Ratzinger.
El mismo día, TIME reproducía la nota que luego, sucesivamente, daría la vuelta al mundo. El título que dio TIME fue “El Papa sabía que el sacerdote era pedófilo pero autorizó que continuara su ministerio”.
¿Cuál era la realidad de los hechos? Efectivamente, el entonces arzobispo de Munich autorizó que Peter Hullermann residiera pero en un convicto sacerdotal de la arquidiócesis y exclusivamente para recibir terapia. Tras el nombramiento, en noviembre de 1981, como prefecto para la Congregación para la Doctrina de la Fe, Ratzinger renuncia a la sede de Munich y pasa a Roma en febrero de 1982. Durante el periodo de sede vacante (es decir, cuando aún no se nombra al suplente de Joseph Ratzinger para Munich), el vicario para la arquidiócesis, padre Gerhard Gruber, es quien decide dar licencia para que Hullermann ejerciera el ministerio en una parroquia.
En 1985 se dan nuevas denuncias contra Hullermann (es decir, cuando Joseph Ratzinger ya no estaba en Munich) y se le retira del ministerio sacerdotal. En junio de 1986 es condenado por abusos de menores a 18 meses de cárcel en libertad condicional y a una multa de 4.000 marcos.
Otro medio alemán que fallidamente intentó desprestigiar con mentiras a Benedicto XVI fue el semanario Stern. El jueves 7 de abril de 2010 publicaba una monumental falsedad según la cual, como cardenal prefecto para la CDF, Joseph Ratzinger habría encubierto a Marcial Maciel, presbítero mexicano.
Prontamente el portavoz de la Santa Sede hizo una declaración oficial afirmando: "Es paradójico –y para las personas informadas ridículo– atribuir al cardenal Ratzinger responsabilidades de cobertura o de encubrimiento de cualquier tipo. Todas las personas informadas saben que fue mérito del cardenal Ratzinger promover la investigación canónica sobre las acusaciones a propósito de Marcial Maciel, hasta llegar a establecer con certeza su culpabilidad". Maciel fue reducido a una vida de oración y penitencia, sin posibilidad de ejercer el ministerio públicamente, en 2006.

C. The New York Times
Tras el fallido intento de manchar al Papa inventando la ficticia relación de su hermano Georg con la situación del Regensburger Domspatzen, las invenciones del Süddeutsche Zeitung y las ilusiones del semanario Stern, The New York Times tomó la batuta.
El 24 de marzo de 2010 publicaba una información sobre los abusos de un sacerdote, Lawrence Murphy, en una escuela para niños sordos en Wisconsin, el St. John´s School.
El periódico estadounidense acusaba al Papa porque, según su versión de los hechos, como prefecto para la Congregación para la Doctrina de la Fe no lo retiró del ministerio sacerdotal, obstaculizó y archivó el caso, aun conociendo los antecedentes del acusado. Una segunda entrega fue publicada el 26 de marzo, dos días después.
El padre Federico Lombardi, S.J., portavoz de la Santa Sede, hizo posteriormente unas declaraciones oficiales puntualizando la verdad de los hechos.
De acuerdo a las palabras del padre Lombardi, Lawrence Murphy, sacerdote de la diócesis de Milwauke, efectivamente habría abusado de niños especialmente vulnerables, entre 1950 y 1974. En 1975, cuando Ratzinger todavía no era prefecto en Roma, habrían salido las primeras acusaciones contra Murphy. Su caso no se habría tornado a la Congregación vaticana presidida luego por Ratzinger pues, por entonces, era competencia de la diócesis. Veinte años más tarde, en 1995, el caso llegó efectivamente a la Doctrina de la Fe por tratarse de solicitaciones en el confesionario.
Además, como puntualizó el padre Lombardi, “Es importante subrayar que la cuestión canónica no estaba relacionada con las potenciales medidas civiles o criminales contra el padre Murphy”, medidas que, de suyo, fueron archivadas por la policía norteamericana años atrás. Y añadía: “el Código de Derecho Canónico no prevé sanciones automáticas, pero recomienda que se haga un juicio sin excluir incluso la mayor pena eclesiástica de expulsión del estado clerical (cf. Canon 1395, n. 2). Teniendo en cuenta que el padre Murphy era anciano y estaba mal de salud y que estaba viviendo en aislamiento y las denuncias de abuso no se habían notificado durante más de 20 años, la Congregación para la Doctrina de la Fe sugirió que el arzobispo de Milwaukee estudiara la posibilidad de abordar la situación, por ejemplo, restringiendo el ministerio público del padre Murphy, y exigiéndole que aceptara la plena responsabilidad de la gravedad de sus actos. El padre Murphy murió aproximadamente cuatro meses más tarde, sin más incidentes”.
Sobre este tema concreto, un artículo de Riccardo Cacioli en el diario Avvenire (ver enlace a la traducción española de El New York Times se desmiente en sus ataques contra el Papa) recapitulaba los dos artículos de periódico neoyorkino haciendo ver la incongruencia de los supuestamente revelado: “Los documentos dicen de hecho que los únicos que se preocuparon por el mal realizado por Murphy fueron los responsables de la diócesis americana y la Congregación para la Doctrina de la Fe, mientras que las autoridades civiles habían archivado el caso. Concretamente, la Congregación para la Doctrina de la Fe, implicada en la cuestión sólo entre 1996 y 1997, dio la indicación de proceder contra Murphy a pesar de que la lejanía temporal de los hechos constituyera un impedimento a la norma del derecho canónico”.
También tuvo su impacto y ofreció luz el artículo de Massimo Introvigne titulado El lobby laicista contra el Papa. El gran bulo del New York Times.
Escribía Introvigne: “Este nuevo ejemplo de periodismo basura confirma cómo funcionan los “pánicos morales”. Para enfangar a la persona del Santo Padre se remueve un episodio de hace treinta y cinco años, conocido y discutido por la prensa local ya a mitad de los años 70, cuya gestión –en cuanto era de su competencia y un cuarto de siglo después de los hechos– por parte de la Congregación para la Doctrina de la Fe, fue canónica y moralmente impecable, y mucho más severa que la de las autoridades estatales americanas. ¿De cuántos de estos “descubrimientos” tenemos aún necesidad para darnos cuenta de que el ataque contra el Papa no tiene nada que ver con la defensa de las víctimas de los casos de pedofilia –ciertamente graves, inaceptables y criminales, como Benedicto XVI ha recordado con tanta severidad– sino que intenta desacreditar a un Pontífice y a una Iglesia que molestan a los lobbies por su eficaz acción de defensa de la vida y de la familia?”.
Semanas más tarde, el vicepresidente de The News Corporation, William McGurn, publicaba un artículo en The Wall Street Journal (cf. 06.04.2010) sobre las motivaciones del New York Times para divulgar información parcial y calumniosa contra el Papa.
McGurn expone que los documentos usados para los dos artículos de The New York Times (firmados por Laurie Goodstein) fueron proporcionados por dos abogados de cinco hombres que han demandado económicamente a la arquidiócesis de Milwauke: Jeff Anderson y Mike Finnegan. ¿Quién es el abogado Anderson? De acuerdo a McGurn, el mismo que en 2002 declarara a la agencia Associated Press que había ganado más de 60 millones de dólares por concepto de demandas y acuerdos contra la Iglesia. O lo que es lo mismo: “En lo que se refiere a demandas contra la Iglesia, él es el principal abogado”.
En su artículo, McGurn reta a The New York Times a comprobar que Lawrence Murphy no fue sancionado, como afirma el mismo diario. Y concretamente sobre el entonces cardenal Ratzinger afirma: “El hombre que es ahora Papa reabrió casos que habían sido cerrados, hizo más que nadie para procesar casos y hacer responder a los abusadores, y se convirtió en el primer Papa en hablar con las víctimas".
Y cuestiona después: “¿No es ésta acaso la más razonable interpretación de todos estos eventos: que la experiencia del Cardenal Ratzinger con casos como el de Murphy lo llevaron a promover reformas que le dieron a la Iglesia armas más efectivas para manejar los abusos sacerdotales?”.
Para William McGurn es necesario que la prensa proporcione "algo de contexto y muestre algo de escepticismo periodístico sobre lo relatado por un abogado defensor que hace millones con este tipo de casos", en referencia a Jeff Anderson.

D. Associated Press y El País
El último intento por desprestigiar a Benedicto XVI fue el de la agencia Associated Press. En un despacho de prensa de inicios de abril (cf. AP: Future pope stalled Calif. Pedophile case) la agencia “revelaba” que cuando Joseph Ratzinger era prefecto de la CDF evitó “expulsar” a un sacerdote tras la denuncia del obispo de Oakland.
El caso, magnificado, reinterpretado y aumentado, por el conocido periódico español El País, de corte marcadamente anticristiano, afirma que en una carta de 1985 el entonces cardenal Ratzinger se habría opuesto a la destitución de Stephen Keisle, quien cometió abusos sexuales en 1981 y a quien la propia diócesis de Oakland, en California, pidió destituir pues ya había antecedentes e incluso una condena civil de 1978.
El País miente y habla equívocamente: al cardenal Ratzinger no le competía destituir (entendiendo como apartar de su puesto al sacerdote, que de suyo sí hizo el obispo de Oakland, pues era de su competencia) sino reducir al estado laical a Stephen Keisle (es decir, que dejara de ser sacerdote), cosa que de hecho sucedió en 1987. En los dos años que tardó la decisión sobre este segundo punto no se registraron abusos.
En una entrevista con Il Corriere della Sera (cf. 10.03.2010), el subdirector de la Sala de Prensa de la Santa Sede, padre Ciro Benedetti, declaró: “Como se deduce claramente de la misiva, el cardenal Ratzinger no ocultó el caso, sino que hizo presente la necesidad de estudiarlo con mayor atención. Hay que tener presente que la suspensión del cargo (al sacerdote) era entonces competencia del obispo local y no de la Congregación para la Doctrina de la Fe”.
Un artículo de Massimo Introvigne, director del Centro de Estudios sobre las Nuevas Religiones, sobre este nuevo bulo lanzado ahora por Associated Press, comprobaba la pretensión de fondo: “calumniad, calumniad, que algo queda” (vale la pena leer el artículo completo en Adelante otro bulo: la carta de 1985 del cardenal Ratzinger).
Ciertamente los cuatro casos mencionados no son los únicos, si bien sí son los que han tenido mayor trascendencia mediática. Ahí están también los continuos artículos difamatorios y periodísticamente defectuosos en periódicos como el Die Preese, de Austria; el Trouw, de Holanda; el Sme, de Eslovaquia; el Times of Malta, de Malta; The Times y The Guardian de Gran Bretaña; Nwsmill y Sydsvenska Dagbladet, de Suecia; La libre Belgique, de Bélgica; The Irish Times, de Irlanda; o el Kristeligt Dagblad, de Dinamarca.


E. Acusaciones peregrinas y acciones disparatadas
A los acontecimientos de Irlanda y Alemania le han seguido otros deplorables en Austria, Holanda, Noruega, Suecia y, con menor intensidad, en Chile, España, Brasil y México.
Todos han estado puntualmente acompañados por la irresponsabilidad informativa de medios como los apenas enunciados así como otros de cobertura imperfecta. La gravedad de una información adulterada ha quedado patente en los pronunciamientos de diferentes personalidades del mundo de la política y de la cultura; pronunciamientos que, dicho sea de paso, no corresponden a la realidad de los acontecimientos: sea a sus causas, sea a sus consecuencias.
El 9 de marzo de 2010, el periódico alemán Süddeutsche Zeitung publicaba las declaraciones de la ministra alemana de justicia, Sabine Leutheusser-Schnarrenberger, exigiendo a la Iglesia indemnizaciones, incluso para los casos no comprobados de pederastia. Este mismo periódico también daría espacio a las críticas disidentes de Leonardo Boff contra el Papa.
Era esa misma ministra (del partido liberal FDP) la que el 8 de marzo lanzó graves e irresponsables acusaciones al afirmar un presunto “muro de silencio” de la Iglesia en estas situaciones. A esta invectiva respondió el obispo de Ratisbona, mons. Gerhard Ludwin Müller, diciendo: “La afirmación de la ministra es falsa y difamatoria. […] pido al ministerio presentar la prueba de la acusación según la cual la Iglesia obstaculizaría las indagaciones. Si no puede presentarla, le pido que no instrumentalizar la autoridad para acosos de este tipo”.
El presidente de la Conferencia Episcopal Alemana, mons. Robert Zollitsch, la instó a que se retractara. El cardenal Karl Lehmann fue más allá al publicar un artículo en el Allgemeine Zeitung donde recordaba: “Fuimos el primer grupo social en redactar una “guía” para el trato con víctimas y autores (2002) y lo revisamos, después de las primeras experiencias, con expertos y en dos ocasiones (2005 y 2008). Es totalmente absurdo decir que la Iglesia católica no tiene una voluntad convincente para esclarecer estos hechos”. El comentario de Sabine Leutheusser-Schnarrenberger también fue rechazado por personalidades de la política alemana como Stephan Mayer y Günter Kring. La ministra ya no respondió.
Otro político, aunque éste español, lanzaba unas irrespetuosas y denigrantes declaraciones a mediados de abril de 2010 al acusar al Vaticano –y además sin pruebas– de dar “licencia para violar”. Se trata de Álvaro Cuesta, diputado del partido socialista por Asturias y secretario de “libertades públicas” del Partido Socialista Obrero Español. La secretaria de política internacional del mismo partido, Elena Salgado, también ha unido su voz a las voces críticas contra la Iglesia.
Justamente el domingo de ramos de 2010, The Whasington Post se unía al coro de medios hostiles contra la Iglesia católica con la publicación de un agrio artículo de la cantante Sinead O´Connor donde esta mujer se extrapola y afirma que la Iglesia es una organización abusadora.
A inicios de abril de 2010, el abogado de nacionalidad australiano-británico, Geoffrey Robertson, publicaba un artículo (cf. Sentar al Papa en el banquillo) en el periódico The Guardian. Este señor es miembro del equipo de cinco juristas de Naciones Unidas. Con su artículo promovía procesar a Benedicto XVI por los casos de pederastia, sobre todo considerando que en septiembre de 2010 visitaría el Reino Unido. Aún siendo abogado, Robertson olvidaba, además de la inmunidad diplomática que posee un jefe de Estado, que los delitos no los había cometido aquel al que desea procesar.
Los ateos, con Richard Dawkins y Christopher Hitchens a la cabeza, han secundado la iniciativa de Robertson.
Hans Küng, al que algunos regalan todavía el título de “teólogo”, publicó el 15 de abril de 2010 una carta abierta a todos los obispos católicos del mundo. En esa misiva, el octogenario “sacerdote” critica el pontificado de Benedicto XVI (sobre todo por el levantamiento de la excomunión a los lefebvristas, la disciplina sobre el celibato, etc.) para luego invitar a los obispos a una subversión contra el Papa, al que sin más pruebas que sus palabras acusa de ocultamientos.
Semanas antes, precisamente un obispo decía sobre Küng: “Las inusitadas y claramente forzadas acusaciones del teólogo Hans Küng contra la persona de Joseph Ratzinger, teólogo, obispo, Prefecto de la Congregación de la Fe y ahora Pontífice, por haber causado, según él, la pedofilia de algunos eclesiásticos mediante su teología y su magisterio sobre el celibato nos amargan profundamente”.
Desde el mundo anglicano también llegaron los ecos. En una entrevista con la BBC, el primado de la Iglesia anglicana alegó que la Iglesia católica había perdido toda su credibilidad como resultado de los numerosos escándalos sexuales por parte de curas pedófilos en Irlanda (cf. ForumLibertas.com 07.04.2010). Después pidió disculpas por sus palabras pues de hecho la moral en la confesión anglicana no está muy bien.

2. En defensa del Papa
En todo este espectáculo mediático que han construido y promovido diversos medios de comunicación, diferentes voces se han alzado para dejar constancia de la injusticia que está ocurriendo.
En una entrevista publicada por el diario italiano La Repubblica, el presidente emérito del Pontificio Consejo para los Textos Legislativo, cardenal Julián Herranz, manifestó su adhesión al Santo Padre, además de afirmar que los escándalos producen en el Papa un sufrimiento “indecible, atroz y profundo”.
Cardenales, obispos, Conferencias Episcopales, Movimientos y diversas realidades eclesiales han manifestado también su cercanía al Papa y han lamentado porrácea campaña mediática contra Su Santidad. Por citar algunos casos, el cardenal arzobispo de París, André Vingt-Trois, presidente de la Conferencia Episcopal Francesa, deploró la campaña de difamación y calumnias para ensuciar al Papa, al acabar la asamblea plenaria de los obispos franceses, el 26 de marzo de 2010.
Al finalizar la misa del domingo de ramos de 2010 en la catedral de san Patricio, en Nueva York, se dejó sentir un largo aplauso para el Papa después de las palabras del arzobispo Timothy Dolan: “Lo que hace más profunda ahora la tristeza son las insinuaciones sin tregua contra el propio Santo Padre, ya que algunas fuentes parecen ansiosas por implicar al hombre que, quizá más que ningún otro, ha sido el líder en purificación, reforma y renovación que la Iglesia tanto necesita”. Fue a monseñor Dolan al que meses atrás The New York Times vetó publicar un artículo que hablaba sobre el anticatolicismo.
La Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos publicó el 30 de marzo una declaración con la que manifestaron su apoyo y adhesión al Papa. Especialmente conmovedoras fueron las sentidas palabras de cercanía y apoyo que el domingo de Resurrección dijera a nombre de la curia su decano, el cardenal Angelo Sodano, al Papa.
Días más tarde, en una entrevista a L´Osservatore Romano (cf. 06-07.04.2010), el cardenal Sodano recordaba que el Papa ha pedido perdón por toda esta situación varias veces ya, aun no siendo él el culpable.

A. Católicos
La plataforma española HazteOir.org, ForumLibertas.com y E-Cristians.net han estado promoviendo campañas masivas de apoyo al Papa en las últimas semanas (para adherirse se puede hacer pinchando aquí).
Escritores como George Weigel, Jay Scott, Massimo Introvigne, José Luis Restán o Juan Manuel de Prada, entre muchos otros, han salido al paso contra las calumnias.

B. No sólo los católicos defienden al Papa
No han sido sólo los católicos quienes ante la campaña de linchamiento mediático contra el Papa han manifestado su inconformidad.
Jon Juaristi, poeta, novelista, columnista y ensayista judío, señaló que “No es necesario ser católico” para darse cuenta de esa campaña anti Iglesia. Con un artículo publicado en el diario español ABC (04.03.2010), Juaristi ha puesto en claro las cosas: “Sólo el Papa y la Iglesia se han tomado en serio este asunto [el de los abusos, ndr]. Explotando el escándalo, la prensa amarilla sólo busca vender, y la progre, sacar a los católicos del espacio público, o al menos, si la campaña no diera para tanto, dejar la reputación del clero por los suelos”. Y más adelante afirma: “El blanco de los ataques ya no lo constituyen los curas pederastas y los obispos encubridores, sino el Papa, contra el que se ha movilizado la progresía justiciera”.
Peggy Noonan, ex asesora durante la presidencia de Ronald Reagan, publicaba en The Wall Street Journal un artículo en el que, además de manifestar su apoyo al Papa, recuerda a tres grupos de víctimas sobre todo este tema: “El primero y el más obvio son los niños que fueron abusados”. El segundo es el de “los buenos sacerdotes y religiosas, los grandes líderes de la Iglesia en el día a día, que salvan a los pobres, enseñan a los inmigrantes y, literalmente, salvan vidas. Ellos han sido estigmatizados cuando merecen ser alabados”. Y el tercer grupo está formado “por los heroicos católicos de Estados Unidos y Europa en los bancos de sus parroquias, las fuertes almas que pese a lo que se le hace a su Iglesia están todavía allí, haciendo la vida parroquial posible, sosteniendo su bandera, con su fe inquebrantable”.
Ed Koch, primer alcalde judío de Nueva York, expresó su solidaridad a Benedicto XVI con la publicación de una entrada en su blog alojado en The Jerusalem Post. Haciendo una radiografía de la prensa laica afirmaba: “No pretenden informar, sino castigar”, para luego aseverar que los ataques al Papa son mero anticatolicismo debidos a la postura de la Iglesia en temas como el aborto, la oposición a “matrimonios” entre homosexuales o la negativa a los métodos anticonceptivos, el sacerdocio femenino o la disciplina sobre el celibato eclesiástico.
El presidente del senado italiano, Renato Schifani, rechazó también la agresiva campaña mediática contra Benedicto XVI: “los ataques al Pontífice en estos días son inaceptables e indignos dado que el Santo Padre ha adoptado recientemente medidas decisivas ante los casos de abusos sexuales cometidos por algunos miembros del clero”. Los presidentes de la Cámara de Diputados, Gianfranco Fini, y de la Corte Constitucional, han condenado también los intentos de desprestigio y calumnias contra el Papa.
Dos italianos más, ambos agnósticos, salieron en defensa del Papa. Giulano Ferrara, director del periódico Il Foglio, escribía un artículo donde mostraba los objetivos de la campaña mediática contra el Benedicto XVI y la Iglesia: “Los radicales quieren una Iglesia democratizada y sometida plenamente por las leyes del Estado, sin espacio para su 'siniestro' teatro de lo divino y del culto y de la 'represiva y supersticiosa' cura de almas. Los liberales, por lo menos de tono y método, como buscamos ser nosotros en Il Foglio, creen en una Iglesia y un Estado libre, en una Iglesia que tiene derecho a la palabra, de acción, de educación y de autogobierno. Y que sobre todo tiene derecho también al propio punto de vista al distinguir, sagrado principio liberal, entre pecado y delito”.
Marcello Pera, por su parte, escribía una carta al director de un periódico italiano. La titulaba “Una agresión al Papa y a la democracia” (cf. Análisis y Actualidad, boletín telemático, número especial, 23 de marzo de 2010). En esa epístola manifestaba su disgusto ante la situación mediática de beligerancia contra el Pontífice. En una de las partes más emblemáticas decía: “Hoy como ayer, lo que se quiere es la destrucción de la religión”.
Desde España, Gabriel Albiac elogiaba así la carta de Benedicto XVI a los irlandeses: “No es necesario creer en nada, salvo en la inteligencia, para apreciar la elegancia conceptual de Benedicto XVI […] En la asunción de esa culpa colectiva, Benedicto XVI persevera en el rigor teológico de Ratzinger. Admirable. Aún para el que no cree”.
En Rusia, el periódico no católico Pravda.ru publicó un editorial a favor del Papa. El escrito firmado por Artur Rosa Teixera comenta que los casos aislados, sobre todo los más complicados, se generalizan para inducir a los lectores a creer que todo el cuerpo es igual.
Pero Teixera va todavía más allá al referir qué está detrás de estos ataques sistemáticos: “Esta generalización obviamente tiene connotaciones ideológicas y sigue una agenda política que busca deconstruir la sociedad tradicional y sus instituciones seculares así como imponer un nuevo orden mundial con la manera de los siniestros intereses de la oligarquía internacional, los mismos que manejan los mercados financieros y, a través de ellos, controlan ampliamente la economía mundial”.
Y hablando sobre las calumnias del The New York Times revela: “Se ve la mala fe y el tinte difamatorio de la campaña que se ha articulado contra la jerarquía del mundo católico. Y eso se entiende. El actual Pontífice, consistente con los principios de la Iglesia Católica, ha desarrollado una resistencia tenaz contra los propósitos divisorios, alentados por organizaciones seculares que buscan imponer una visión sexista y hedonista de la sociedad, reduciendo al hombre a su naturaleza humana negándole su dimensión espiritual. Estas organizaciones obviamente no han surgido ‘espontáneamente’ ni viven del aire… han sido creadas y son apoyadas por la cuna de tales fundaciones filantrópicas como la familia Rockefeller […] Los intereses financieros de estos están ligados a un amplio rango de sectores económicos que van desde la banca, petróleo, fármacos, industria militar, etc. hasta los medios audiovisuales, que claramente cumplen una agenda dictada por la élite global a la que pertenecen”.
El periódico Spiked, del Reino Unido, publicaba un artículo de Brendan O´Neill, su editor, titulado The Secular Inquisition (13.04.2010). En él, O´Neill reprueba la campaña atea de algunos británicos que quieren procesar a Benedicto XVI y la calificaba de “profundamente inquietante, autoritaria e inquisitorial”.
Por su parte, la agencia Aciprensa (14.04.2010) publicaba las palabras del Secretario de Gobernación de México, Fernando Gómez Mont, quien después de reunirse con los obispos mexicanos, dijo: “La mayoría de los pastores son gente de bien que no deben quedar marcados por las aberraciones de algunos”. Después aplaudió las medidas que está tomando la Iglesia católica para luchar contra la pederastia.
En Francia, un grupo de intelectuales lanzó el 31 de marzo un llamamiento a la verdad (se puede visitar el portal que acompaña la iniciativa en www.appelaverite.fr). Tras solidarse con las víctimas de abusos, también hace lo propio con el Papa.

C. Algunos medios honestos
Un artículo publicado por el diario español La Razón (cf. Roma encargó una investigación a Doctrina de la Fe en 2001. Los hechos de Irlanda o de EEUU responden a circunstancias distintas) reconocía la disparidad de trato entre la Iglesia católica y otros sectores de la población en el tema de la pederastia: “La prensa internacional presenta los casos de abusos sexuales en el clero de forma distinta que en cualquier otro colectivo”.
No era el único medio. Il Corriere della Sera (italiano) publicaba el 21 de marzo una editorial firmada por Ernesto Galli della Loggia donde dice: “Cada vez es más frecuente que el discurso público de las sociedades occidentales muestren una perspectiva despectiva, cuando no abiertamente hostil, hacia el cristianismo”.

3. Consideraciones finales: lo que no hay que confundir
Todo lo que supone un solo abuso ya es suficiente como para reprobar lo más posible, canónica y civilmente, al autor del mismo. Todo los hechos ciertos que se han venido conociendo son y serán siempre una patética aberrante.
Sin embargo, como ulterior consideración válida para juzgar adecuadamente la información que se recibe, no se pueden perder de vista algunos elementos que, si bien no restan gravedad a los acontecimientos, sí los matizan y ofrecen elementos para una mejor crítica y para ponderar adecuadamente el bombardeo mediático.


A. La palabra “abusos”
El informe irlandés citado casi al comienzo de este análisis comprende cinco volúmenes: 2.575 páginas). Los titulares que salieron después de que se hizo público tendieron a identificar la palabra “abuso” que aparece en el texto como “abuso sexual”, exclusivamente.
Quienes hemos tenido la oportunidad de repasar con detenimiento el informe completo pudimos advertir lo que el mismo informe revela: el término abuso se usa en su acepción más amplia, no sólo referido al sexual sino también, y sobre todo, al físico de castigos y violencia, y al psicológico y a las malas condiciones de las escuelas.
Algo similar sucedió en el informe que dio el fiscal del Estado alemán, Thomas Pfister, al investigar el caso de la escuela de Ettal. En su balance, Pfister refiere hasta 100 víctimas pero mezcla los casos de abusos sexuales (missbrauch) con los castigos corporales (misshandlung).
Ya en un artículo de Elizabeth Lev para Politics Daily (cf. En defensa del clero católico -¿o queremos otro reino del terror?-) la autora ponía el dedo en este tema: “La frase “abuso sexual” se equipara erróneamente con “pedofilia” para avivar aún más la indignación, No consideran la perspectiva política de Edmund Burke que se pregunta por qué la Iglesia Católica es escogida para ser tratada así”.

B. Católico no es igual sólo a sacerdote y la maximización de las cifras
Otro error común de la prensa laica es identificar inmediatamente un caso de abuso en una institución católica con la inmediata imputación a la figura del sacerdote.
Es algo que ha quedado reflejado, por ejemplo, en la percepción de situaciones como la reportada a inicios de marzo de 2010 por la cadena de televisión alemana ARD. El canal de televisión informaba sobre el caso de abusos en una fundación católica para niños autistas en Düsseldorf. Los acusados, contrario a lo que se pensó, no eran religiosos o sacerdotes sino laicos.
En el caso del primer informe irlandés, de todos los centros femeninos estudiados hay sólo tres casos de abusos y las autoras fueron laicas que trabajaban en esas instituciones. Para los centros masculinos sólo hay mención de abusos explícitamente sexuales por parte de 23 religiosos. Estos se concentran, sobre todo, en dos de los doce centros estudiados. En cuatro centros más los abusos no fueron cometidos por sacerdotes sino por otros colegiales de cursos superiores. En los demás fueron laicos.
La maximización de las cifras es un tópico recurrente. Sin dejar de recordar que un solo caso es suficiente para justificar enojo y vergüenza, estudiosos como Philip Jenkins, de la Universidad de Pensilvania, explicaba al diario Le Monde (cf. 08.04.2010) que los abusos conciernen a un reducido número de sacerdotes.
La entrevista de Avvenire con monseñor Scicluna también ilumina en este campo. Interrogado sobre la procedencia numérica de los casos de abusos, el oficial de justicia de la CPF responde: “Sobre todo de Estados Unidos que entre 2003-2004 representaban alrededor del 80% de la totalidad de los casos. Hacia 2009 el porcentaje estadounidense disminuyó pasando a ser el 25% de los 223 nuevos casos señalados en todo el mundo. En los últimos años (2007-2009), efectivamente, la media anual de los casos señalados a la Congregación en todo el mundo ha sido de 250 casos. Muchos países señalan sólo uno o dos casos. Aumenta, por lo tanto, la diversidad y el número de los países de procedencia de los casos, pero el fenómeno es muy limitado. Hay que tener en cuenta que son 400.000 en total los sacerdotes diocesanos y religiosos en el mundo. Esa estadística no se corresponde con la percepción creada cuando casos tan tristes ocupan las primeras planas de los periódicos”.

C. El tema del celibato
Algunos han querido relacionar el celibato eclesiástico con los casos de pederastia. Incluso se han instrumentalizado y deformado palabras, como las del cardenal Chistoph Schönborg, de Viena, para “hacerle culpar” al celibato de la crisis actual. El mismo Schönborg negaría la tergiversación.
¿Y tienen algo que ver celibato y pedofilia? En opinión de Christian Pfeiffer, director del Instituto de Investigación Criminológica de Hannover, nada tiene que ver lo uno con lo otro.
En esa línea va lo que afirma también el prestigioso profesor Hans-Ludwig Kröber, director del Instituto de Psiquiatría Forense de la Universidad Libre de Berlín: “Los delincuentes de abusos sexuales con menores son extraordinariamente raros entre las personas celibatarias, en ningún caso puede decirse que el celibato es la causa de la pedofilia”. Kröber es ateo y en su juventud militó en el comunismo. Y añade: “La creencia de que la falta de pareja tarde o temprano desemboca en la pérdida de la orientación sexual original es científicamente una tontería”.
Como recogía Ricardo Estarriol en un artículo publicado en Aceprensa (cf. 23.03.2010): “En un detallado estudio estadístico, Kröber demuestra que la probabilidad de que un célibe cometa un abuso sexual en Alemania es de 1 contra 40”.
“La causa de la pedofilia no es el celibato”, lo decía también el profesor Tonino Cantelmi, presidente de la Asociación Italiana de Psicólogos y Psiquiatras Católicos, en una entrevista concedida a la agencia Zenit de noticias (cf. 16.04.2010).
Más recientemente, en su visita a Chile, el cardenal secretario de Estado, Tarcisio Bertone, hizo unas declaraciones sobre la realidad que de hecho sí existe entre pedofilia y homosexualidad. Un periodista preguntó al cardenal si en el caso de los sacerdotes abusadores había una relación entre celibato y pedofilia. Al respecto, el cardenal Bertone respondió: "Han demostrado muchos sicólogos, muchos siquiatras, que no hay relación entre celibato y pedofilia, pero muchos otros han demostrado, y me han dicho recientemente, que hay relación entre homosexualidad y pedofilia". Su respuesta estaba basada en los estudios realizados sobre el grupo humano sobre el que se le cuestionó.
La respuesta del secretario de Estado fue descontextualizada y usada después para un nuevo linchamiento mediático en su contra que, en definitiva, estaba dirigido contra la Iglesia. La incidencia de estas descontextualizaciones es grave pues hace decir a las personas lo que no dijeron.
Ciertamente esta manera de reportar informaciones no exime a las personas de cotejar las fuentes originales. Es lamentable que sin consultar la respuesta completa, no sus interpretaciones, incluso el ministerio de asuntos exteriores de Francia haya atacado a Bertone y que en el parlamento español se haya promovido una moción contra la Santa Sede.
“Quienes lo critican confunden una rueda de prensa con un tratado de medicina, y buscan prohibir la cita de aquellos datos estadísticos que consideran como políticamente incorrectos. Es una forma de censura inaceptable, en ocasiones disfrazada de científica”, respondía el profesor Introvigne en una entrevista concedida a la agencia Zenit (14.04.2010).

D. Se les ha pedido silencio a las víctimas y a los obispos
En una nota publicada por Aciprensa (cf. 26.03.2010), el cardenal arzobispo de Sydney, George Pell, señalaba que algunos medios suelen referir que las normas de la Iglesia les pedían secreto, tanto a los obispos como a las víctimas, y no comunicar nada a la policía bajo pena de ex comunión. Además de negarlo, el cardenal decía que, en su experiencia pastoral de encuentro con víctimas de abusos sexuales, éstas prefieren frecuentemente la privacidad.
Diferentes medios, entre los que destacan The New York Times, la BBC de Londres y TIME han afirmado en diferentes momentos que el documento Crimen Sollicitationis (El crimen de solicitación) imponía silencio a las víctimas. El texto, disponible en la página web del Vaticano (en el siguiente enlace se puede consultar una traducción privada en lengua inglesa) evidencia que no es así. Originalmente redactado en latín, los medios apenas citados no explican qué traductor fue quien les reveló el contenido. También se afirma que el documento De delicta graviora (Sobre crímenes más serios) hacía lo mismo.
Cabe decir, en referencia a las víctimas de estos hechos de abusos sexuales, que las más de las veces éstas no buscan indemnizaciones económicas ni aparecer en los medios. Como decía el padre Federico Lombardi a la agencia ANSA: “Muchas víctimas no buscan compensaciones económicas sino ayuda interior, un juicio en su dolorosa situación personal”. De ahí precisamente el interés, especialmente del Papa, por encontrarse con algunas de ellas en sus viajes apostólicos (lejos de cámaras y de todo espectáculo público, como ya ha sucedido en Estados Unidos, Australia, Roma y, más recientemente, en Malta).

E. Disparidad de trato
La cobertura que se ha dado a la reciente situación de la Iglesia en el rubro que estudia este análisis, ha sido claramente dispar respecto a otras instituciones o grupos humanos.
Un ejemplo claro de este inciso es la tratativa dispensada recientemente al internado de élite alemán Odenwald, de gestión completamente laica (de hecho vinculado a la UNESCO) y en el cual también se dieron casos de abusos sexuales a 23 chicos y una chica, entre los años sesenta y noventa. Fundada en 1910 por un matrimonio de pedagogos judíos (Paul y Edith Geheb), Odenwald ha contado entre sus alumnos a personalidades del mundo de la política como Daniel Cohn Bendit, actual líder de los verdes en el parlamento europeo, y a personajes del mundo de la cultura como la directora de cine Sandra Nettelbeck y los escritores Jakob Arjouni y Amelie Fried.
Pero esta disparidad no sólo contrasta en ese aspecto. El artículo de Elizabeth Lev en la web de Politics Daily dice también: “Los salaces informes sobre los abusos del clero (como si estuvieran limitados sólo al clero católico) han sido colocados por encima de las masacres de cristianos en India e Irak”.
No sólo es eso. El 13 de abril, el periódico La Repubblica colocaba en primera plana un titular sobre la crítica de los homosexuales a unas declaraciones del cardenal Tarcisio Bertone en Chile. Casualmente, tanto éste como tantos otros diarios, apenas si daban cobertura a las pintadas obscenas y calumniosas en la casa natal del Papa en Alemania.
Resulta cuando menos curioso que los mismos medios que reflejan en sus portadas y en sus páginas las historias de eclesiásticos que han fallado a Dios, a la Iglesia y a las almas, no concedan el más mínimo espacio a los miles de testimonios de sacerdotes que viven fielmente su vocación.

F. Pedofilia y Efebofilia. ¿Números inflados?
La exageración mediática convertida en pánico moral no ha tenido a bien distinguir entre la pedofilia propiamente dicha y la efebofilia, ni tampoco a reflejar las cifras reales que afectan a la Iglesia.
En una ya célebre entrevista del diario Avvenire a monseñor Charles Scicluna, promotor de justicia de la Congregación para la Doctrina de la Fe (el oficial al que llegan y que gestiona los casos de abusos perpetrados por sacerdotes católicos), el prelado ponía de manifiesto la realidad.
Preguntado por el número de casos tratados, Scicluna respondía: “En los últimos nueve años (2001-2010) hemos analizado las acusaciones relativas a unos 3.000 casos de sacerdotes diocesanos y religiosos concernientes a delitos cometidos en los últimos cincuenta años”. A la respuesta sigue la pregunta del periodista Gianni Cardinali: “¿Tres mil casos de sacerdotes pedófilos?”, a lo que monseñor Charles contesta: “No es correcto definirlo así. Podemos decir que “grosso modo” en el 60% de esos casos se trata más que nada de actos de “efebofilia”, o sea debidos a la atracción sexual por adolescentes del mismo sexo, en el otro 30% de relaciones heterosexuales y en el 10% de actos de pedofilia verdadera y propia, esto es, determinados por la atracción sexual hacia niños impúberes. Los casos de sacerdotes acusados de pedofilia verdadera y propia son, entonces, unos trescientos en nueve años. Son siempre demasiados, es indudable, pero hay que reconocer que el fenómeno no está tan difundido como se pretende”.

G. últimos detalles
Las declaraciones del profesor Jenkins, autor de Pedophiles and Priest. Anatomy of a Contemporany Crisis (Oxford University Press, 2001), al diario Le Monde recuerdan también el contexto general en el que se deben enmarcar la tratativa eclesial sobre los casos de abusos sexuales por parte de sacerdotes católicos según la época: “La respuesta de la Iglesia a los abusos sexuales cometidos en su seno se inscribe en buena parte en el contexto legislativo, político y moral de la época, y evoluciona en función de él entre 1950 y la actualidad. En los años 60 y 70, la Iglesia ha creído poder tratar el problema transfiriendo a los sacerdotes acusados e incitándoles a someterse a tratamiento. En cambio, desde comienzos de los años 90 se desarrollan los procedimientos a gran escala para prevenir la pedofilia y responder de manera eficaz a las denuncias. Desde 2002, la Iglesia católica americana ha adoptado una actitud de ‘tolerancia cero’ que prevé la suspensión inmediata de todo sacerdote sospechoso de abusos”.
Por otra parte, se está olvidando que el problema de la pedofilia tiene un contexto que no es exclusivamente el eclesial. En la carta del Papa a los católicos de Irlanda (léase completa en el siguiente enlace), Benedicto XVI hacía una interesante contextualización del problema de la pedofilia. Escribe:
“En las últimas décadas […] la Iglesia […] ha tenido que enfrentarse a nuevos y graves retos para la fe debidos a la rápida transformación y secularización de la sociedad irlandesa. El cambio social ha sido muy veloz y a menudo ha repercutido adversamente en la tradicional adhesión de las personas a las enseñanzas y valores católicos. Asimismo, las prácticas sacramentales y devocionales que sustentan la fe y la hacen crecer, como la confesión frecuente, la oración diaria y los retiros anuales se dejaron, con frecuencia, de lado.
También fue significativa en este período la tendencia, incluso por parte de los sacerdotes y religiosos, a adoptar formas de pensamiento y de juicio de la realidad secular sin referencia suficiente al Evangelio. El programa de renovación propuesto por el Concilio Vaticano II fue a veces mal entendido y, además, a la luz de los profundos cambios sociales que estaban teniendo lugar, no era nada fácil discernir la mejor manera de realizarlo. En particular, hubo una tendencia, motivada por buenas intenciones, pero equivocada, de evitar los enfoques penales de las situaciones canónicamente irregulares. En este contexto general debemos tratar de entender el inquietante problema de abuso sexual de niños, que ha contribuido no poco al debilitamiento de la fe y la pérdida de respeto por la Iglesia y sus enseñanzas.
Sólo examinando cuidadosamente los numerosos elementos que han dado lugar a la crisis actual es posible efectuar un diagnóstico claro de las causas y encontrar las soluciones eficaces. Ciertamente, entre los factores que han contribuido a ella, podemos enumerar: los procedimientos inadecuados para determinar la idoneidad de los candidatos al sacerdocio y a la vida religiosa, la insuficiente formación humana, moral, intelectual y espiritual en los seminarios y noviciados, la tendencia de la sociedad a favorecer al clero y otras figuras de autoridad y una preocupación fuera de lugar por el buen nombre de la Iglesia y por evitar escándalos cuyo resultado fue la falta de aplicación de las penas canónicas en vigor y de la salvaguardia de la dignidad de cada persona. Es necesaria una acción urgente para contrarrestar estos factores, que han tenido consecuencias tan trágicas para la vida de las víctimas y sus familias y han obscurecido tanto la luz del Evangelio, como no lo habían hecho siglos de persecución”.

H. La diarrea de titulares y el ocaso del periodismo
La carrera por hacer titulares ha llevado a algunos medios a mentir, falsear y calumniar. Ya que hemos mencionado el caso del colegio Odenwald, de Alemania, que nada tiene de relación con la Iglesia católica, fue significativo el yerro monumental que en su website tuvo el periódico alemán Frankfurter Rundchau al titular una entrada: “El Papa debe tomar postura sobre Odenwald”. Momentos más tarde tendría que cambiar sigilosamente el título.
Ramón Pérez-Maura recordaba desde una columna en el ABC de España que “Periodismo implica cotejar. Incluso –y yo diría sobre todo– cuando la fuente de una información es la agencia AP o The New York Times” (cf. 14.04.2010).
El abuso mediático del tema de los abusos plantea la seria consideración del tipo de periodismo que se hace actualmente en buena parte de los medios de comunicación de mayor trascendencia. Las informaciones parecen haber abdicado de la necesidad de investigaciones serias, fuentes contrastadas y contenidos veraces. Crear morbo, vender y calumniar parece ser la pauta a seguir. No sé si muchos de los medios referidos en este análisis sean verdaderamente anticristianos, pero sí sé que no han hecho periodismo.
El abuso de los abusos convertido en persecución contra Benedicto XVI, precisamente en el año sacerdotal, pareciera responder, al menos como hipótesis, a un “miedo” a que este evento eclesial suscite nuevas y santas vocaciones, fortalezca a los millares de sacerdotes (y religiosas) santos, y anime a los cristianos a vivir como tales. Tal vez también habría que mirar ahí cuando se trata de encontrar causas muy de fondo a la campaña mediática contra el rottweiler de Dios que, pese a la difamación, suma cinco años como guía de una Iglesia que supera ya los dos mil años de historia.

Un diagnóstico de la prensa, al menos de la aquí citada, apunta a su triste y vergonzoso ocaso.

Jorge Enrique Mújica, LC
www.forumlibertas.com

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