jueves, 29 de julio de 2010

La prohibición de las corridas de toros 'es como mutilar la cultura española'

Hoy se ha consumado: se han prohibido las corridas de toros en toda Cataluña. Ha sido una decisión que se ha tomado en el Parlamento Catalán, tal proceder indica una clara incongruencia; son los mismos que defienden el aborto. José Luis Rodríguez Zapatero ante la campaña para la prohibición de las corridas de toros en Cataluña demuestra más su incapacidad para cohesionar a España.
Tiene “gracia” que un cordobés haya sido el que prohíba las corridas de toros en Cataluña. ¿Quién tenía que decirle a su señora madre que, aquel niñito nacido en la ciudad de los califas, pasado el tiempo, en la comunidad en la que vive, erradicaría los festejos que encandilan a Córdoba y a toda España? Lo de esta clase política aludida hay que analizarlo con detalle. Y se quejan de los dictadores. ¿Acaso esta acción que ellos han propiciado no es la peor de las dictaduras? Tras todo lo visto, ya tenemos argumentos para dictaminar que, Franco, el pobre, era un gracioso; las pruebas, así lo certifican. Líbranos Señor de las dictaduras de izquierdas que, nosotros, humildemente, ya lidiaremos con lo que ellos llaman dictadores. Que tome lección Hugo Chávez y que aprenda de lo que en verdad es una dictadura de izquierdas.

El pueblo llano se pregunta perplejo y confuso a qué juega el PSOE y qué es lo verdaderamente importante para este partido, si la vida de los nascituri, indefensos e inocentes, o la supresión de las corridas por razones políticas.

El Gobierno de Zapatero está instaurando obligaciones y decretando prohibiciones de manera cada vez más rápida, y curiosamente sólo el ruido mediático que ellas mismas provocan hace que no nos demos cuenta del calado de lo que ocurre. En los últimos meses se acumulan leyes contra la objeción de conciencia de médicos, contra el libre tráfico en internet, contra el tabaco, contra las corridas de toros, contra la conducción, contra las expresiones de cristianismo, contra los aires acondicionados. Un día los atropellados son los fumadores, al siguiente los conductores o los hosteleros, al siguiente los internautas o los profesores, al siguiente los comedores de hamburguesas o los católicos. De una u otra manera nadie escapa al integrismo prohibicionista de personalidades como De la Vega, Aído, Jiménez, Salgado o el propio Zapatero.

La ofensiva prohibicionista del Gobierno va más lejos que muchos regímenes despóticos y autoritarios, pues los socialistas están legislando sobre todo tipo de ámbitos: económicos, culturales, morales, escolares, médicos. Lo peor es que mientras esto ocurre, parte de la derecha, con el PP a la cabeza, se suma a las prohibiciones ¿ignorando que la cuestión no es qué se prohíba, sino que se prohíba?, o evita mirarlas de frente con el autoengaño de la cortina de humo. Así que día tras día, semana tras semana, los españoles se despiertan con una obligación y una prohibición más.

Se cumple así la gran paradoja postmoderna: en nombre de los derechos y las libertades, éstos son limitados cada vez más mediante leyes cada vez más restrictivas. Surgen así dos preguntas: si este prohibicionismo rampante es frenable a medio o largo plazo, y si será posible en algún momento revertirlo.


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