sábado, 2 de octubre de 2010

LOS MÁRTIRES DE LA FE

     Los verdaderos triunfos de la humanidad están iluminados por acontecimientos que se originan en el mundo del espíritu.  
     Por eso se considera que desde allí se realiza la verdadera historia, se libran los conflictos más importantes y se ganan las batallas decisivas. 
     Habida cuenta de lo sobrenatural que le sostiene, la Iglesia Católica preside las mejores conquistas de nuestra civilización, en la medida que sus más fervorosos y fieles miembros conjugan proclamación  y práctica de la propia doctrina.
     No han sido los pactos o la sumisión en beneficio del lobo que usa piel de oveja, ni la complicidad, conveniencia o deserción ante las "demás iglesias" o " los hermanos separados" lo que ha producido el avance del Catolicismo.
     Es el entero apego al ideal lo que ha llevado a la Iglesia Católica-la única fundada por Cristo-, al paulatino cumplimiento de su misión, de acuerdo con el mandato: "Id y enseñad".
     Fue necesario que surgieran jornadas de martirios con creyentes que al triunfar sobre debilidades y temores propios dieran testimonio de su fe, aunque con enojo de los poderosos corruptos de la época en que actuaron. Así la Iglesia Católica salió independiente de las Catacumbas, fiel a su Divino Fundador y pertrechado vigorosamente para la conquista de las almas.

Los primeros cristianos

 En el circo de la Roma de los Cesares, las fieras salían hambrientas de las enormes jaulas, clavaban sus garras y sus dientes sobre los indefensos cuerpos de los mártires. Tigres, leones, hienas o panteras disputaban los restos de los primeros cristianos...
     Mientras bebían la sangre con furia insaciable, los romanos aclamaban al César. El poderoso de entonces creía que con aquellos despojos humanos, los animales exterminaban  una superstición y con aquella sangre, las fieras se bebían una idea.
     Los césares murieron y su claque se dispersó y las piedras del Coliseo cayeron y una nueva idea reemplazó a la obsesión del victimario. Este fue el primer triunfo del Catolicismo.
     De la fidelidad hasta el martirio al Mandato Divino han dado prueba los propios Vicarios de Cristo en la Tierra. Son 60 Papas los que han ofrendado su vida en defensa de la Fe y los derechos de la Iglesia a ellos confiada.
     Mas de 40Sumos Pontífices y legiones de sacerdotes, religiosos y seglares han sufrido persecuciones crueles, cárceles, destierros y tormentos.
     Incontables vejaciones padecieron los Católicos en los primeros años de la Iglesia y durante los siglos que después se han sucedido, como lo siguen padeciendo hoy, en lo que impera la más bestial de todas la tiranías, la marxista y el martiriologo cristiano lo preside la "Iglesia del Silencio"  bajo el totalitarismo comunista, con dignidad propia de los primeros mártires.
     Nuestros ilustres predecesores de la fe, al predicar fielmente con la palabra y el ejemplo, nos enseñan el camino a seguir, porque la Iglesia Católica, destinada a cumplir su misión, reclama fidelidad a los principios enarbolados.
     Ese camino lo señalan los adalides del Catolicismo como San Pedro, el Primer Vicario de Cristo en la Tierra que recorrió el camino del triunfo sobre sí mismo que lo llevó de aquella noche en que negó tres veces al Maestro-debilidad que lloró toda su vida- a la crucifixión en la Roma Pagana, para dar testimonio con su muerte, de la entrega al ideal abrazado y a la misión que se le encomendó.
     Nosotros somos carne de la carne de nuestros antepasados y tal realidad no puede ser menos, tratándose de la estirpe del espíritu, de tal suerte que los católicos de hoy, somos en la Fe, los descendientes los cristianos en las Catacumbas que fortalecidos en la adhesión al ideal cristiano por el Martirio de San Pedro, escribieron páginas de heroísmo que cambiaron el rumbo de la humanidad.
     En el sentido cabal de la convicción, el católico de hoy es necesariamente el descendiente de los mártires del circo romano, de las hogueras y de los potros del tormento.
     Lo es también, de paladines de la Fe como San Atanasio, que en el siglo IV de nuestra Era, solitario, vilipendado, anatematizado, y depuesto por los jerarcas desertores de su época y el poderío de los monarcas entrometidos en cuestiones de la Iglesia, luchó esforzadamente contra la herejía de Arrio, cuando la casi totalidad cedió al error.
     La estirpe católica está formada por ilustres fieles a la Fe de Cristo y a su Iglesia- la única y verdadera, porque Él no fundó otra-, como los doctores que iluminan la magistral Edad Media, San Agustín y Santo Tomás de Aquino; por santos como San Francisco de Asís, que apuntaló en periodo de crisis a la Iglesia con la que renuncia a sus riquezas y la entrega al ideal que abrazó.
     Está formada la estirpe católica por los mártires fieles a la Fe como Juana de Arco, la heroína y Santa de Francia, sacrificada en la hoguera el año 1431 por Pierre Cauechon, obispo de Beauvais.
     De 1535 a 1681, el testimonio conmovedor de aquellos años lo aportaron los 630 mártires ingleses y galeses, ejecutados por Enrique VIII unos y otros por sus sucesores, entre ellos su hija Isabel I.
     Prefirieron morir antes que cambiar el sacrificio de la Misa por las "asambleas" protestantes-introducidas ¡Quién lo hubiera creído! a la Iglesia Católica por el   "progresismo" después del Concilio Ecuménico Vaticano II- que inventó Lutero.
     Cada cruce de la historia implica un reto y reclama una respuesta de la Iglesia, en la medida que se trata de la conjura sécula del "anticristo", que al haber sido impotente para impedir el nacimiento del Catolicismo, pretende destruirlo mediante malas artes.
     La estirpe  a la que pertenecemos los católicos es a la de la Jerarquía Eclesiástica fiel a los principios del Cristianismo a través  de los 260 Papas de la "Iglesia preconciliar" contra la que se ha alzado el progresismo político-religioso, que abortó como síntesis de todas las conjuras contra el catolicismo, apoyado en el "dialogo", "el cambio", "el pluralismo", "la apertura", del Concilio Ecuménico Vaticano II y la "libertad religiosa" que proclamó Paulo VI.
     El Magisterio de la Iglesia a la que debemos obediencia los Católicos es el que, fiel a los principios de la Iglesia fundada por Cristo, ha luchado contra los treinta y tantos antipapas y los errores difundidos por los herisiarcas de todas las épocas  y hasta los que se apoyan en concilios como el de Pistoya, pongamos por caso. 
     Por lo que a la lucha contra el protestantismo se refiere, la Jerarquía legítima, a través de 24 Papas-de 1513 con León X a 1689 con Inocencio XI-, dio singular batalla en vistas de la virulencia del luteranismo y demás sectas opuestas al Vicario de Cristo.
     "Destruid la Misa y destruiréis el Catolicismo", dijo a título de consigna para  la lucha secular anticatólica el heresiarca Martín Lutero, quien sustituyó al Santo Sacrificio por las "cenas" o "asambleas" que en nuestro tiempo han adoptado los "progresistas".
     En su bula "Exsurge Domine" el 15 de junio de 1520, el Papa León X anatemizó las tesis luteranas  relativas al libre albedrío, al pecado original, los sacramentos, la fe, la gracia, el pecado, la penitencia, las buenas obras, las indulgencias, la comunión, el primado pontificio, etc.
     La obra cumbre de la restauración católica en esos años es el Concilio de Trento, que se efectuó de 1545 a 1563.
     De todos los concilios universales, el de Trento, que fue dogmático y por tanto infalible, es el de más trascendencia. Así se le considera porque dilucidó y definió los dogmas discutidos. Estrechó la unión de los católicos y concentró sus energías. De él resultó un verdadero resurgimiento.

Martín Lutero


Ante las pretensiones de Lutero por destruir al Catolicismo con la abolición del Santo Sacrificio, Su Santidad Pío V codificó la Misa, en bula "Quo Primum", del 13 de Julio de 1570, con el respaldo infalible del Concilio de Trento y dejó establecido que incurría, "en la indignación del Dios Todopoderoso y de sus bienaventurados apóstoles Pedro y Pablo, quien pretendiese alterarla o la altere"
     Hasta  la realización del Concilio Ecuménico Vaticano II, todos los Papas, en inquebrantable línea de fidelidad a la Iglesia, lucharon sucesivamente contra los errores del renacimiento pagano, el protestantismo, el anticristianismo de la Revolución Francesa, el llamado Modernismo y el Comunismo. 
     Más cada cruce de la historia plantea nuevos peligros y en esta época de "catolicismo pos- conciliar" - con tácticas iscarióticas, la suma de todas las multiformes  agresiones al Catolicismo se compendia en la infiltración de los comunistas y liberales de sotana.
     

En su tiempo, Su Santidad Pío X advirtió sobre la conjura "progresista" que, encontró fuentes de sustentación en el Vaticano II.
     "Al presente- señala Pío X- , no es menester ya ir a buscar a los fabricadores de errores entre los enemigos declarados, se ocultan y ésto es precisamente de objeto de grandísima ansiedad, en el seno mismo y dentro del corazón de la Iglesia".
     La advertencia de San Pío X no pudo haber sido más clara, porque señala que se trata de "enemigos a la verdad, tanto más perjudiciales cuanto lo son menos declarados. Hablamos hermanos, de un gran número de católicos y seglares, y lo que es aún más deplorable, hasta de sacerdotes...
     Manifiesta que la Iglesia no ha tenido peores enemigos, porque "ellos traman la ruina de la Iglesia, no desde fuera, sino desde dentro". Hace hincapié en que "el peligro está casi en las  entrañas mismas de la Iglesia y en sus mismas venas". Y que "el daño producido  por tales enemigos es tanto más inevitable cuando más a fondo conocen la Iglesia".
     San Pío X  advirtió también que tales enemigos infiltrados "con pretexto de amor a la Iglesia, faltos en absoluto de conocimientos serios de Filosofía y Teología, e impregnados hasta la médula de los huesos de venenosos errores bebidos en los escritos de los adversarios del catolicismo, se jactan a despecho de todo sentimiento de modestia, como restauradores de la Iglesia y en apretada falange, asaltan con audacia todo cuanto hay de más sagrado en la obra de Jesucristo y sin respetar la propia persona del Divino Redentor"
     Alertó el Santo Papa que los infiltrados "han aplicado el hacha no a las ramas, ni a débiles  renuevos sino a la raíz misma".
      "Más una vez herida esa raíz de vida inmortal, pasan a hacer circular el virus por todo el árbol y en tales proporciones, que no hay parte alguna de la Fe Católica en la que no pongan su mano, ninguna que no se esfuercen por corromper"
 
     Ante la gravedad que encierra el problema de la infiltración en las filas del Catolicismo y la necesidad de asumir una actitud responsable, entiendo que para el creyente, la fidelidad a la Iglesia fundada por Cristo debe ser inquebrantable y por encima de los hombres que tratan de destruir su obra.
     Cuando Juana de Arco actuó en defensa de la Iglesia y de Francia, la   jerarquía corrupta de su tiempo la condenó a morir en la hoguera.
     Pierre Cauchon, obispo de Beauvaais, tipificación siniestra y criminal de jerarcas infieles y corruptos que ha padecido el Catolicismo, acusó a la Doncella de Orleáns de "hereje, bruja, blasfema, hechicera, mentirosa, seductora, merecedora de la abominación de Jehová presuntuosa, traidora, pérfida, cruel, impía, pusilánime, superticiosa, transgresora de los pecados de la caridad, cismática, invocadora de los demonios, apóstata y hereje".
     Todas estas calumnias vertió contra Juana de Arco el infame Cauchon para cometersu crimen, escapar de la justicia y mantener sus privilegios de jerarca corrupto.
     Fue necesario que trancurrieran casi cinco siglos para que la infamia del criminal Cauchon lanzada contra una persona justa y fiel a la Iglesia Católica perdiera todo su efecto -los asesinos del espiritú persiguen a sus víctimas más allá de la muerte- y el año de 1909, la Doncella de Orleáns fue declarada bienaventurada por la jerarquía legítima de la Iglesia.
     Juana de Arco alcanzó la santidad el mes de mayo de 1920, al ser canonizada por la Santa Iglesia Católica, en la época del Papa Benedicto XV.
     Otro ejemplo de fidelidad es el de San Atanasio, el obispo que, excomulgado por los jerarcas de su tiempo que cedieron a la herejía arriana, después fue declarado Santo y Doctor de la Iglesia.
     Posiblemente Juana de AQrco y San Atanasio, ejemplifiquen con la mas meridiana claridad, que el martirio de los fieles a la Iglesia, encuentra en la incomprensión y la agresividad de los contemporáneos una de las más atroces torturas.
     ¿Cuántos casos de los paladines del Catolicismo justifican con plenitud estos conceptos del periodista mexicano Trinidad Sánchez?


"Los siempre triunfantes y los siempre martirizados. Siempre triunfantes en la idea, siempre vencidos en el cuerpo; siempre cautivos para la generación que los escucha; siempre glorias del mañana, siempre ignominias del presente".

      Cabe subrayar como reiteración de lo anterior que en la época del "comunismo-católico-protestante" que abortó el "progresismo" en la era "pos-conciliar" que envilece, surgió un nuevo "pecado" el de ser fiel a la Iglesia Católica de los 2,000 años y de los 260 Papas y se instauró una nueva "virtud", la de hacer causa común con los enemigos del Catolicismo, para autodemolerlo.

     Más la lección de los Mártires de la Fe es clara: si para ser fieles a la doctrina hay que desatar la furia de los lobos revestidos con piel de oveja, es necesario, no acobardarse con los castigos de los infiltrados, porque hay que ser fieles a Dios antes que a los hombres que se alzan contra la Iglesia que Cristo fundó.

      La Iglesia Católica ha dado pruebas de su inagotable vitalidad bajo la dirección de su Jerarquía legítima, puesto que si es humana por sus miembros es sobrenatural por sus origenes y fines.
     Enmedio de tantos embates, la Iglesia está firme sobre la Roca de Pedro, con miras más allá del mundo, sostenida porla revelación, el dogma, la ortodoxia, y la Tradición que conciben al hombre con proyección a lo eterno y una institución, el Papado, que está por encima de las contingencias puramente humanas y políticas. 

     Para los tiempos de confusión que resultan de la Iglesia Católica y la Civilización Cristiana en manos del enemigo, la regla de oro es la advertencia bíblica: "Por sus frutos los conoceréis" . Dicho ésto, no como un acto de rebeldía estéril, sino como grito de amor filial a la Institución Sagrada que Cristo fundó y a la Patria en que se ha nacido. 


     Habida cuenta de la Promesa Divina, -las puertas del infierno no prevalecerán contra la Iglesia- , el mundo del mañana será de quienes fieles a la Doctrina perseveren en el combate con el ideal en alto, acicateados por el dolor de la agresión a la Verdadera Iglesia hecha por sus enemigos, a la que ciertamente se podrá dañar pero no destruir.
     La batalla que ha de librarse dentro del mundo del espíritu será para la victoria decisiva. Una pelea sustentada en la Tradición de la Iglesia Católica. Tradición que no es un punto muerto en el pasado, sino línea que llega del pasado a nuestros días con proyección al futuro.
     Las batallas decisivas se ganan con el cumplimiento de las obligaciones enriquecidas en la fidelidad, nunca en la sumisión de abyectos.
     La iniquidad del que asfixia a la Iglesia y a la Civilización que ella creó, jamás podrá ser la etapa final de la humanidad. Llegará el momentoen que se trascienda la corrupción presente. Vendrá una restauración moral, y lo que es más, una conversión fincada en los valores espirituales.

     Es necesario reiterar que el destino de la Iglesia y el de la Civilización Cristiana no podrá ser el de la ignominia de los Judas que no se ahorcan, el de los apóstoles que niegan al Maestro desprovistos de la virtud del arrepentimiento y el de los Pablos sin camino a Damasco.
     Consigna el Evangelio esta frase: "No he venido a traer la paz, sino la guerra". Cabe mencionar, entonces, que el hombre de bien está obligado a ser combatiente en pie de lucha mientras subsista el mal.

     ¿Cuánto durará el eclipse presente de la humanidad? ¡Que importa! al final de cuentas, la noche de este tiempo no tiene carácter definitivo porque la han provocado los malvados que envilecen y los cobardes que se dejan envilecer. Ellos desaparecerán.
     Hombres fieles al Credo, encontrarán siempre compañeros dignos de seguir los postulados que redimen para que la lucha continúe hasta la consumación de los tiempos, esto de acuerdo con la tarea encomendada al hombre de bien, por designios del Todopoderoso.

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