lunes, 1 de noviembre de 2010

Benedicto XVI condena la absurda y feroz matanza




Domingo en Bagdad. Misa de doce en la iglesia de «Sayida an-Naya» (Nuestra Señora del Socorro), en el céntrico barrio de Karrada. Hace quince minutos que ha comenzado el oficio. Alrededor de dos centenares de fieles siguen la misa. La mayoría, mujeres y niños. Suenan dos fuertes explosiones y estalla un tiroteo fuera, cerca del templo, en la Bolsa de Bagdad. El sacerdote, el padre Athir, interrumpe su sermón. Los fieles se ponen en pie, alerta. De pronto, un comando de siete u ocho individuos irrumpe a la carrera en la nave de la iglesia dando voces. Van armados hasta los dientes. Fusiles kalashnikov, pistolas, granadas de mano, cinturones con explosivos... Son yihadistas.

Revuelo general. El padre Wassim trata de esconder a unas decenas de fieles en una pieza contigua a la nave central. Después, intenta parlamentar con los asaltantes. Le disparan una ráfaga. El padre Athir, que oficiaba la misa, es ametrallado también. Los yihadistas lanzan varias ráfagas y una granada sobre un pequeño grupo de fieles que trataban de huir por la puerta principal. Más disparos. Una docena de cadáveres yacen por el suelo y sobre los bancos. El tiroteo se apaga. Quedan casi un centenar de rehenes aterrorizados en poder de los asaltantes. Algunos han logrado escapar en los primeros instantes.

La policía y el ejército rodean el templo. Amenazan con asaltarlo. Los terroristas replican que lo harán volar por los aires con sus rehenes dentro. Formulan un par de exigencias para liberarlos: la excarcelación de yihadistas presos en Irak, y de dos cristianos coptos convertidos al islam y al parecer encarcelados en Egipto. Pasa el tiempo. Cinco horas de pánico dentro de la iglesia, y otras tantas de incertidumbre fuera. Las fuerzas especiales del ejército iraquí, y sus asesores estadounidenses deciden pasar a la acción, al parecer perdida toda esperanza.

Cinturones con explosivos

Tres decenas de expertos inician el asalto por la puerta principal y por dos ventanas simultáneamente. Los terroristas estaban preparados, y en Nuestra Señora del Socorro se desató el infierno. Mientras los comandos disparaban casi a ciegas, los yihadistas, distribuidos por el interior, lanzaban sus granadas y activaban sus cinturones con explosivos. El saldo de la operación de rescate, aterrador: 46 fieles muertos, muchos de ellos mujeres y niños; más de sesenta civiles heridos; siete agentes y militares abatidos, y diecisiete heridos; cinco terroristas muertos, y dos o tres, capturados malheridos.

«No pudimos esperar más y lanzamos la operación, los terroristas estaban dispuestos a matar a todos los rehenes», dijo el ministro de Defensa, Abdul-Qadr al-Obeidi. Calificó el asalto de «éxito» porque se logró «matar a todos los terroristas, entre los que había ciudadanos no iraquíes».

Ayer, la iglesia después de la batalla mostraba su frontón «Gloria a Dios en el cielo y paz en la tierra» acribillado de balas. Un bajorrelieve de la Virgen, desgarrado por las esquirlas. El suelo, los muros. los bancos... salpicados de sangre. Jirones de carne humana y de ropas. El Estado Islámico de Irak, brazo hermano de Al Qaida en este país, reivindicó la matanza a través de un comunicado en el que amenazaba: «Se ha encendido la mecha de la campaña contra los cristianos». Hay cerca de medio millón en Irak. Hace seis años eran un millón.

El Ejército estadounidense aclaró que sus soldados no intervinieron en el asalto, sólo asesoraron a los iraquíes. El Papa condenó la «absurda y feroz matanza contra personas indemnes acogidas en la casa de Dios». Más condenas desde EE.UU., la UE, Rusia, desde medio mundo. Hasta Hizbolá condenó la matanza.


Información:
abc.es

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