sábado, 18 de diciembre de 2010

PABLO VI Y SUS RESPONSABILIDADES EN EL CAOS ACTUAL DE LA IGLESIA II

PABLO VI Y SUS RESPONSABILIDADES
EN EL CAOS ACTUAL DE LA IGLESIA
Pbro. Dr. Joaquín Sáenz y Arriaga


De la Argentina, en la revista "LA HOSTERÍA VOLANTE", tomamos ahora el siguiente artículo del Dr. Carlos A. Dissandro:


"PONTIFICADO y PONTÍFICE". Una breve quaestio theologica.


He explicado, en las breves páginas de Iglesia y Pontificado (ed. Montonera, Mar del Plata 1969) las coyunturas doctrinales, que reaparecen o se requieren en estos momentos dramáticos del mundo. Trataré de completar aquí la imagen de un Pontífice -para quien esto escribe "Falso Papa "- que parece cubrir con su presencia la historicidad mística del pontificado, aunque en realidad, la erosiona, esclaviza y degrada, y de este modo erosiona, esclaviza y degrada la entera Iglesia, Sacramentum Trinitatis.


Por el reexamen de las instancias doctrinales, que se refieren a la forma divina de la Iglesia, sabemos que el Pontificado es término necesario, para el concreto vínculo histórico entre el nivel celeste y el nivel terrestre. Sabemos que es una magistratura y jurisdicción personal, cuya continuidad es irrefragable; sabemos, finalmente, que la falencia personal del Pontífice (en un orden ético-religioso general) no implica la caducidad de su magistratura (en el caso de simonía, concubinato, cesaropapismo, etc.); pero que tratándose del vínculo con un nivel teológico, que anude fe y autoridad, podría ocurrir que el Pontífice se escindiera de la Iglesia, o, lo que es lo mismo, que el Pontificado quedara vacante, no sólo por muerte física, sino también por muerte teológica (herejía y cisma).


Esta clara posición nos distingue de los que defienden clamorosamente a Paulo VI, pero atacan las bases inviolables de su Pontificado (el Cardenal Suenens, por ejemplo, y muchísimos otros); y también de los que subvirtiendo el fundamento dogmático de formulación helénica de la Fe (Concilios de Nicea, Calcedonia y Efeso) pretenden salvar pontificado y pontífice, según un nominalismo teológico, que lo funda todo en una noción incompleta o falsa de autoridad (el cardenal Danielou, por ejemplo, y con él casi todos los grupos que se tienen por tradicionalistas, al menos aquí en la Argentina). Combatimos, pues, en este terreno doctrinal y práctico, el nefasto desfonde judaico del progresismo, y el no menos nefasto designio de una falsa tradición, que subvierte el vínculo entre FE y AUTORIDAD.


Conviene, pues, referirse concretamente a las principales posiciones, que se sostienen hoy en el mundo, y delinear provisoriamente nuestra propia concepción del problema. Los que nos acusan de orgullo, exageración, etc. podrán advertir los matices difíciles en todos estos planteos. Resaltará entonces, con mayor nitidez, que sin negar el tono temperamental, tan legítimo como cualquier otro, nos ubicamos en el plano de una quaestio disputata y elegimos conscientemente una solución, la más delicada y comprometida quizá, pero no por eso menos lúcida.


En primer lugar tendríamos que recordar las dos grandes posiciones: 1ª La que acepta la legitimidad de la elección de Juan B. Montini, legitimidad que lo instaura como Paulo VI, sucesor legítimo de sus predecesores; la 2ª La que sostiene que es ab initio un falso Papa, ya que es el resultado de aquel cónclave írrito, por motivos que difieren, según diversas consideraciones. La primera posición cuenta con una abrumadora mayoría y parece haber conciliado para siempre el consenso universal de la Iglesia. La segunda posición, sostenida por un número reducido de intérpretes, teólogos y canonistas, no está exenta, sin embargo, de matices sorprendentes, que no con viene desdeñar, porque interesan de cualquier modo a la quaestio disputata. Como se trata de una opinión, que puede examinarse más rápidamente, propongamos aquí su puntualización.


Podrían distinguirse tres causas, que, según los intérpretes, fundarían la nulidad de la elección del cardenal Montini, por tanto, la nulidad del pontificado de Paulo VI: a) por las doctrinas heréticas, sostenidas por Montini, antes y después de su acceso al cardenalato; no habiendo abjurado de tales doctrinas, no podría ser legítima tal elección del cónclave; b) por las condiciones bio-espirituales del elegido, pues para investir la suprema magistratura de la Iglesia se requiere un cierto nivel de normalidad en el sujeto elegido (por ejemplo, no podría ser electo un cardenal ciego, un impedido mental, un homosexual, etc.); c) por el trámite formal de la elección, en la medida en que puede violarse la autenticidad y normalidad de las circunstancias conclavistas, para imponer a la Iglesia un falso Papa demoledor. 


Ahora bien, las tres posibilidades esenciales, enunciadas esquemáticamente, en cuanto a la nulidad inicial de este Pontífice, requerirían una exhaustiva indagación, cosa hoy prácticamente imposible, con excepción, tal vez, del primer apartado: "Doctrinas heréticas del Cardenal Montini", y se enfrentarían, por lo demás, con un consenso mantenido, sin variación, durante siete años. Sin embargo, en el vasto mundo enfervorizado, hay quienes sostienen con intrepidez y fundamentos tales interpretaciones, precisamente en homenaje a una total coherencia doctrinal y a una defensa lúcida de la FE y de la AUTORIDAD. 


Aquí en la Argentina sólo el mencionar este tema provoca aullidos, retorcimientos, rasgado de vestiduras seudodoctrinales, improperios e insultos. Pero, las cuestiones disputadas pertenecen al orden de la inteligencia de la fe y no al criterio de una gendarmería teológica, que esgrima la banderola de la AUTORIDAD, para impedir la vida verdadera de la Iglesia. La FE no es una venda; es un acto de posesión del MISTERIO TEANDRICO, con su margen de inteligibilidad claro-obscuro y total penumbra inaccesible. Moverse en esa entrañable dimensión, con un cierto fundamento, con una cierta coherencia y un cierto designio constructivo, tal ha sido la labor de los grandes siglos teológicos. Dejemos, pues, los aullidos y los improperios; enfrentémonos con decisión a estas coyunturas dramáticas en la vida de la FE y de la IGLESIA.


***



Pasemos ahora a discriminar los matices en aquella posición, que sostiene la legitimidad de la elección de Montini al Pontificado y, por lo tanto, la legitimidad inicial de Paulo VI, 262º sucesor de Pedro en la Sede Romana.
Aquí distinguiríamos, a su vez, tres interpretaciones fundamentales, en las que, en realidad, están repartidas las tendencias más importantes en la Iglesia de hoy. En primer lugar, quienes unen de un modo absoluto y solidario legitimidad inicial y continuidad ininterrumpida de la jurisdicción pontificia en Montini, y no pueden concebir ni admitir posibilidad alguna de que cese tal jurisdicción, legítimamente asumida. Sólo la muerte, según estos autores, deja vacante el pontificado. Se unen a esta posición tradicionalistas (Danielou), progresistas (Suenens), con todos los matices imaginables.
En segundo lugar, los que distinguen actos legítimos e ilegítimos (o írritos) de Paulo VI: mantienen, pues, la legitimidad jurisdiccional de la persona, pero la invalidan en circunstancias concretas. Cuando éstas ocurren obraría, pues, no el Pontífice, sino Juan Bautista Montini. Convivirían entonces en un mismo sujeto actos legítimos (pontificios) y actos ilegítimos (montinianos). En esta interpretación podría valer la fórmula clásica: PAPA HAERETICUS EST DEPONENDUS.
En tercer lugar, los que reconociendo la legitimidad inicial de Paulo VI, sostienen que ha caducado o la ha perdido, con todas las prerrogativas de los sucesores de Pedro, incluso la infalibilidad, por causa de herejía formal, continuada y explícita. El pontificado, pues, estaría vacante desde un momento dado, y se cumpliría por lo mismo en el caso de Paulo VI la fórmula también clásica: PAPA HAERETICUS EST DEPOSITUS.. .


***


Podríamos ejemplificar todas estas opiniones, con oportunas consideraciones y discrepancias, sin agregar mayores luces a la problemática misma. Entre los que piensan que Paulo VI fue ab initio un Papa legítimo, están, como ya dijimos la casi totalidad de los tradicionalistas y la casi totalidad de los progresistas: están asidos a la cúspide de una autoridad equívoca, lo que permite el movimiento dialéctico de Paulo VI y su hábil conducción de heresiarca. La Iglesia está siendo destruida, mientras lloran los cardenales, los obispos y el propio Montini. ¿Quién la destruye? Mysterium iniquitatis, dicen los más audaces.
Entre los que sostienen esta opinión de que Montini fue válidamente elegido Papa y continúa siendo un verdadero Papa está el Padre De Pauw (Catholic Traditionalist Movement, en los Estados Unidos) y el Abbé Georges de Nantes (Contre-Reforme Catholique au XXe. Siecle, en Francia). El Padre De Pauw rechaza de plano y totalmente la "Nueva Misa", pero exime a Paulo VI de la responsabilidad formal y explícita de su contexto herético. No admite que se discuta la continuidad válida del pontificado de Paulo VI, aunque admite que se señale la falsedad de sus supuestos actos pontificios. Habla, pues, de "our unaltered belief in the continuity of papal authority, y dice así: "Este concepto de la continuidad de la autoridad papal resulta para mí, al menos desde un punto de vista práctico, la condición que nos permite un mayor vigor espiritual y una mayor justificación para nuestro NO a la 'Nueva Iglesia', que todas las demás razones jurídicas, morales y dogmáticas, examinadas más adelante... Cf. Letter, Spring 1970, pág. 9).
Sostiene el P. De Pauw que la Iglesia es un barco, que ha sido asaltado y cuyo capitán, es decir Paulo VI, "Es prisionero de una tripulación amotinada, que da órdenes falsas en nombre del Papa" (Cf. Las declaraciones al St Louis Globe Democrat, june 10, 1970). Las órdenes que emite Roma, en múltiples y delicadas cuestiones, son, falsas; pero el Pontífice ha sido, es y será legítimo y verdadero Papa hasta la muerte. Deben ser resistidas sus órdenes, pero debe defenderse también la legitimidad de Paulo VI.
El Abbé Georges de Nantes subraya, como dijimos, la diferencia entre actos paulinos (por ejemplo (la Encíclica MYSTERIUM FIDEI) y actos montinianos (por ejemplo: REUNIÓN CON EL CONGRESO MUNDIAL DE LAS IGLESIAS EN GINEBRA). Adscrito, al parecer, a la fórmula PAPA HAERE TICUS NON EST DEPOSITUS, SED DEPONENDUS, defiende, en última instancia, la legitimidad actual de Paulo VI, que sigue siendo un verdadero Papa. Sin embargo parece inclinarse, cada vez con mayor fuerza, a sostener el carácter herético de Montini-Paulo VI, si nos atenemos a sus afirmaciones concluyentes en su estudio sobre "EL CATECISMO HOLANDÉS" (Contre-Reforme, Nº 35 -agosto de 1970).


"El silencio en la Autoridad suprema de la Iglesia es en sí mismo una complicidad con la herejía y es un golpe de muerte a la fe... En vista de esta conjuración de la Herejía Modernista y los Poderes Supremos de la Iglesia, ¿qué podemos, qué debemos hacer?... O bien perder la fe, maldiciendo a Papas y Obispos de siglos pasados, que predicaron e impusieron como verdades divinas lo mismo que ahora es tenido como opiniones superadas y fábulas inconsistentes... O bien debemos asimos a esa santa e inmutable fe católica y mantenernos en la oposición firme a las novedades perniciosas del Modernismo, no ciertamente en nombre de nuestras miserables personas, sino en nombre de la Iglesia, y esto, no obstante el silencio criminal del Papa y de los Obispos. ¿Quiere esto decir que nosotros los condenamos por nuestro propio juicio? No; no somos nosotros los que los condenamos, sino la fe en nosotros, la fe de la Iglesia que se afirma y resiste, que no encuentra paso ni salida en nosotros, sino a través del Anatema. Esto que nuestra fe efectúa espontáneamente es necesario que la Iglesia del futuro decida hacerlo infaliblemente, cuando Ella quiera restaurar en el mundo la única e inmutable certeza de su Fe Católica".
Es difícil conciliar el "silencio criminal del Papa y su supuesta legitimidad actual; pues este silencio se refiere a la substancia de la Fe, y no a un detalle accidental o complementario. No se comprende, entonces, cuál sería el límite impuesto por la doctrina, para que cesara este "crimen" y "la Iglesia recobrara su vida verdadera".


***


Desde un comienzo, en la intrincada cuestión doctrinal, hemos sostenido la fórmula PAPA HAERETICUS EST DEPOSITUS. Hemos convergido, sin saberlo al principio, con los que en Francia publican Trompettes de Jericho, y que hemos dado a conocer por diversas referencias. Las pruebas de la herejía formal y explícita de Paulo VI (8) son abundantes; pueden encontrarse fielmente probadas en los escritos del Abbé de Nantes y del P. Pauw; en Trompettes de Jericho en Das Zeiehen Mariens, etc. Sostenemos, pues, la legitimidad de la elección de Paulo VI, el cual fue Papa legítimo hasta la signatura del concilio herético Vaticano II, que, aunque pastoral, introdujo por su nominalismo teológico la herejía modernista implícita. De aquí arranca todo el drama histórico de la Iglesia, si no todo el drama místico.
En efecto, al morir Juan XXIII el concilio estaba automáticamente clausurado. De Juan XXIII podemos decir que toleró y fomentó la herejía, aunque no la signó y confirmó (al menos así parece). Paulo VI, legítimamente electo, reabrió el concilio y con su nominalismo herético modernista, y con esa seudo-ley en la mano (que llamamos herejía implícita) procedió a desatar la herejía explícita, conducida por su autoridad personal, caduca en realidad desde ese mismo momento. Los ejemplos de herejías explícitas de Montini-Paulo VI son tan numerosos y graves, que convencen a cualquiera que honestamente considere la situación actual, sobre todo después de la abolición de la Misa Católica (es decir, después de la abolición de la Eucaristía, que defendió en un supuesto documento tradicionalista) .
Todo ello es, en la Iglesia, simplemente írrito. Paulo VI ha cesado de ser Pontífice y es, desde la fecha de la signatura del Vaticano II hasta ahora, UN FALSO PAPA Y, POR TANTO, TODOS SUS ACTOS, RESOLUCIONES, DOCUMENTOS, CARECEN DE VALIDEZ JURISDICCIONAL, CANÓNICA, RELIGIOSA, ECLESIÁSTICA, o como quiera decirse: PAPA HAERETICUS EST DEPOSITUS. La Iglesia está sometida al poder de un tirano, que inviste los poderes de la Monarquía Teológica, para subvertir LA FE Y DESTRUIR LA IGLESIA.
Coinciden substancialmente en esta posición, como ya he dicho, Les Trompettes de Jericho (Francia), las que, al establecer la herejía y el cisma de Paulo VI, consideran así mismo vacante el pontificado, con oportunas y definitivas reflexiones, confirmadas ahora por la parodia de la "Nueva Misa".
He expuesto con entera objetividad el conjunto, ciertamente denso y difícil de una problemática, que no por dolorosa deja de pertenecer a lo más entrañable de la FE; he puntualizado las diversas posiciones y matices, propuestas hoy en el mundo. Señalo además, con entera franqueza, cuál ha sido y es mi posición, que, por modesta que sea mi persona, no cesa de tener significación y valor doctrinal, DE DOCTRINA SE TRATA, NO DE PERSONAS.
Desde luego lo que afrontamos es tremendo, y más tremendo aun lo que se deduce de las diversas opiniones enumeradas y puntualizadas. Sin embargo, estimo que al establecer con fundamentos la posibilidad de la "vacancia del pontificado" y al señalar como probables esos fundamentos, explícitos en la coyuntura del actual pontífice, nos colocamos en la línea de mayor claridad histórica. En efecto, más allá de la catástrofe, que parece avecinarse, se discierne también la salida, en la medida en que habrá de hacerse consciente en la Iglesia la reconstrucción ulterior de la autoridad doctrinal de un Pontífice legítimo y realmente "católico". Otras soluciones serán siempre contrarias a la verdadera Tradición.
Carlos A. Disandro.


El Abbé de Nantes, en su CONTRE-REFORME CATHOLIQUE, noviembre de 1970, cita diversas opiniones sobre este tema candente, que hace ya tiempo conmueve al mundo católico, ante la incógnita indescifrable de Paulo VI. Empieza con un artículo de M. Feuillet: "LAS PRERROGATIVAS DE PEDRO Y DE SUS SUCESORES, SEGÚN EL EVANGELIO", que fue publicado en I'Homme Nouveau el 4 de octubre:


Lo que hace particularmente precioso el texto de San Mateo (XVI, 13-23) es que está compuesto de dos escenas violentamente antagónicas: Simón Pedro, Roca de la Iglesia (13-20) y Simón Pedro, piedra de escándalo, es decir, obstáculo en el camino que conduce a Dios (21-23).
Así, pues, este pasaje subraya el privilegio personal de Pedro y desvía con la más grande energía toda exaltación inconsiderada de la persona de Pedro o de sus sucesores, de aquello que se llama papolatría. (Culto indebido a la persona del Papa). Decisivamente descarta el error tan frecuente que confunde la infalibilidad (didáctica) con la impecabilidad. Pedro, en tanto que esclarecido por el Padre profesa la fe en Cristo, el Hijo de Dios Vivo, es la roca sobre la cual Cristo quiso edificar su Iglesia. Pero, el mismo Pedro, hecha la abstracción de la asistencia divina, no es sino un pobre hombre, como todos los hombres; lejos de ser una roca, puede ser una piedra de escándalo y tener los pensamientos de Satanás: "Apártate de mí, Satanás, tu eres para mí un escándalo (es decir, una piedra de escándalo, un obstáculo), porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres".

El historiador austriaco Herald Zimmermann ha estudiado las deposiciones de papas de la Edad Media (Papstabet- zungen des mitelalters, Wien 1968), obra que ha sido conocida en Francis por un amplio comentario de Robert Folz en ERASMUS (1970, col. 508-511).


Zimmermann examina una serie de hechos, que aparentemente contradicen la sentencia "PRIMA SEDES A NEMINE IUDICATUR (Nadie puede juzgar a la Sede Primera), formulada después del pontificado de San Simmaco (10) Sin embargo, a pesar de este principio, ha habido deposiciones de Pontífices: Juan II, León VIII, Bonifacio V... La presentación de estos hechos históricos es seguida de un análisis sistemático de principios y de métodos, que justificaron la destitución de estos papas, durante la época estudiada... entre mediados del siglo séptimo y el advenimiento de Gregorio VII.


PRINCIPIOS: Entre los motivos indicados para intentar la deposición de un Papa, el más grave era la inculpación de herejía. Examinada por vez primera por Isidoro de Sevilla, la posibilidad de una semejante inculpación había sido, según los Falsos Decretales, formulada por el mismo Papa Simmaco, que haciendo alusión a su propio proceso y a varios procesos de sus predecesores, declara que "las ovejas confiadas a un pastor, no tienen derecho a censurarle, salvo cuando ellas piensan que él las desvía de la recta fe". Acusación temible ésta: esta acusación fue lanzada en 963 contra Juan XII y en 998 contra Juan Philagothos, acusados los dos de apostasía. Otro motivo es la simonía, bien sea expresamente nombrada, como en el caso del proceso de Formose o en la deposición de tres papas en 1046; bien sea calificada de adulterio (espiritual): tal sería el sentido del adulterio de que fue reprochado, por ejemplo León III en 799... Todavía más frecuente que la simonía aparece el reproche de "invasión", entendiendo por esta palabra la usurpación de la Sede Apostólica, que puede darse por algún tiempo. Constantino II fue así condenado por haber tenido acceso al pontificado, siendo un laico, ya que las condiciones de su ordenación eran irregulares; Formose por haber violado la regla que prohibía las traslaciones de una Sede a otra. Otro motivo todavía era el perjurio que podía entenderse sea de la traición de un Papa con relación a otro (León VIII con relación a Juan XII), sea el renegar o cambiar de opinión, como fue el caso de Bonifacio X, que había pertenecido al partido de la Reforma, antes de su elección.


PROCEDIMIENTOS. Zirnmermann demuestra que no fue siempre observada la exigencia de "libellus acusatorius": la larga lista de faltas en contra de Juan XII que, según Liutprand de Crémone, un cardenal presentó delante el concilio presidido por Otón I en 963, y ocurrió sin duda alguna. Lo que parecía mejor es que un eclesiástico de alta jerarquía presentara, como "probator" o "testis legitimus", la acusación; cuando no se presentaba (por ejemplo, en Roma en 800 o en Montoue en 1064), se concluía que la acusación era una calumnia y el acusado era restituido a su antigua dignidad. Siempre era exigida una investigación previa: el acusado era citado para defender se a sí mismo; de no acudir a la cita, se le juzgaba como contumaz. La complejidad de tales procesos hizo que el poder secular se encontrase inmiscuido poco a poco en todos los procesos... Pero, si la participación del emperador en estos negocios era considerable y si de hecho los procesos de deposición eran frecuentemente motivadas por consideraciones políticas o por rencillas personales, no quedaba sino la instancia suprema, que debía sentenciar, que era la del concilio: ninguna condenación fue pronunciada, fuera de una asamblea eclesiástica. Las fuentes históricas, sin embargo, demuestran las enormes dificultades, que en ocasiones llegaban a provocar un cisma, cuando era puesta en duda la legitimidad de un Papa. En todo caso, el concilio debía ser con prioridad romano, pero como la condenación de un Papa interesaba a toda la Iglesia, el asunto podía algunas veces tomar un carácter universal. Etienne III hizo así ratificar la condenación de Constantino II por los obispos francos. El proceso de rehabilitación de Formoce comenzó en Roma y terminó en Ravena con la participación de los obispos lombardos. Por el contrario, fuertes quejas se elevaron en Francia, en 1046, contra la intervención de Enrique III en los asuntos romanos, porque no había sido consultado el Episcopado de las Galias.


SENTENCIA.- Se puede entrever muchas veces lo que pasaba en un concilio convocado para juzgar al Papa. El inculpado podía justificarse con un juramento purgatorio: León III aceptó esta solución, que fue también ofrecida, aunque en vano, a Juan XII. Cuando la falta era evidente, se prefería, con frecuencia, que el interesado la reconociese y demandase perdón: en ese caso la sentencia de la asamblea no hacía sino confirmar lo que el mismo Papa había declarado. Las penas con que se castigaba al culpable eran la destitución, acompañada de la degradación al estado laical. A estas medidas se añadía, a veces, la excomunión. Las mutilaciones (de las cuales Juan Philagotos fue en 998 la última víctima) tenían como razón esencial de ser el imposibilitar toda posterior restauración del pontífice.


Lo que, finalmente, aparece claro, en lo que escribe Zimmermann, es que "Los hombres que juzgaban a tal o cual Papa, por herejía o usurpación, estaban, como todos convencidos de que nadie puede juzgar a la Sede Primera y que al proceder así pretendían tan sólo salvar a la Iglesia de un seudopontífice".


Está, pues, sólidamente testificado por la historia que la deposición de un Papa notoriamente herético, apóstata, simoniaco (¿o drogado?) puede ser legítimamente pedida y aún exigida. También es cierto que un procedimiento o un proceso es absolutamente necesario y que éste debe ser conducido por una asamblea eclesiástica y, con prioridad, en su mayoría romana. El subsecuente desenvolvimiento dogmático me parece que tan sólo ha precisado que una tal asamblea no pretende colocarse por encima del Papa, ni estar capacitada, a despecho de él, para zanjar un punto cualquiera de doctrina. Una asamblea semejante sólo pretendería constreñir al Papa en persona a declararse, abiertamente y sin ambages, o fiel católico o hereje, cismático, apóstata. El Papa, al pronunciar sus personales opiniones o creencias, dictaría para sí su propia sentencia y la asamblea no sería entonces sino la receptora del testimonio del Pontífice y la ejecutora de la sentencia, que él mismo con su confesión había ya pronunciado.


¿A dónde hemos llegado en este otoño de 1970? Hemos llegado a la triste realidad que el Papa no acepta ya ninguna regla, ninguna autoridad de tradición o de derecho; revoluciona los ritos, deja que la moral sea conculcada y sus enseñanzas menospreciadas; respalda a los herejes más notorios de estos tiempos; persigue una quimérica política, político-religiosa, después de que esta táctica había sido, hace ya mucho tiempo, condenada por la Iglesia, y levanta sus brazos al cielo, como única respuesta, a la acusación de herejía, formulada contra él. Respuesta indigna, insuficiente e inmoral.


Ha llegado, pues, el tiempo de:


1) enseñar a todo el pueblo católico que un Papa no es siempre infalible, ni mucho menos, impecable;
2) de explicar a los más preparados los errores y faltas públicas de Paulo VI, que están comprometiendo la misma existencia de la Iglesia, la unidad de la fe y la salvación eterna de las almas;
3) de recordar al clero romano y, sobre todo, a los cardenales, las prerrogativas que tienen, para poder amonestar y aun coaccionar, y detener, de esta manera, los desbordamientos doctrinales y pastorales de Paulo VI;
4) de animar a los más sólidos defensores de la fe, para que amenacen al Papa con la convocación de una asamblea eclesiástica, legítimamente reunida y constituida, para exigirle que responda a las acusaciones formuladas en contra. de él;
5) Si ningún cardenal -uno al menos-, si ningún sacerdote o miniistro do Dios de alta jerarquía se atreviese a presentarse ante esta asamblea, para sostener estas acusaciones, como PROBATOR ET TESTIS LEGITIMUS, el Abbé de Nantes, que, durante seis años, ha dicho, y publicado que éste es UN PAPA HEREJE, se presentaría, aunque indigno, para sostener su acusación de herejía y apostasía práctica contra Paulo VI, a fin de que el clero romano exija al Papa que responda a estas acusaciones, de una manera clara y definitiva, bajo penas de destitución y excomunión.
Provocar la destitución de un Papa "incapaz e indigno", según los términos que el mismo Paulo VI ha empleado recientemente para calificarse a sí mismo, es servir a la Iglesia y honrar, sobre todo, al mismo Papado.


Brasil. La herejía del Papa provocará un cisma. (La Croix, 4 de noviembre).


Estamos en camino de presenciar los primeros signos de la aparición de un cisma. Un grupo de jóvenes y adultos, que formaron parte de una Congregación Mariana y que se reúnen ahora con el sigla T.F.P. (Tradición, Familia y Propiedad) ha rechazado el nuevo "ORDO" de la Misa y ha declarado que dicho "Ordo" es inaceptable para los católicos. Han ido más lejos todavía. Por medio de Dom Castro Mayer, obispo de Campos, en el Estado de Río de Janeiro, han distribuido un texto en el que demuestran, apoyándose en los Padres de la Iglesia, que un Papa que ha incurrido en la herejía, no merece ya la obediencia de los fieles y cesa de ser Papa. Acusan después a Paulo VI de haber prescrito las "herejías" contenidas en el nuevo "Ordo" de la Misa. "Yo creo -dice el comentarista de la Croix- que si viene un cisma, será de parte de los integristas".


-Italia. Un teólogo Mgr. Spadafora acusa de hereje al cardenal Willebrands. (La Croix, 4 nov.)


El semanario de extrema derecha LO SPECCHIO ha publicado, en su número del 25 de octubre, un violento ataque de un Prelado, profesor de exégesis, Mgr. Sapadafora contra el cardenal Willebrands, Presidente del Secretariado por la Unidad de los Cristianos. Comentando la intervención del cardenal en la Asamblea Luterana Mundial juzga que su discurso "ofende a la Iglesia Católica, a la verdad histórica y es objetivamente herético". "Una cosa es cierta, escribe, sólo un hereje puede rendir homenaje a Lutero (11), (xxx) en nombre de un evangelio definido como herético por el Magisterio infalible de Trento".

No hay comentarios:

Publicar un comentario