Los católicos de Alsacia Lorena (en Francia) aprendieron durante el medio siglo que vivieron al lado de Alemania, que el catolicismo, para que sea un sistema, una doctrina como lo concibió su Fundador, de combate contra el mal y el error no sólo en sus formas abstractas y metafísicas sino hechas leyes, potros (instrumentos de tortura), persecución abierta e implacable contra la verdad, es preciso que los católicos no se entreguen a los éxtasis de los antiguos ermitaños, ni oculten su santidad en lo íntimo, en lo recóndito de su conciencia y en su mundo interior, sino que es necesario que toda la sed de sacrificarse, sobre todo en estos momentos en que la vida pública y social se descuartiza y se derrumba, se convierta, para valernos de una frase del papa reinante (Pío XI), en osadías santa, que resuciten las escenas del circo, en los comienzos de la difusión del Cristianismo y sobre todo, escriban las páginas que escribieron los católicos irlandeses.
El Catolicismo no es ni doctrinal ni de éxtasis: es una una gloriosa vanguardia de hechos y de ideas que luchan incansablemente contra el mal sean cuales fueren sus formas y sin amedrentarse, aún cuando sea necesario encontrarse cara a cara con los reyes y los demagogos hechos gobierno. Reducir pues, el Catolicismo a plegaria secreta, a queja medrosa, a temblor y espanto ante los poderes públicos, cuando estos matan el alma nacional y destruyen en plena vía la Patria, no solamente es cobardía y desorientación disculpable: es un crimen histórico religioso, público y social que merece todas las execraciones.
Los Católicos de Alsacia Lorena a base de organización, de cohesión, de movilización y de disciplina de las energías católicas y de una afirmación rotunda y aplastante de la libertad de conciencia en plena vía pública, ante el Gobierno francés convertido en perseguidor y sin derramar una gota de sangre ni apelar a la violencia de la espada, ha rendido la máquina de guerra del despotismo socialista y han vencido.
Los Católicos mexicanos debemos aprender la lección; apoyarnos en las mismas bases y así romperemos el puño armado de los perseguidores.
Anacleto González Flores
El Plebiscito de los Mártires, págs. 246 - 24
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