Obispo Bernard Fellay |
Estas conversaciones teológicas entre el Vaticano y el movimiento fundado por el Arzobispo Lefebvre quien rechazó las reformas del Concilio Vaticano II, y que además han resistido 40 años las reformas modernistas, fueron buscados por el Papa Benedicto XVI, con el fin de, en palabras de Pontífice: "La construcción de la unidad dentro de la Iglesia Católica".
Sin embargo, cuando se le preguntó sobre el posible resultado de estas conversaciones, el sucesor de Monseñor Lefebvre, reveló sus dudas sobre un rápido acuerdo con Roma:
"En Roma, un cambio es perceptible para nosotros, aunque esto no tiene mucho efecto. Me parece que nuestro trabajo es apreciado por algunos, y odiado por otros. Las reacciones hacia nosotros son muy desiguales. Está claro que hay dos campos, uno a favor y uno en contra, haciendo muy difícil la relación, porque siempre se pregunta quién tiene la última palabra. Queda claro, sin embargo, que los que quieren ser fieles al Papa se les considera con respeto y esperan mucho de la iglesia. Pero para ver los efectos concretos se tendrá que esperar. Teniendo en cuenta el cambio de esas discusiones, no creo que conduzca a una ruptura repentina o una solución repentina. Dos actitudes se encuentran, dice, pero la voluntad de entrar en una discusión - en el campo teológico - es real. Por lo tanto, aunque el camino es probable que sea muy largo, el fruto aún puede ser prometedor. Si la condena por el concilio tendrá lugar un día, ésto no será mañana. Se desprende con toda claridad el deseo de corregir la situación, sobre el estado actual de la Iglesia, que es especialmente grave según nuestras evaluaciones hechas de diversas maneras, tanto en la doctrina, la moral y la disciplina. Sin embargo, la tendencia dominante en Roma siempre es para justificar el Concilio".
En estas conversaciones teológicas, las posiciones de partida son entre sí, de hecho, todo lo contrario, Roma pidiendo a los tradicionalistas reconocer el Concilio Vaticano II, mientras que éstos rechazan el ecumenismo, la apertura al mundo (que ha sustituido el reinado social de Cristo), la libertad religiosa, o la colegialidad en la Iglesia (en lugar de la infalibilidad papal). La misa en latín, era también parte de las reclamaciones de la Tradición, lo cual se permitió hace casi tres años por el Papa.
La Fraternidad Sacerdotal de San Pío X, considera, con toda razón, que tiene estos encuentros en Roma para regresar a algunos puntos muy cuestionables del concilio, y no, a comprometer su lealtad a las reformas dadas por el Concilio Vaticano II.
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