sábado, 4 de diciembre de 2010

El sufrimiento por el solo hecho de ser cristianos en un país islamista.

Asia Bibi, ¿el despertar de Occidente?


La sentencia de un tribunal paquistaní condenando a la horca a Asia Bibi, una humilde campesina cristiana de 45 años, madre de cinco hijos, por el delito de blasfemia, ha movilizado a la opinión pública mundial, especialmente a la cristiandad. El papa Benedicto XVI pidió su libertad y, según informaciones de prensa, exhortó a la comunidad internacional a considerar "la difícil situación en la que se hallan los cristianos en Pakistán, donde a menudo son víctimas de violencias y discriminaciones". Ojalá los esfuerzos de la comunidad internacional logren que Asia Bibi pueda reintegrarse al seno de su familia.


Me resulta difícil comprender la sorpresa por lo que le pasa a Asia Bibi. Lo mismo le puede suceder a miles de "infieles" que viven en los países del Islam. Hace más de mil años, en el 935, cuando se entendió que nada había que modificar en las disposiciones de los textos sagrados, quedó sellada la suerte de quienes, en los países islamistas, incurran en conductas como las de Asia Bibi. Pakistán es uno de ellos.
El presidente del Congreso Cristiano de Pakistán reconoció que la blasfemia es un delito penado con cárcel, cadena perpetua, e incluso la muerte. A mediados de 2009 Asia Bibi "trabajaba en el campo con otras musulmanas cuando recibió el encargo de ir a buscar agua de un pozo. Como cristiana, contaminaría el recipiente al tocarlo y lo haría impuro, así que sus compañeras le exigieron que se convirtiera al Islam. Bibi se negó, afirmando que "Jesús murió en la cruz por los pecados de la humanidad" y preguntó a las demás qué había hecho Mahoma por ellas. El comentario hizo que una de ellas la acusara ante su esposo, imán local, que la denunció ante la policía por blasfemia" (diario "El País"). Según la ley coránica, en determinadas situaciones se le puede exigir al "infiel" la conversión al Islam y ésta es una de ellas. Al preguntar a las demás, "qué había hecho Mahoma por ellas" su suerte quedó sellada.


La Ley Sagrada "La Sharia" (porque procede de Dios) establece que se le perdonan sus pecados al criminal que se convierte al Islam. Eso es aplicable a la blasfemia (contra el Islam, Mahoma o los ángeles), delito pasible de la pena de muerte. La acusación, verdadera o falsa, conduce frecuentemente a la ejecución sumaria del dhimmi léase judío o cristiano . Por norma general, están sujetos a un régimen de sometimiento: no pueden ocupar cargos públicos (aunque esto se incumplió con frecuencia) y gozan de un grado de autonomía en los asuntos internos de su comunidad a cambio del pago de un tributo especial. Asia Bibi es una dhimmi.


El abogado de Bibi se agravia por la falta de garantías. Pero Bat Ye'Or, en su obra "The dhimmi", explica que la igualdad procesal no rige entre un musulmán y un dhimmi, porque éste no puede presentar pruebas contra el musulmán; su testimonio, aún bajo juramento, es inaceptable ante una corte islámica. Por tanto, debe contratar a musulmanes para que presten testimonio a su favor, lo que implica, escribe Bat Ye'Or, grandes gastos. El cónsul británico en Jaffa señalaba en 1895 que testigos falsos estaban siempre disponibles en cuanto hubiera un reclamo de un musulmán contra un cristiano o un judío. Reclamar las garantías del debido proceso, como pidió el abogado de Asia Bibi, parece una broma.


A la hora de escribir estas líneas no se sabe si la presión de la comunidad internacional obtuvo el aplazamiento de la ejecución. Pero, de cualquier manera, no caben dudas sobre la eficacia de las protestas públicas. Por ello es inexplicable la tímida, para no decir nula, reacción de la opinión pública internacional en particular de las organizaciones de DDHH , mientras los cristianos son intimidados, asesinados, incluso masacrados en gran escala por militantes musulmanes ­tal como sucedió hace pocas décadas en el sur de Sudán .


Antes de que en Occidente trascendiera el juicio contra Asia Bibi, el diario "El Mundo" publicó un artículo de Larry Rubin, director del Centro Internacional para Asuntos Internacionales, titulado "¿Por qué los cristianos callan?"(extractado de PorIsrael), escrito a raíz de un reciente atentado terrorista en Irak. "Desde Indonesia a Pakistán e Irak, desde la franja de Gaza a Egipto a Sudán y Nigeria, los cristianos, sin la menor provocación de su parte, están siendo asesinados por militantes musulmanes... ¿No es hora de que los cristianos traten de ayudar a sus hermanos perseguidos antes de que sean eliminados totalmente o, en el mejor de los casos, obligados a huir?" (como sucedió con los cristianos del Líbano, que habiendo sido mayoría en su país, hoy son minoría. De hecho, cuando los cristianos emigran, la culpa, según algunos, es de Israel).


Se han ensayado diversas explicaciones al silencio cristiano, pero la más repetida es el temor de que la reacción pública contra estos crímenes acrecentaría la persecución, mientras que el silencio apaciguaría a los asesinos. Esto es inaceptable por dos razones: la primera, de orden pragmático, es que no está probado que callar sea un remedio más eficaz que la presión pública; la segunda y fundamental, de orden ético, porque están en juego la justicia y dignidad ante tanto sufrimiento, por el solo hecho de ser cristianos en un país islamista.


El ejemplo de Asia Bibi, esta mujer valiente que dijo que prefiere "morir como una cristiana que salir de la prisión siendo musulmana", debería ser el punto de inflexión en la política munichista seguida hasta ahora tanto por los medios de comunicación, las ONG de DDHH y, en fin, la opinión pública de Occidente, quienes deberían difundir a los cuatro vientos los crímenes y vejámenes sistemáticamente cometidos en algunos países musulmanes contra los "infieles" indefensos, y la indefensión es la peor forma de discriminación.




Por Nahum Bergstein

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