viernes, 17 de septiembre de 2010

El Papa Benedicto XVI en Londres


El Papa Benedicto XVI en LondresTras llegar al estrado tres pasos por delante del primado anglicano Rowan Williams (honor que no fue atribuido a Juan Pablo II en 1982), el Papa ha reivindicado la "integridad" de Tomás Moro, el hombre "que fue capaz de seguir a su conciencia a costa de disgustar al Rey", y reflexionó sobre los fundamentos éticos de la democracia y sobre su tema favorito, la relación entre fe y razón, y los peligros que nos acechan si la religión desaparece de la esfera y el debate públicos.



La pluralista democracia británica, ha afirmado Ratzinger con su pausado inglés germanizado, su sistema de derechos y deberes, y la igualdad de todos ante la ley "tiene mucho en común" con la doctrina social católica, con la preocupación cristiana "por salvaguardar los derechos de cada persona".

La crisis financiera global, motivada por "la ausencia de sólidos fundamentos éticos", ha ilustrado el Papa, ha creado graves dificultades a millones de personas. Y ha sido parcheada con "inadecuadas soluciones pragmáticas de corto plazo" por los políticos. Hacen falta, por tanto, "principios morales que sostengan el proceso democrático", ya que, si ese proceso se basa solo en el consenso, su fragilidad aparece en toda su evidencia".

¿Dónde encontrar esos principios, esas sólidas normas éticas? La conclusión benedictina ha sido esta vez más sugestiva y matizada que otras veces. La religión, ha afirmado siguiendo la teología política de su amigo Johann Baptiste Metz, fundador de la teología política, "no debe ser quien imponga esas normas, y todavía menos debe proponer soluciones concretas". Su papel, afirmó, debe ser "correctivo", de colaboración, para "ayudar a purificar e iluminar la aplicación de la razón en el descubrimiento de los principios morales objetivos".

Una colaboración de doble sentido. Sin la ayuda correctora de la religión, la política y la razón pueden quedar distorsionadas por la ideología; sin la ayuda de la razón, los fundamentalismos religiosos pueden florecer. Por eso es una locura marginalizar, reducir la fe a la esfera privada, hasta el punto de que haya gente que pide suspender la Navidad porque puede ofender a otros creyentes, o a los agnósticos. Hace falta, ha concluido el Papa, diálogo y respeto, trabajar por el bien común y pensar más en "el desarrollo integral de los pueblos de la tierra" y menos en proteger y reflotar a las instituciones financieras".


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