lunes, 1 de noviembre de 2010

Benedicto XVI se encontrará con la España menos católica de la historia

No es exactamente un viaje a tierra infiel, pero la España que visitará a partir del sábado el papa Benedicto XVI ya no tiene nada que ver con el bastión católico que fue durante siglos. Todas las encuestas del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) realizadas desde su visita de 2006 muestran que se ha acelerado la desafección de los ciudadanos hacia el catolicismo y muy particularmente entre los jóvenes. 
La España que pisará Benedicto XVI es la menos católica de la historia.

Todos los estudios coinciden en el fenómeno de fondo: primero se vaciaron las iglesias, luego empezó a caer lentamente la adhesión sentimental al catolicismo. Y desde hace un lustro la caída entre los jóvenes es tan pronunciada el 50% ya ni se considera católico que algunos expertos auguran que en un plazo de 20 años España puede dejar de tener mayoría católica sin que ocupe su lugar ninguna otra religión. "Entre los jóvenes, el descenso en el autoposicionamiento religioso católico es constante y prácticamente lineal. De todas formas, hay una aceleración en los últimos años realmente llamativa", opina Javier Elzo, catedrático emérito de Sociología de Deusto, experto en jóvenes y en sociología de la religión.


Práctica más relajada

Al catolicismo obligatorio del franquismo le sucedió una práctica más relajada, en la que los fieles redujeron mucho su compromiso y se vaciaron las iglesias. Pero el porcentaje de la población que se consideraba católica siguió rozando el 90% hasta principios de la década de 1990.

A partir de ahí, el descenso fue constante, pero suave. Hasta que a mediados de la década de 2000 se aceleró la desafección, mucho más pronunciada entre los jóvenes.


Por vez primera en la historia de España, la mitad de los jóvenes de 15 a 29 años ya no se considera católico. Lo certifican los barómetros del CIS: el último, del pasado mes de septiembre, registra la adhesión más baja entre la juventud: del 52%. Pero también los estudios específicos que realiza el organismo público para el Instituto de la Juventud (Injuve), con muestras de hasta 1.500 personas. Y los resultados coinciden con los macrosondeos periódicos que hace la católica Fundación Santa María, especializada en jóvenes y valores.
El descreimiento de la juventud española ha sido muy acelerado: entre 1992 y 2010, el porcentaje que se define como católico en este sector de edad ha pasado del 82% al 52%. Una caída de 30 puntos en sólo 18 años.

En el mismo periodo, el conjunto de los ciudadanos que se consideran católicos ha pasado del 87% al 73%. Tradicionalmente, la adhesión de los jóvenes al catolicismo ha sido siempre menor a la del conjunto de la población, pero las diferencias nunca han sido tan abismales. En 1992, les separaban cinco puntos. En el último barómetro del CIS, 21.


"Pese a que mucha gente dejó de seguir los preceptos de la iglesia hace tiempo, parecía que el catolicismo seguía blindado en España por razones culturales, como si ser católico fuera un elemento más de ser español", apunta Kerman Calvo, politólogo del Centro de Estudios Políticos y Constitucionales e investigador de un programa paneuropeo de religión y política. Y añade: "Pero todo esto está cambiando porque las nuevas generaciones ya no sienten este vínculo".
Importancia de los valores

Para los sociólogos, los valores tienen una gran importancia a la hora de imaginar las sociedades futuras porque, una vez consolidados, son muy difíciles de modificar. Y ya son varias generaciones las que van madurando con menos adhesión al catolicismo, con un ritmo cada vez más trepidante.

Calvo subraya que el gran acelerón secularizador que se inicia a mediados de la década de 2000 coincide con la llegada de José Luis Rodríguez Zapatero a la Moncloa. Y el proceso, coinciden la mayoría de sociólogos, se reforzará: "Los jóvenes españoles ya no son culturalmente católicos. Y si sigue el proceso a este ritmo, en 20 años ya no podrá afirmarse que España sea un país culturalmente católico", augura.

Lorenzo Navarrete, decano del Colegio de Politólogos y Sociólogos de Madrid, coincide: "El proceso es inexorable y aún se ampliará en el futuro porque las identidades son cada vez más abiertas y flexibles, lo que encaja poco con las religiones", afirma.

"Para estos nuevos tiempos, que el 50% de jóvenes se considere católico es mucho. Aún queda un poso cultural, familiar o de asistencia a ritos que hace que, sin identificarse plenamente con el credo, se definan como afines a la iglesia. Pero la cifra se irá reduciendo", dice.

Incluso entre los creyentes, el rechazo a muchos postulados terrenales de la iglesia ya es mayoritario en España, según el último macrosondeo del CIS sobre religión, de 2008. Entre los jóvenes, la oposición es altísima y ronda el 80% en el uso del preservativo, en las relaciones sexuales prematrimoniales o en el divorcio. Pero la oposición es ya mayoritaria en el conjunto de la población en todos los temas planteados: además de los tres citados, bodas gays, relaciones entre homosexuales, aborto, adopción de niños por parejas homosexuales y matrimonio entre sacerdotes. Ello no significa que la sociedad o los jóvenes avalen estas prácticas. Pero incluso si no lo hacen, consideran que la postura de la iglesia es demasiado radical.

Más militancia
El aumento del radicalismo en el mundo católico es precisamente una de las consecuencias del avance de la secularización que auguran los expertos: "El declive del catolicismo en una sociedad lleva siempre aparejado el aumento del activismo militante de estos sectores, que se sienten asediados", recalca Jordi Figuerola, historiador de la Universitat Autònoma de Barcelona especializado en la iglesia.

"La mecánica suele repetirse: el avance en la secularización radicaliza a los católicos, lo que a su vez provoca que sean menos", añade Figuerola. "En España, el integrismo y su influencia son cada vez más fuertes, tanto en la cúpula eclesial como entre los grupos activistas que aspiran a influir en las políticas y que están en movilización permanente".

El cambio de Juan Pablo II por Benedicto XVI en el trono romano puede haber contribuido a reforzar la tendencia a la baja. Así se desprende de las encuestas, que muestran que en España la popularidad del doctrinario Benedicto XVI es muy inferior a la que tuvo el mediático Juan Pablo II.


En el macroestudio de 2008, Benedicto XVI aprobaba por los pelos entre los españoles: obtenía sólo un 5,18, lejos del 6,96 de Juan Pablo II, fallecido en 2005. Y Ratzinger suspendía en las tres franjas de menores de 44 años.

"De este papa hemos escuchado escasos pronunciamientos sobre la crisis económica y la puntilla ha sido el estallido del escándalo de pederastia: la pérdida de credibilidad es total", lamenta el teólogo progresista Juan José Tamayo.

Tamayo considera que "la iglesia católica, jerárquica y dominada por los movimientos neoconservadores, se ha convertido en un obstáculo para la religión". Y añade: "Una de las causas de la caída tan significativa en España es la actitud integrista de la jerarquía, que ha alejado de la iglesia a los jóvenes, a los trabajadores y al mundo intelectual".


Una minoría más sólida

La crisis es reconocida también por los grupos más afines a la jerarquía: "Ciertamente, se ha producido en los últimos años un descenso de la práctica religiosa en España, que es aún más acusado entre los jóvenes", admite el periodista Daniel Arasa, presidente del Grup d'Entitats Catalanes de la Família.

Arasa esboza como explicaciones "el consumismo a todos los niveles" y el "objetivo del éxito a toda costa", entre otras. Pero no todo es negativo, subraya: "Hoy, los católicos van reduciéndose a una minoría, pero viven su fe a fondo. Son más sólidos y están forjados en la contradicción del ambiente".

Su hijo Daniel, experto en Comunicación de la Universidad Pontificia, en Roma, es aún más optimista: "Si tenemos en cuenta que los apóstoles eran 12 y cambiaron el mundo, el futuro es bastante alentador".

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